El Teatro de La Abadía lleva por primera vez a escena la obra Tiempo de Silencio del escritor y psiquiatra español Luis Martín-Santos, a manos del director suizo-alemán Rafael Sánchez y con la versión de Eberhard Petschinka.
La obra narra la historia de un investigador que, a través de experimentos con ratones, indaga acerca del aspecto hereditario del cáncer. Una vez que el joven científico se queda sin ejemplares para proseguir el curso de su investigación, busca nuevos ejemplares en unas chabolas a las afueras de Madrid, donde descubre la marginación, la disfunción de los lazos familiares, la soledad, la impotencia, el odio y el obligado silencio que se esconde detrás de la vida urbana y del momento histórico reflejado. Es entonces cuando la obra comienza a contarnos la realidad social de un siglo XX que no deja de parecerse en ciertos aspectos al actual, y que intenta formularnos continuamente las preguntas: ¿Cómo ha cambiado nuestra sociedad desde entonces? ¿Todavía impera ese manto de silencio del que habla Martín-Santos?
“Es un texto muy complejo para llevar a escena, la adaptación más complicada que he hecho hasta el momento. Pero me entusiasmó cómo Martín-Santos muestra la lucha de los distintos personajes por la supervivencia y cómo si al individuo le dejan solo, no es capaz de sobrevivir, cómo la sociedad abandona a aquellos que quieren cumplir sus sueños. El sistema político de entonces nunca se ocupó ni del individuo ni de la sociedad, solo se centró en la supervivencia de ese mismo sistema”, explica Rafael Sánchez en la presentación del montaje.
A nivel literario, el aspecto más novedoso que incorpora esta obra que, de hecho, supuso ya en su época una nueva fórmula de escritura, fue la inclusión de las voces interiores de los personajes. El dramaturgo ha querido mantener esta técnica, pese a que, en ciertos momentos, puede resultar algo confusa para el espectador. Los siete personajes de Tiempo de Silencio, interpretados por Sergio Adillo, Lola Casamayor, Julio Cortázar, Roberto Mori, Lidia Otón, Fernando Soto y Carmen Valverde, en numerosas ocasiones actúan como narradores, le hablan directamente al público y contextualizan lo que está sucediendo en escena para, acto seguido, integrarse de nuevo en el montaje.
La escenografía, compuesta únicamente por un muro que, como asegura Ikerne Giménez, la figurinista, “puede acoger todo lo que pasa en el espacio gracias, en parte, a la iluminación. Es abstracta pero también realista”. Representa el hueco de un edificio derruido en un barrio de chabolas con Madrid al fondo, la nada en la que viven los protagonistas, que no necesitan ningún cambio de vestuario ni ningún otro elemento sobre el escenario. El juego dramático es suficiente para atrapar al espectador y crear un espectáculo singular e innovador.
Tiempo de Silencio, tal y como asegura José Luis Gómez, el director del Teatro de La Abadía, “es una obra que habla de un momento de la historia de nuestra vida española en la que el silencio cayó sobre nuestro país. Esta obra no es política, pero sí habla de política, de las vidas que muestran lo que era esa España de entonces, en la que muchos no podían llegar a ser lo que querían”. Y con ella, que permanecerá en escena hasta el próximo 3 de junio, se cierra el ciclo dedicado a la a la memoria histórica de esta temporada organizado por el Teatro de la Abadía, en el que también se han representado obras como Unamuno, venceréis pero no convenceréis, Azaña, una pasión española y Europa, que a sí misma se atormenta.