‘Un italiano en Noruega’: El humor costumbrista cautiva a los españoles

Un italiano en Noruega

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Checco Zalone ha soñado toda la vida con ser funcionario en una administración regional. Ya de adulto, nada le satisface más que poner sellos en su despacho, hasta que el Estado decide suprimir las provincias. En ese momento, Checco se verá obligado a elegir entre la indemnización o el traslado. Sin embargo, aceptará ir a la base científica italiana del Polo Norte, donde se encontrará con personas más civilizadas, frías y organizadas.

El filme, que ya podemos ver en los cines, es una caricatura no solo de las costumbres geográficas, sino del sistema administrativo del país, en el cual prima la corrupción y que bien se puede extrapolar a España. Un italiano en Noruega exprime el estereotipo echando mano de gags universales e ironía situacional. Y es que, la explotación de los clichés regionales y sus contrastes, a lo Bienvenidos al Norte de Dany Boon, funciona estupendamente para dar rienda suelta a distintas circunstancias irrisorias, por lo que no es de extrañar que se haya convertido en la cinta más taquillera de la historia de Italia, ocupando el primer puesto durante cuatro semanas consecutivas desde su estreno. Además, la libre traducción del título original Quo Vado? –en latín algo similar a ‘¿Adónde vas?’– permite que el público español identifique rápidamente el género del que se trata, que ya triunfó en su día con Ocho apellidos vascos de Emilio Martínez Lázaro.

Aunque la película tenga como personaje central a un antihéroe propio de papeles interpretados por Sacha Baron Cohen o incluso Santiago Segura en Torrente, tanto el director, Gennaro Nunziante como Zalone –que se ha interpretado a sí mismo en cuatro películas bajo la órdenes del mismo cineasta y que en esta cinta participa como actor y guionista–, han sabido hacer uso del humor costumbrista sin caer en lo soez y chabacano. Aunque resulta verosímil, esto podría ser lo más chocante del filme, posiblemente por la costumbre a la comedia estadounidense, pues Checco, a pesar de ser un malcriado de ideas machistas, rara vez utiliza una palabra malsonante o gestos desagradables.

No obstante, las secuencias románticas se cargan la originalidad de la cinta, colgándole el cartel de comedia romántica superficial, dejando a la película sin un remate o reflexión final y consiguiendo que el espectador olvide la autocrítica que se ofrecía al comienzo, centrada en la representación de la administración pública y  los cargos del funcionario que cobra un sueldo vitalicio.

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