La música comienza a bajar. Camino hacia el micrófono. Cojo aire.
Silencio.
Así comenzaba mi participación en la primera edición de la ruta poética Poesaña por el barrio madrileño de Malasaña. Estaba organizado por la editorial Bala Perdida y en ese momento ya habían leído poetas de la talla de Míriam Martins, Dianamutica, José Manuel Lucía, Sherezade, Martín Parra y Maria López Morales. Yo era uno de los últimos poetas en participar y el lugar elegido para ello era el Bar Horacio.
Una vez bajo la luz, comencé presentándome. Podría hacerme el interesante y decir que fue una presentación ingeniosa, pero la verdad es que no lo recuerdo, lo que sí recuerdo es el silencio, los ojos sobre mi y mi temblor.
No estaba nervioso por hablar en público, eso lo había superado hacía tiempo, lo estaba por lo que estaba a punto de hacer. Leer poesía, o por lo menos la propia, es contarle a un grupo entero de personas (entre las cuales había desde sonrisas cómplices hasta miradas desconocidas) los secretos más profundos de tu ser. Leer poesía no es como leer una novela, un fragmento con el que te sientes identificado. La poesía es verdad, no mi verdad. La verdad. Lo que pasó un día, aunque a veces (y en mi caso) fuera solo en mi mente.
Entonces comienza o comienzo, sigo sin tenerlo claro.
Y empiezo a leer y ya no hay local, no hay miradas, no hay silencio, ni micrófono, ni aire. Estoy de nuevo en el momento. Viajo con mi máquina del tiempo y vuelvo a estar ahí y lo siento todo de nuevo. Me gustaría poder expresar en palabras lo que es recitar algo que aún a día de hoy te extraña que haya salido de ti.
Y unos minutos después en los que las verdades han salido de mi boca regreso de nuevo al silencio, he vuelto al presente.
Levanto la cabeza.
Aplausos.
Y pienso en que si existe de verdad algo de magia en este mundo, esta ahí, está pasando.
Leí unos cuantos poemas de mi libro De sueños también se muere que elegí ese día por la mañana basándome en un criterio tan válido como mi estado de ánimo. Me pregunté: ¿qué quieres decir hoy? y no tuve respuesta. Pensé también en enfocarlo como: ¿quién eres tú? pero tampoco me convenció, así que preferí callarme y dejar que la poesía hablara por ella misma. Lo curioso es que, en mi caso, vida y obra viene a ser casi lo mismo, entonces, cada poema tiene una historia detrás. Una historia que no es necesaria para entender la poesía. Yo intento escribir lo universal, pero a veces, como en estas ocasiones especiales, me gusta hablar de lo particular, aquello que acabó convirtiéndose en esas letras sobre la página.
Por último quise hacer algo especial, leer algo que no se pudiera encontrar (aún) en ningún sitio. Un poema que existiera solo para los que nos reunimos allí, decidí leer un poema titulado MUJER, que escribí en una ocasión determinada y que me parecía un buen final, además Jaime Cedillo había leído un poema que trataba sobre los hombres y pensé que sería interesante leer los dos juntos.
Así lo hicimos. Y creo que ambos textos jugaron juntos como dos niños en un parque, que se entendieron y fueron más verdad.
Tras esto, de nuevo el aire, la música volvió a subir y los abrazos.
Se me había olvidado comentar que todo esto pasó el 21 de Marzo, Día internacional de la poesía. Pasamos un cumpleaños inolvidable y nos quedamos con ganas de seguir celebrándola.
Bueno, esa noche y todos los días.