Descubrir si un artista es un icono se basa un simple juego lingüístico. Sólo hay que pensar en su nombre y observad un fenómeno: si junto a él aparece una ristra de palabras que se erigen como pinceladas inseparables a la imagen del artista es un icono. Hagamos la prueba. ¿En quién pensarían si les habló de volúmenes exagerados, figuras anchas e infinidad de curvas? No puede ser otro que Fernando Botero, el creador colombiano que este mes cumple 80 años en medio de una vorágine de actos con los que nos quieren recordar por qué es uno de los artistas más reconocidos del planeta.
La primera manifestación del octogenario aniversario resultó ser una auténtica contradicción. En vez de que el cumpleañero recibiera un regaló fue él quien cedió una de sus obras a ciudad natal, ese Medellín que le vio nacer el 19 de abril de 1932. En concreto, Botero donó su escultura El gato, una pieza en bronce de “1.050 kilos y de 390x150x190 centímetros, vaciada en su taller de Pietra Santa, en Italia”, según informa el diario Vanguardia.com.
Otras de las conmemoraciones boterianas destacadas son la retrospectiva Botero: una celebración, que acoge el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México o la exposición Viacrucis: La Pasión de Cristo, en el Museo de Antioquia (Medellín), ambas encaminadas a festejar al que es el pintor y escultor vivo más cotizado de Latinoamérica. Por desgracias, estos y otros actos tendrán lugar a miles de kilómetros de España. Por fortuna, el maestro de las desproporciones también vive aquí. Podemos ver sus voluptuosidades esparcidas por Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Oviedo y La Coruña, gracias a las esculturas que él mismo donó a estas ciudades. Así es Botero. Grandioso, pero humilde: un artista redondo.
Imagen 1: Fernando Botero. Fuente: Arteseleccion.com
Imagen 2: Mano, en el Paseo de la Castellana (Madrid). Autor: Manuel González Olaechea y Franco
