¿Es Degas un buen representante del impresionismo?

Interior, de Degas
Interior, de Degas

El pintor francés se pasó su vida negando su carácter impresionista. Hoy en día, lo consideramos uno de los grandes del movimiento. ¿Lo podemos clasificar?

Al pensar en la pintura moderna, nuestras mentes nos transportan a obras emblemáticas y eclécticas que definen los estilos que primaron en el siglo XX: abstracción, cubismo, surrealismo… Entre ellos también entra el impresionismo, conocido sobre todo por las obras de Claude Monet. Este movimiento es el de la luz y los paisajes, tanto físicos como emocionales, y marcó la historia del arte. Desde finales del siglo XIX, las técnicas que utilizaron los impresionistas funcionaron como el primer paso hacia la modernidad en la pintura

Estos artistas no podían exponer sus obras en las galerías tradicionales, ya que su forma de pintar era extraña y distinta a la habitual. Por esto mismo, se organizaron exposiciones al margen del Salón oficial de la Academia de Bellas Artes francesa. En estas exposiciones se dieron a conocer los artistas que a día de hoy son definidos como impresionistas: Paul Cézanne, Claude Monet, Camille Pissarro y Edgar Degas, entre otros. De todos los anteriores, hay uno que siempre fue distinto: Degas.

Él mismo no se consideraba impresionista, y al conocer su obra, es posible determinar grandes diferencias con sus compañeros: no pintó muchos paisajes, la luz no semeja ser el tema principal en la mayoría de sus cuadros, y sus emociones no eran una herramienta palpable en sus obras. Edgar Degas (1834-1917) era un artista parisino, de padre francés y madre americana. Su familia era adinerada, ya que eran banqueros. Esto le permitió comenzar sus estudios en Derecho. Sin embargo, dejó su educación para centrarse en la pintura, el que acabaría siendo el camino adecuado para él.

Comenzó su carrera artística en el taller de Louis Lamothe, discípulo de Ingres, donde adquirió una formación académica sólida que lo haría destacar. Después viajó a Italia, donde aprendió de los maestros para asentar su propio estilo al regresar a París. Vivió en Francia y en New Orleans, lugares que representó en su pintura a través de escenas de su propio día a día que enmarcaban la naturaleza cambiante de la sociedad contemporánea.

El arte de la intimidad

En Interior (1868-1889), una de sus primeras obras celebradas, se puede descifrar un aprecio hacia la vida cotidiana y los momentos íntimos. El cuadro presenta a una pareja en una habitación, la mujer está sentada de espaldas al hombre, que se mantiene de pie apoyado contra la puerta mirando hacia ella. La lámpara del centro funciona como la fuente principal de luz en el lienzo. La mujer, con el hombro descubierto y el costado iluminado, presenta una figura contraria al hombre, totalmente vestido y mirándola fijamente. Según el Museo de Arte de Filadelfia, lugar en el que se conserva esta obra, muchos historiadores consideran que esta escena puede representar un encuentro de “amenaza sexual”. Es por esto mismo por lo que también es comúnmente llamado La violación.

Interior, de Degas
Interior (1869-1889), de Edgar Degas

En cuanto empezó a reunirse con los jóvenes artistas que pasarían a ser los impresionistas, su arte dio un giro. Sin embargo, él era más bien antiimpresionista, porque evitaba la pintura al aire libre y se centraba más en el dibujo, al contrario que sus colegas. Lo que sí tenía en común con los impresionistas, y por eso mismo expuso sus trabajos junto a ellos, fue el interés por la fotografía y los grabados japoneses. A partir de este momento, su estilo se desarrolló hacia el arte del movimiento. 

El protagonismo del movimiento

Uno de los grandes temas de su obra es la danza. Para Degas, las bailarinas eran una fuente de inspiración constante. Pero no solo la teatralidad de sus movimientos en el escenario, sino más bien los instantes más íntimos como los ensayos o las escenas entre bastidores. En el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza se conserva Bailarina basculando (1877-1878), también conocida como Bailarina verde, uno de los cuadros más famosos del artista. En él es posible descifrar estas características que lo convirtieron en una fuerza importante de la pintura en su momento. Está pintado en pastel, con colores vibrantes, y muestra una bailarina solista en movimiento, junto al jaleo de sus compañeras en segundo plano. 

Bailarina basculando, de Degas
Bailarina basculando (1877-1879), de Edgar Degas

El cuadro muestra ese instante definitivo propio de la fotografía, a través de cuerpos definidos mediante el dibujo y otros elementos más difuminados como el fondo. Es el uso del color lo que acerca la obra hacia el impresionismo, con el trazo de pinceladas desordenadas. Degas incluso incluye los destellos de color de las faldas por fuera de su perímetro, para mostrar la fugacidad del movimiento.

Dentro del mismo tema de la danza, otra obra muy conocida del pintor francés es La clase de ballet (1880-1881), situada en el Museo de Arte de Filadelfia. Esta escena muestra unas bailarinas practicando una danza en su estudio mientras una señora, que aparenta ser una de las profesoras, lee el periódico sentada. A Degas le fascinaba el mundo completo de la danza, y por eso mismo se acercaba a los ensayos para capturar momentos íntimos y previos a la parte performativa de la disciplina. El cuadro sigue el mismo estilo de Bailarina verde, con el color como herramienta principal, pero mantiene el dibujo en casi todas las figuras. La precisión de sus líneas muestran a un Degas detallista que dibuja la realidad. De hecho, él mismo se consideraba un realista

La clase de ballet, de Degas
La clase de ballet (1880-1881), de Edgar Degas

Aunque el estatus económico de su familia le permitió pintar lo que quiso al empezar en el mundo del arte, la mayoría de sus cuadros son encargos. Después de la muerte de su padre en 1874, su hermano tenía muchas deudas a las que no podía hacerle frente, así que Degas lo ayudó vendiendo su colección de arte. A partir de aquí, comenzó a vivir de la venta de sus obras. Vivió un final trágico, ya que poco a poco fue perdiendo la vista y se quedó ciego. Antes de perderla por completo, trabajó en esculturas icónicas como La pequeña bailarina de catorce años, que habita en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

Su carrera artística, llena de contradicciones y temas controvertidos en su momento, ha marcado la historia. Su participación en las conversaciones y exposiciones de los impresionistas lo sitúa como uno de los protagonistas que motivaron ese cambio en la pintura a finales del siglo XIX. Gracias a ellos, incluido Degas, el siglo XX jugó con todas las convicciones anteriores para cuestionar lo que era y es el arte.

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