‘Monet’: la vida antes del Nenúfar

La exposición más íntima y humana de la obra del padre del impresionismo, muestra su historia a partir de la luz con la que reflejó su realidad

A través de un breve y directo título, Monet sumerge en un recorrido dentro del alma del hombre, y no del artista. Se adentra en las circunstancias y en el contexto del individuo que conformó Monet. Por una vez, el protagonista no son los nenúfares del jardín de Giverny, sino el jardín en el que habita la conciencia del autor francés, junto a su vida e intimidad.

Esta inmersión única se muestra a partir de más de 50 lienzos trasladados del Museo Marmottan de París al CentroCentro de Madrid hasta el 25 de febrero. Esta rica retrospectiva del autor refleja una experiencia más actualizada y contemporánea de la divinidad que encarna el propio Monet dentro de la historia del arte.

«El color es mi obsesión cotidiana, mi gozo, mi tormento», con estas palabras el artista resume la esencia de su obra, la reinterpretación de los colores de los objetos, en relación a la luz y al contexto con la que los pinte. Esta iluminación y circunstancias fundamentan los tonos, a partir de fragmentadas formas, en sí inmersas en una imagen impresiva de lo que parecía el mundo para el autor. 

Confirma en sus pinceladas tanto la teoría de que la iluminación fundamenta los tonos, como que sus formas están fragmentadas e inmersas en la impresión del autor.
Camille en la playa (1870)

Además no solo se encuentran obras de dicho autor, sino lienzos de también amigos y admirados colegas de Monet –como fueron Renoir, Delacroix o Rodin, entre otros– , aludiendo a su faceta más coleccionista. Como dio a entender Paul Cézanne con «Monet es solo un ojo, pero ¡qué ojo, por dios! », estos distintos puntos de vista artísticos que conviven en el mismo mundo histórico y cultural que la obra de Monet, permiten percibir diferentes impresiones de lo que era el aura de la época, y animan a comprender que los lienzos dependen de la luz con la que percibe el artista el mundo que compartimos todos.

«Somos aquello que nuestro mundo nos invita a ser», con esta cita Ortega y Gasset, muestra en palabras lo que el artista plasma en su obra, a partir de sus formas, colores e impresiones de lo que representa el constructo de la realidad de cada uno. Claude Monet, a través de sus lienzos refleja su realidad a través de simples, pero complejas gamas y tonalidades de colores, donde las formas no son lo resaltante, sino la impresión de estas. El artista confiesa su obsesión y su tormento, lo cotidiano.

A lo largo de seis partes, la exposición explica detalle a detalle, la vida y las circunstancias en las que se encontraba el artista en cada una de sus etapas vitales, reinterpretadas dentro de su carrera artística. Su muestra es muy delicada, fina y ligera, donde convive lo mítico –representado por sus lienzos más puros– con lo rompedor, ya que también se aplican técnicas de exposición más actuales como grandes proyecciones, donde la inmersión dentro de los paisajes es dulce y dinámica. Esta actualidad introducida en la exposición es muy acertada, debido a que a la vez que se introduce a Monet en nuestro mundo, introducimos a Monet en el nuestro, haciendo así una diferenciación de ese impresionismo de cada generación, y en este caso de cada sociedad.

Esta obra muestra la sensibilidad del autor al representar los detalles del paisaje.
El tren en la nieve (1875)

Desde Noruega, Francia, Holanda con El tren de la nieve, El puente del ferrocarril o Paseando cerca de Argenteuil, hasta el jardín de Giverny en Francia, el artista nos escribe la historia de su vida. Monet a través de su sensibilidad, nos da a conocer en sus pinceladas a un hombre observador, sensitivo, a un lector dentro de un artista. 

La obra que desvela la humanidad de esta divinidad encarnada en artista, fue Londres, El Parlamento al anochecer, ya que a través de su contraste visual cuenta una historia, su historia. El llamativo y colorido atardecer, contrastado con el oscuro monumento edificado, relata su recuerdo como refugiado de la guerra franco-prusiana. Londres como la niebla de su vida, ya que como él mismo dijo, «Sin niebla, Londres perdería su encanto». Esta ciudad como su paradoja, donde la contradicción se describe en su obra, el refugio, pero no el hogar. Este tormento se difuminará dentro de su vida y obra, en su paraíso en la tierra –como decía Vicente Aleixandre–,  en su jardín de Giverny. 

Esta obra representa el significado de la ciudad de Londres para el autor, a través de sus colores, formas e impresiones.
Londres, El Parlamento al anochecer (1905)

Con nenúfares, diversas flores, puentes, estanques y más nenúfares, se mostró la epifanía de este artista y el fin de esta íntima exposición. Aunque con problemas de visión, Monet representó su manifestación vital a partir de paisajes florales, dulces y llenos de paz.

Madrid nos expone un Monet íntimo, lleno de vida, repleto de historias, relatadas en colores, luces y muchas impresiones. Podemos observar y descubrir en sus pinceladas esa misma iluminación divina, pero desde un punto de vista más humano. Esta vez, el admirado nenúfar se convierte en el porqué de su obra, y no en el qué. 

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