Llegué al Reina Sofía la primera; casi abro las puertas y si hubiera pillado mejor combinación de trenes habría llegado a tiempo incluso para la inauguración del museo. He ahí mi eterna manía de salir con el quintutriple de tiempo de margen
“Tratado de feminidad”. O “de cómo ser opuestamente idénticas”. El caso es que cualquiera de los dos pudo haber sido ser el subtítulo de la primera novela de Lucía Etxebarría, Amor, curiosidad, prozac y dudas. Este libro, que abrió la senda creativa