Ronda es menos Ronda sin Julio

Julio en Ronda.
Julio, un sillero, en Ronda

Yo me llamo Julio. ¿Sabeh por qué? Porque anteh, pueh, loh matrimonioh tenían muchoh niñoh. No había televisión, no había nada, pum alé, éramoh 8 hermanoh. Mi padre ya tenía Vicente, Agustín, Antonio, María, yo qué sé… Y yo nací un día en julio y dijeron: ehte e Julio.

En una calle recóndita de Ronda, calle Virgen de la Aurora, de esas que aparecen en Google Maps pero son tan insignificantes que ni siquiera te deja transitarlas virtualmente con el muñeco amarrillo, se encontraba Julio. Con su gorra blanca de Adidas, con más de ochenta inviernos a sus espaldas, estaba sentado en un taburete de madera, con la puerta de su casa- taller abierta, tejiendo sillas y viendo los paseantes.

Son de tireta de juncos, ¿no?, pregunté.

Miró entre carcajadas, pensando, seguramente, lo poco que sabía yo de la vida todavía. Y de las artes artesanales.

Ehto no, ehto mira, ehto e anea. Luego investigué que también se le llama enea o popularmente espadaña. Espera, que te esplico. Mira, ehto se coge ahora en junio, ¿no? Señalaba las hojas de anea amontonadas a su lado. Como un pequeño tesoro descubierto con gran empeño. Y ehto cuando se coge está tan verde como aquello. Señalaba los árboles de la calle, afuera de su casa. Se seca. Pero no lo puede coger ni tú, ni tú, ni tú, ni yo. Tiene que tener permiso. Y eso se cría donde hay agua. Con la sequía no viene. Pero no en todos los ríoh tampoco.

Si no en todos los ríos, ¿sería ese el caso de Guadalevín, el de Ronda? Este, que serpentea entre las profundidades del tajo, es más que una simple corriente de agua; es el alma palpitante de la ciudad, objeto de tantos fotógrafos, tantas miradas diáfanas. Me acordé del Puente Nuevo que habíamos cruzado el día anterior. Desde lo alto, la vista del río es un canto a la belleza y la grandeza de la creación. Como el Lied “Liebst du um Schonheit” de la compositora Clara Schumann con texto del poeta Friedrich Rückert. «Si amas la belleza, ¡no me ames a mí! ¡Ama al sol, que cabellos de oro tiene!»

Julio en su casa-taller en Ronda.
Julio en su casa-taller en Ronda.

Sus manos, hábiles y firmes a pesar de los años, trabajan con una precisión que solo el tiempo puede otorgar.

Y tengo un hermano, que se ha tirao en Alemania treinta añoh. Y nació un domingo, pueh Domingo le llamaron.

El taller de Julio es un santuario de calma. Julio teje con una paciencia casi poética, cada movimiento meticulosamente calculado, cada fibra de enea entrelazada con maestría. Se divierte con nosotras cuatro. Le faltaba compañía.

¿Estás aquí solo?, intento averiguar, al mismo instante que me doy cuenta de que es una pregunta ridícula. La soledad, pensé, es un lienzo en blanco, una página aún por escribir. Es el espacio donde los poetas encuentran sus versos, donde los artistas descubren sus formas, donde los pensadores hallan sus ideas. En su vasto silencio, cada sonido, cada susurro, cada pensamiento se amplifica, se convierte en una pieza de una sinfonía más grande. Para Julio era el arte de tejer sillas con anea.

No he mencionao la guerra. En la guerra, loh niñoh no valían un doble, loh niñoh se morían. No había pa comer. Con mi madre tampoco teníamos eso, pero cruzó la calle y crio al niño de la vecina también.

Vistas del Puente Nuevo de Ronda.
Vistas del Puente Nuevo de Ronda./ Wikimedia Commons.

Nació en una época donde el tiempo se medía con el ritmo de las estaciones y las manos eran la principal herramienta de trabajo. Durante la guerra sobrevivían con lo que podían. Quizás aprendió el oficio de su padre o de su hermano Agustín, quién sabe. No hubo mucho tiempo para conversar. El grupo nos estaba esperando. Pero lo suficiente para que unos ojos hablen.

Y tú, ¿cómo te llamah?

Preslava.

¿Ehclava? Se rio. Había entendido perfectamente el nombre, pero ese era su modo de vida: reír para sobrevivir. Eso había aprendido durante los años.

Mira, que te voy a enseñar una cosa…

Sacó una foto en blanco y negro. Un joven con bigote y cejas finas, vestido con un traje impecable y una corbata cuidadosamente anudada. Su cabello abundante enmarca un rostro que es a la vez serio y lleno de una quieta determinación. En sus ojos, una intensidad que traspasa el tiempo.

Julio enseñando su foto de joven.
Julio enseñando su fotografía de joven.

Vamoh a ver. Allí habrá hombre guapo. Pero como ehte no…

Quizás nunca más vaya a ver a Julio. A veces no hace ni falta. Son momentos efímeros que se incrustan en la memoria. Y con eso basta para que la existencia tenga sentido. Ronda es menos Ronda sin Julio.

Preslava Boneva

Periodismo y Literatura. De Bulgaria. Colabora habitualmente en The Objective y Madrid Actual. La luz y los atardeceres; la poesía y los libros; la música y la ópera. Los viajes. Un café. La fotografía.

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