“Cuando tenía 11 años, una niña de mi clase me dijo que cuando me ponía de perfil parecía otra persona. Para mí ese comentario se convirtió en una sentencia y desde entonces aborrecí mi nariz”. Ese fue el primer rasguño, la primera fisura hacia la inseguridad de Mara Saiz, una fotógrafa madrileña de 32 años que realiza fotografía sanadora. “Durante años mi complejo fue extendiéndose como un virus por todo mi cuerpo y ya no odiaba sólo mi nariz, sino mi perfil al completo, la forma angulosa de mi mandíbula, mis orejas, mi pecho pequeño, mis múltiples lunares, mi culo e incluso mis piernas”, confiesa la fotógrafa.
Así fue viendo poco a poco que su cuerpo era imperfecto, muy inferior a sus pretensiones o deseos. Un desequilibrio que la ha acompañado durante toda su vida. “No pretendo que suene triste o victimista, sino real y auténtico”. Sin embargo, no fue hasta los 29 años cuando realmente encontró su salvación en la fotografía. Al principio buscaba proyectar al exterior su propia visión del mundo, pero con el tiempo su objetivo cambió.
“Descubrí que lo que realmente tenía que hacer era reeducar la mirada del ser humano hacia sí mismo”. Cogió el objetivo y a través de él miró, sintió y finalmente mostró al resto lo que veían sus ojos con la simple motivación de ayudar a otros a encontrarse. “Devuelvo a la persona que retrato una nueva mirada hacia sí misma para que aprenda a reconocerse y a mirarse de una manera sana y transparente”, afirma Saiz.
De esta forma, su fotografía cobra vida recreándose en los paisajes interiores de las personas que se colocan frente su objetivo. “Busco los colores o los grises del alma más que de la escena”. Sus mujeres brotan en lugares donde la luz y el color parecen flotar en el aire. Pero nada de eso es comparable a los cuerpos, rostros y ojos de sus retratadas. Calladas, casi ausentes, se deshacen frente a la cámara y vierten su propio mundo interior.
Así, Mara Saiz convierte en fotografía el universo intimista de las mujeres inspirándose en artistas como Monet y Hopper. “Hay momentos que mi alma se recrea con Monet a través de sus líneas no del todo definidas, casi etéreas, su color, naturaleza y agua. Pero también Hopper cuando me vuelvo solitaria, minimalista y austera en colores”.
Y al mismo tiempo que prestaba su ayuda mejorando la autoestima de sus retratadas sintió que se ayudaba a sí misma. “Todas las mujeres a las que fotografío me están salvando. Todas las mujeres a las que ayudo son las verdaderas responsables de sentirme cada día mejor conmigo, en mi cuerpo y frente al espejo”.
Por ese motivo, con los años ha ido desarrollando talleres para trabajar la confianza de mujeres que nunca han sido fotografiadas de forma profesional. Durante diez horas en un espacio único se conocen con el objetivo de que se exploren así mismas a nivel personal. “Es un viaje intenso e interior en el que a través de diferentes dinámicas artísticas, meditaciones, música y algunas propuestas personalizadas para cada grupo, doce mujeres recuperan su valor y se empoderan”. Sin embargo, en este viaje Mara Saiz no está sola, durante las sesiones de fotos una psicóloga y terapeuta transpersonal la acompaña para conseguir que “toda mujer sea la prioridad y lo principal en su propia vida”.
Una de las peculiaridades de su obra es que está centrada principalmente en la belleza de la figura femenina. «La unión, la comprensión, la empatía, la hermandad y la energía a la hora de trabajar es infinitamente mayor al ser mujeres», declara Saiz. Aunque no niega la creciente curiosidad que despierta en ella la intimidad masculina. «Cada vez más quiero adentrarme en la fotografía sanadora con hombres y si no lo hago más es porque son muy pocos los valientes que se atreven a desnudar su alma frente a una cámara de fotos».
Sus creaciones palpitan a través de los matices, tonos y luces. Belleza que ella misma intenta hacer verdadera y real desde el alma. «Para mí lo verdadero siempre tiene un componente de otro plano, místico y casi irreal; esa es la razón de mi uso del color».