‘Fallen Leaves’: la odisea de encontrar amor y esperanza en un mundo hostil

Una escena de Ansa y Holappa en un cine.
Fotograma de Fallen Leaves de Aki Kaurismäki. ©Avalon.

Aki Kaurismäki construye en solo 81 minutos un relato tan desolador como bello. Una cinta magnífica, con los rasgos más característicos de su cine y que le ha valido para consolidarse como una de las mejores películas de la temporada de premios.

El director finlandés Aki Kaurismäki lleva rodando películas desde los años 80. Una colección de títulos preciosistas como Sombras en el paraíso (1986), Hamlet se va de negocios (1987), Agárrate el pañuelo, Tatiana (1994), Nubes pasajeras (1996), Contraté a un asesino a sueldo (1990) o Un hombre sin pasado (2002). Su última cinta, Fallen Leaves (2023), ha pasado de forma silenciosa por las salas de cine. Una pequeña producción entre gigantes que apenas ha llegado a los 117.000 espectadores en cinco semanas. Parece que el cine de autor asusta, más aún si viene acompañado de un nombre difícil de pronunciar.

Todas sus películas cuentan historias de perdedores, alcohólicos y solitarios que deambulan por espacios cerrados y minimalistas. En este caso, asistimos al acercamiento romántico entre Ansa y Holappa, interpretados por unos formidables y contenidos Alma Pöysti y Jussi Vatanen, dos corazones dolidos, errantes y pobres que se enamoran.

Ansa y Holappa durante una cita romántica.
Fotograma de Fallen Leaves de Aki Kaurismäki. ©Avalon.

Él es un alcohólico que pierde constantemente sus trabajos a causa de la bebida, mientras ella simplemente tiene mala suerte con cada empleo que encuentra. Primero la despiden como reponedora de un supermercado. Más tarde el jefe del bar donde trabaja resulta ser un traficante. Así, hasta que finalmente da con un trabajo en la industria de la construcción.

El director refleja la esclavitud laboral a la que se ven sometidos sus personajes, pero siempre dignificándolos. Incluso apuesta por un humor sutil, que tensa las comisuras de los espectadores y los obliga a esbozar una tímida y dolida sonrisa. Esto ocurre, por ejemplo, en una escena en la que Ansa está sola en casa, con un montón de sobres encima de la mesa de la cocina. No hace falta dar más pistas, está claro que se trata de facturas y así lo confirma la protagonista cuando se levanta abatida de la silla y decide desenchufar algunos electrodomésticos. La escena concluye con ella optando por apagar directamente los fusibles de toda la casa para no gastar.

Ansa y Holappa no solo encuentran dificultades en su vida diaria, sino también en el plano romántico. Tras tener un primer intercambio de miradas en un penoso karaoke, el azar hará que coincidan luego en una parada de autobús. La suerte en esta película es un factor negativo, ya que juega en contra de los personajes y parece reírse de sus intentos por estar juntos. Siempre hay algo que los separa o impide su encuentro. Merece mención especial esa escena a la salida de un cine, donde Ansa le da un papel doblado a Holappa con su número de teléfono apuntado. Precisamente por un desliz que tiene lugar segundos después, la secuencia es magnífica: tan divertida como deprimente.

Una escena de Ansa y Holappa frente a un mural de pósters de películas.
Fotograma de Fallen Leaves de Aki Kaurismäki. ©Avalon.

A pesar de la desesperanza que nos infunde el filme al principio, resulta ser un precioso viaje hacia la felicidad. Gracias a su talento narrativo, Kaurismäki coloca a sus protagonistas en el lugar adecuado y los ennoblece. Incluso personajes secundarios, como el robaescenas de Janne Hyytiäinen, que interpreta al amigo y compañero de trabajo de Holappa, está escrito de manera brillante. La escena que protagoniza en el karaoke es simplemente maravillosa.

El universo de este cineasta está colmado de una miseria cálida, en el que sus personajes se mueven sin un propósito claro en la vida. Solo tratan de sobrevivir. Y todo ello embellecido con una paleta de color, una dirección fotográfica y un humor muy característicos de su cine. La estética y el cromatismo de Fallen Leaves contrastan con la penuria de sus protagonistas. Todo gracias al icónico director de fotografía Timo Salminen, una constante en el celuloide de Kaurismäki desde que empezara a trabajar hace más de cuarenta años (se dice pronto).

La paleta de colores es fija (rojo, amarillo y azul) y contrasta con muchos espacios grises y apagados de la ciudad de Helsinki. A esto hay que sumarle el predominio de planos fijos, ya que apenas hay movimientos de cámara (como mucho algunos travelling horizontales). El encuadre es muy importante también, con una tendencia a dejar mucho aire por encima de la cabeza de los personajes. Si alguien se pregunta por qué este estatismo en sus planos, la respuesta la tiene el propio director, que en una ocasión afirmó ante los periodistas: “Es que es muy difícil mover la cámara cuando estás de resaca”. Icónico.

Tres de los personajes femeninos que aparecen en la película Fallen Leaves.
Fotograma de Fallen Leaves de Aki Kaurismäki. ©Avalon.

Fallen Leaves bien podría ser también una carta de amor al cine, pues el director hace constantemente referencias a cintas de Jim Jarmusch, David Lean, Jean-Luc Godard, Yasujiro Ozu, Robert Bresson o Charles Chaplin. De hecho, muchos de los espacios que se ven en pantalla están empapelados con posters de sus películas. Un bello ejercicio de cinefilia del que debería tomar nota Quentin Tarantino: se puede referenciar grandes obras sin copiar ni beber de sus imágenes.

Sin duda, Fallen Leaves es de esas películas a las que una siempre quiere volver. Un precioso estudio de la condición humana, que madura entre trabajos temporales, bares y tragos de vodka. Chapó, Kaurismäki.

Ansa leyendo un libro junto a su perra en un sillón de su casa.
Fotograma de Fallen Leaves de Aki Kaurismäki. ©Avalon.

Nerea Méndez Pérez

Periodista a tiempo parcial, cinéfila a tiempo completo. Nacida en la tierra de los limones, Murcia, y a mucha honra. Es friki por vocación y escritora por elección.

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