‘C’est la vie’: reír por reír

Escena de C'est la vie

Cuando en 2011 la dupla de realizadores Olivier Nakache y Eric Toledano sorprendió al mundo con Intocable, que se convirtió en la película de habla no inglesa más vista de la historia del cine, parecía que su carrera había encontrado un punto de inflexión, tras haber realizado previamente tres películas que pasaron bastante desapercibidas. De alguna manera así fue, pues a partir de entonces todo lo que han creado se ha convertido en un éxito absoluto de público en Francia, su país natal. Pero lo malo de crear un filme como este es que sitúas un listón al que se espera que llegues o por lo menos que te acerques en todo lo que hagas posteriormente.

Con Samba (2014), la historia de un inmigrante senegalés sin papeles que busca la felicidad en París, intentaron repetir la fórmula. De nuevo con Omar Sy en el papel protagonista, acompañado por Charlotte Gainsbourg, esta tragicomedia tenía varias de las señas de identidad que hicieron de Intocable un auténtico éxito, pues narraba una historia de superación personal, exploraba la cuestión de la inmigración y la Francia multirracial, y contaba con la banda sonora de Ludovico Einaudi.

Ahora, Nakache y Toledano regresan con C’est la vie –traducción curiosa del título original Le sens de la fête (‘El sentido de la fiesta’ en español)–, que se aleja de sus dos anterior obras y se propone como una comedia pura y dura centrada en los entresijos de la preparación y posterior celebración de una boda en un castillo francés del siglo XVII.

Fotograma de C'est la vie

A pesar de estar centrada en la figura de Max Angély –interpretada por el reconocido actor francés Jean-Pierre Bacri– un hombre maduro con problemas en su matrimonio y encargado de todo el equipo de catering, C’est la vie es una película coral en la que no destaca demasiado ningún personaje por encima del otro. Todos los integrantes del equipo de preparación de la boda, desde el fotógrafo al músico, los camareros o los lavaplatos, tienen un rasgo en su personalidad y unas peculiaridades muy concretas que el filme trata de explotar, unas veces con más éxito que otras, y alrededor de ellas circula toda la idea del filme.

En C’est la vie, Nakache y Toledano sí que vuelven a abordar una constante en su filmografía, la integración laboral por parte de los inmigrantes sin papeles, pero lo hacen de una forma mucho más velada que en las anteriores y la denuncia queda difusa entre los gags que salpican el filme.

Y es que el objetivo final es hacer reír. Sin embargo, el resultado tampoco es una película de carcajada continua. Tiene puntos cómicos y, en general, te mantiene con una sonrisa durante todo el metraje, pero se echa en falta una propuesta más arriesgada. Más de tres millones de espectadores en Francia y una nominación al Goya a mejor película europea avalan este filme, pero se espera algo más de unos directores que ya han demostrado lo que pueden hacer.

 

Pablo Gugel

Periodista y Comunicador Audiovisual. Cinéfilo, melómano y amante del arte y la literatura.

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