La mujer del abrigo amarillo habla por teléfono acaloradamente mientras con su otra mano sujeta un libro. El hombre que está delante de ella está leyendo. Y el otro hombre, y el otro, y el otro… así sucesivamente. Hombres y mujeres,
«El grafitero legal no me valía para la novela, quería de protagonista al que se mantiene fuera de la ley, el que opina que si es legal no es grafiti y que las ratas no bailan claqué». Así de contundente y sencillo