El sillón ‘e’ de la Real Academia lleva un año vacío. Los alrededores de la Estación del Norte y del Campo Grande de Valladolid echan de menos al señor de gabardina verde y gorra de paño que todos los días hacía la misma ruta, a una velocidad cada vez menor, del brazo de alguno de sus hijos. El «cazador que escribe» se despidió de nosotros al amanecer del 12 de marzo de 2010. Ese hombre sencillo, recio, austero, castellano de los de verdad, se fue sin hacer mucho ruido, como nos tenía acostumbrados, pero dejándonos el mejor de los regalos: su obra.
Daniel ‘El Mochuelo’, Quico, la Vito, la Domi, Azarías, Cipriano Salcedo, y la Castilla que fue siempre la protagonista secundaria de sus novelas y relatos… Él mismo dijo que sius personajes se llevaron su vida, que son su biografía. Así que en el momento en que alguien abra El Camino, Las Ratas, Señora de rojo sobre fondo gris o Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso, Miguel Delibes cobrará vida de nuevo. Esa es la magia de la literatura.
No fue poco el tiempo del final de su vida en que no podía agarrar la pluma, ni, para completar su dolor, la escopeta. Tuvo tiempo para sentir la cercanía de su marcha, para esperar a la muerte sin prisa y sin miedo. Decía que ésta no era más que un accidente de una vida en la que a todos nos corresponde el mismo. Y decía también que «al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales”.
Miguel Delibes se fue, sin Nobel debajo del brazo, pero sí con el agradecimiento y el cariño de una ciudad, de su ciudad, y de las letras universales. Decía que a Valladolid le debía el buen castellano del que se había servido para escribir, tanto en el periodismo como en la literatura, y nunca la abandonó.
Ni a ella, ni al Real Valladolid, ni a El Norte de Castilla, el diario en el que publicó sus primeros escritos y que años después dirigió y trató de convertir en una trinchera contra el franquismo y a favor de la cultura. Delibes se fue a los 89 años, y lo hizo en su casa, con su gente, en su tierra, que se volcó en su despedida y le encomendó el único favor de pasar el resto de su eternidad junto a su señora de rojo sobre fondo gris.
Vídeo realizado por TVE en honor de la memoria del escritor
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