Zóbel, el arte de saber mirar

El pintor vanguardista Fernando Zóbel en Harvard durante los años 50
Fernando Zóbel en Harvard, Massachusetts, en los años 50. | Museo del Prado

El Museo del Prado acoge la colección de obras, cuadernos y dibujos de Fernando Zóbel, el artista que reivindicó la observación y estudio de las pinturas clásicas como fórmula para reinventar la vanguardia

Una mancha oscura sobre un lienzo blanco puede no decir nada a quien no quiera entender. Sin embargo, para Fernando Zóbel (Manila, 1924-Roma, 1984), uno de los artistas con mayor reconocimiento de la vanguardia española, la abstracción de sus obras se erige con los cimientos en los que se apoyan siglos de historia de arte. Las sombras y luces que componen sus cuadros reflejan la influencia y admiración que sintió por los grandes maestros, desde Velázquez hasta El Greco.

El Museo del Prado, en colaboración con la Fundación Juan March, ofrece a través de la exposición temporal El futuro del pasado, un itinerario completo por la filosofía y visión del artista sobre la relación que guarda la tradición pictórica con la modernidad conceptual del arte. Una manera de mostrar que existe una causalidad entre la abstracción y la figuración, solo perceptible para quien educa la mirada. «Para saber pintar, primero hay que saber mirar. Y a mirar se aprende», resaltaba el pintor como máxima.

«Dibujar los cuadros es una forma de verlos», anotó Zóbel en uno de sus cuadernos de bocetos, herramientas que portaba siempre consigo y utilizaba como vía para «conversar» con los maestros del arte. Un diálogo que efectuaba a través del papel, esgrimiendo esbozos rápidos de la expresión que más captaba su atención en los cuadros de Goya, Ribera o Zurbarán, por nombrar algunos de sus referentes.

La muestra, dividida en dos salas, profundiza en su proceso de estudio y creación a través de esbozos, pinturas, caricaturas, fotografías y fragmentos de los diarios del artista. En ellos se aprecia con claridad su percepción del arte y el preciso método de investigación y creación que aplicó durante las cuatro décadas que se dedicó a la pintura.

El primer espacio expone en vitrinas las libretas que utilizaba para plasmar todo ese proceso artístico, así como algunos cuadros de colecciones tan emblemáticas como Serie negra o Serie blanca, colgadas junto a las pinturas clásicas que inspiraron al pintor. Es el caso de la Alegoría de la castidad de Lorenzo Lotto, que resultó en El sueño de la doncella, del pintor vanguardista.

Zóbel no definía este procedimiento como imitación, sino como la evocación y plasmación de la memoria en un lienzo. Las visitas continuas a museos como El Prado no solo alimentaban su fascinación por el arte, sino que le ofrecían la oportunidad de analizar los detalles de las pinturas de distintas épocas para después desgranarlas en su estudio como si de una autopsia artística se tratase.

Cuadro de Las Hilanderas de Velázquez
Las Hilanderas, de Velázquez (1657)

“Recojo mi tarjeta de copista del Prado. Lo esencial es que me da derecho a silla. Se me estaban acabando los cuadros que por casualidad tienen asiento puesto delante”, apuntó tras una de sus múltiples visitas al centro artístico, que ahora homenajea con esta muestra su importante labor de aprendizaje y difusión de la cultura pictórica, ya que en su trayectoria no sólo se limitó a pintar.

Bocetos de Zóbel de Las Hilanderas
Boceto de Las Hilanderas de Velázquez, efectuado por Zóbel. | Museo del Prado

Otros colores, texturas y formas

La segunda sala queda marcada por el contexto geográfico y las circunstancias que rodeaban al autor, que le permitieron viajar por el mundo e impregnarse de los colores, las texturas y formas de las culturas de otros países. Zóbel, que nació en Manila (Filipinas), desarrolló su vida en tres continentes: Europa, Asia y América. Por tanto, pudo influenciarse por diferentes corrientes artísticas y desarrollar un estilo propio que ha sido considerado, si no único, muy destacable.

Autorretrato de Zóbel con sello chino
Autorretrato de Zóbel con sello chino (1952)

En concreto, resalta su interés por el arte japonés y chino debido a su cercanía. Por otro lado, estudió en Harvard durante su juventud, impregnándose en el momento de los maestros del expresionismo abstracto como Rothko, Klimt o Pollock. De su conexión con España, predomina su embelesamiento por Velázquez.

El artista además de pintar, ejerció como educador, impartiendo numerosas conferencias durante sus viajes e impulsó proyectos como la Ateneo Art Gallery en Manila y el Museo de Arte Abstracto Español en Cuenca. Bajo el lema «aprender a ver y enseñar a ver», quiso difundir a sus contemporáneos y a las siguientes generaciones la importancia de conocer y entender el desarrollo de la historia del arte.

El futuro del pasado recupera esta visión educadora, con una colección que reúne un total de 42 pinturas, 51 cuadernos de apuntes y 85 dibujos, entre otros objetos del artista, que podrán verse hasta el próximo 5 de marzo.

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