¿Se puede vivir sin novelas? ¿Sin teatro? ¿Sin sueños? ¿Sin aspiraciones? ¿Debemos conformarnos con lo que la vida nos ofrece o merece la pena buscar ese ideal romántico que muchos tachan de imposible? Aurelia, una joven de finales de los años 20 que vive en un pequeño pueblo de Granada, tiene clara la respuesta. Mientras que algunas de las mujeres que la rodean le insisten en que se case, ella tiene la cabeza en los amores de la protagonista de sus relatos preferidos. Y candidatos no le faltan, pero todos tienen alguna pega: uno por altanero y estrecho de miras, otro por seco, otro por poco agraciado, otro por viejo, y otro por joven… El último de estos pretendientes es además su primo; un niño que se llama Federico García Lorca.
Los sueños de mi prima Aurelia es una obra con tintes autobiográficos en la que Lorca vuelve a tratar, como ya lo hizo anteriormente en Doña Rosita, el tema de la soltería femenina y del paso del tiempo. Ambientada en el pueblo de Granada en el que el poeta pasó los veranos de su infancia, ésta pretende ser una reflexión de su Andalucía natal, para lo que incluye en el texto a cantaores flamencos sin que esto implique llegar al folclore.
Pero nos quedamos sin saber si la protagonista se decide entre alguno de sus candidatos o si por el contrario se abandona a sus ensoñaciones; nos quedamos sin saber si el joven Federico consigue o no conquistar el corazón de su prima, dividida entre el deber y las costumbres y el deseo de libertad. Nos quedamos sin saber todo esto porque García Lorca no concluyó la obra; los desafortunados sucesos del 36 le quitaron la vida antes de que lo hiciera.
Hoy, el Taller de Exploración del Teatro de la Abadía, dirigido por Miguel Cubero, ha completado su trabajo. Lo ha hecho cubriendo los huecos de esta obra con referencias a otros trabajos del poeta (algunos de los cuales están también sin concluir) y apoyándose en evocadoras proyecciones sobre su vida. Es esta la razón de que el espectáculo en sí mismo resulte un homenaje a la vida y muerte de Federico García Lorca.
La actuación y las ganas de los actores compensan un acento andaluz poco logrado. El cuidado de elementos como el vestuario, la música y, sobre todo, un excelente uso de la iluminación otorgan a la representación un carácter costumbrista que facilita al espectador sumergirse en las imágenes poéticas del universo lorquiano.
Es al público al que le corresponde ahora juzgar el trabajo de los actores de la Abadía; un trabajo que, a su vez, está en proceso y se completará con las impresiones de los espectadores que acudan al teatro con la intención de ver resucitar al que fue uno de los mejores escritores en verso de nuestro país.