El grupo My Left Hand redescubre en la sala Caravan la honestidad que aún le queda al indie en español.
“Sufro una enfermedad social. Tengo que salir todas las noches”. Andy Warhol no habría podido concentrar mejor parte del espíritu de The Factory en una sola frase.
‘Hamburguesa’ y ‘saludable’ siempre han sido dos términos que se han llevado mal, muy mal. Si queríamos quedar con uno, no podíamos invitar al otro (o podíamos, pero sabíamos que este no iba a aparecer). Y cuando la reconciliación parecía imposible, llegaron
Coreanos que poco saben de España y españoles que saben poco de Corea. Y ante ambos grupos (orientales y occidentales) un papel blanco y un reto: escribir una historia gráfica sobre el otro país con Internet como única fuente de información. Así
Ocurre siempre con las caracolas. Todo individuo que se coloca una en la oreja acaba filosofando sobre la capacidad que posee la diminuta concha para contener la inmensidad sonora del océano. Es una sensación parecida a la que se enfrentan los visitantes
Lo menos humano no es comer o beber. Tampoco dormir. Ni siquiera tiene que ver con cuestiones más trascendentales como nacer o morir. Lo menos humano es el sexo. O al menos eso cree Reinaldo Atxaga, protagonista de Hielo, la obra que
Esquizofrenia, misoginia y teatro. Quizás estos sean los adjetivos más repetidos cuando se habla de la figura de August Strindberg (1849-1912): su inestabilidad mental, su animadversión a las mujeres y -por fin algo bueno- su genialidad como dramaturgo, que le llevo a
Si resistir en la cultura es hoy una auténtica hazaña, Paula Ortiz es toda una heroína. Su primer largometraje, De tu ventana a la mía, ha sobrevivido más de mes y medio en las salas, lo que para una película española –y
Llevaban ya tiempo jugando con la música, pero fue hace siete años cuando decidieron hacerlo juntos. Rub3n (guitarra y voz), Hank (guitarra), Tommy (batería) y Lito (bajo) se convertían en 2004 en 3N, un grupo madrileño que sopló dentro del clima pop-rockero español para
Hace unos años comer en un buen japonés era un placer que sólo podían disfrutar con frecuencia los bolsillos más pudientes. A eso había que añadir el desconocimiento que existía sobre alguno de los clásicos de la comida del país del sol