¿Tiene sentido ser poeta hoy en día? ¿Qué significa escribir poesía en el siglo XXI? ¿Qué función cumple esta en el mundo actual? Todo lo relacionado con la poesía en la actualidad nos arroja más sombras que luces, interrogantes difíciles de responder. Por un lado, según el Informe de Resultados de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España del año 2019, solo el 1’2% de los encuestados afirmaba que la poesía era la materia del último libro que habían leído; sin embargo, y según la Federación de Gremios de Editores de España, los jóvenes entre 14 y 24 años son el grupo más lector en España con un 78,8% de mujeres y un 65% de hombres. Ejemplos como el del poeta tuitero Defreds, que vendió 60.000 ejemplares de uno de sus libros y el de Diego Ojeda, que hizo de uno de sus poemarios uno los libros más vendidos a nivel nacional, demuestran que la poesía no está tan muerta como parece. ¿Qué está pasando?
Es ya de sobra conocido el fenómeno de los poetas de redes sociales, los microrrelatos, etc. No son pocos los medios que se hacen eco de esta situación: la generación milenial lee muchísima poesía, los poemarios son superventas… Hay una gran disonancia entre datos. Además, la actitud hacia la poesía en los adolescentes es, en un gran porcentaje, negativa; en un estudio realizado en el año 2017 por Raquel Zaldívar (Las actitudes de los adolescentes hacia la poesía, su didáctica y la educación emocional en la ESO), un 47’5% de los encuestados manifestaban no tener ningún gusto por este género literario.
Así, la poesía es, hoy más que nunca, un género controvertido. A pesar de todo, sigue habiendo cientos de jóvenes poetas desconocidos intentando, o no, abrirse hueco pero, sobre todo, volcando sus corazones en versos que no leerá mucha gente, sin que eso les retenga un solo segundo. Como decía John Ruskin, “pintar por el mero placer de pintar”, o en este caso “escribir por el mero placer de escribir”, sin la idea previa de colgar tu cuadro en una galería o publicar tus poesías en una editorial.
Carmen Fernández, palentina de veintidós años, afirma que para ella la poesía guarda un lugar “bastante íntimo” en su interior. Empezó a escribir hace relativamente poco, cuando la plenitud o la ausencia le invitó a ello, pero la escritura es algo que siempre ha estado “muy latente”. Para Julia Chirila, nacida en Rumanía en 1997, ser poeta es ser “una creadora”, todo pasa por “hacer de la creación artística el eje principal de la vida” y a la vez “convertir la propia vida en la creación en sí”. Ninguna de ellas desprecia la “nueva poesía” nacida de las redes sociales pero, en palabras de Carmen, “sería genial que también hubiese cabida para otro tipo de poesía”. ¿Qué otro tipo? La escritora de Palencia, prudente, evita descalificar, pero da a entender que esta nueva poesía de Twitter e Instagram peca un poco de banal y vacía, “al igual que muchos de los best-sellers actuales”.
No es de extrañar que Carmen sienta fascinación por el simbolismo y surrealismo francés y por el Siglo de Oro español, del que destaca a Góngora como uno de sus favoritos. Además, tuvo una revelación leyendo la antología de Las Diosas Blancas, de mitad de la década de los ochenta, por Ramón Buenaventura, descubriendo a multitud de mujeres poetas que desconocía.
“Pozo de lamias retuerce sus extremos, callan gotas de tiempo en círculos plata. Sudor impuesto, colmenas de barro y lata. Un alma blanca más a nutrir y vender”, es un fragmento de “De la luz y sus llagas” de la poeta palentina. Resulta difícil imaginar este tipo de poesía vendiendo decenas de miles de ejemplares y nos hace pensar inevitablemente sobre la naturaleza de esta “nueva poesía” superventas.
Los referentes de Julia Chirila también cesaron de existir hace más o menos tiempo: Jaime Gil de Biedma, por quién empezó a tomarse más en serio esto de la escritura, Alejandra Pizarnik, Inger Christensen, Leopoldo María Panero, Emily Dickinson… Lo que obliga la pregunta de si los jóvenes poetas actuales están huérfanos de referentes contemporáneos. Julia tiene claro que sí, pero tampoco ve que sean necesarios, “a lo mejor no me identificaría con un poeta actual, quizás me identifico más con poetas que ya no están”, afirma. “Puede ser que sea así y estemos un poco huérfanos”, comenta Carmen, “cuando pienso en mis referentes me voy atrás, muy atrás”, asegura casi riéndose.
“Anne Carson decía que se sentía Emily Brontë cada vez que visitaba a su madre / Una vida solitaria a su alrededor como un gran páramo / Un cuerpo torpe que muere al atravesar la cocina”. La poesía de Julia también goza de una profundidad que no es habitual. La importancia de este género literario en la vida de la joven escritora es esencial, “me ayuda a expresar ciertas cosas que de otra manera no podría”. ¿Es capaz la poesía de hacernos sacar temas y cuestiones profundas e íntimas? La escritora de origen rumano lo tiene claro: “para mí es importante, me costaría mucho sacar en una conversación con alguien los temas que trato en mis poemas”. Así, como ocurre en otras artes, en la poesía también se da ese componente terapéutico, ya sea como catarsis o de forma más contenida.
Aun así, y como hemos visto, la percepción que tienen los más jóvenes sobre la poesía es bastante limitada y, en muchos casos, incluso negativa. Para Carmen la solución está en la educación; para ella hay “una gran distancia” que impide que las personas se acerquen con éxito a la poesía. “Cada vez veo menos acercamiento hacia la poesía, desde el instituto se enseña la figura del poeta con una perspectiva un tanto elitista, como si se tratase de una figura altiva” comenta la escritora. Sobre la posible solución que pueda tener la mayor aceptación de la “nueva poesía” de redes sociales entre los jóvenes, la poeta aboga por la diversidad y comenta que “estaría genial, debería haber tanta poesía como personas”, incidiendo en que también se tendría que dar cabida a “propuestas que se ven como lejanas y complicadas y que luego son maravillosas”.
Para ambas autoras merecería mucho la pena que se fomentase la lectura para que la poesía llegue a un público más amplio y que no esté tan familiarizado con ella, Julia apunta a los recitales de poesía pero es consciente de que hacen falta “recursos y presupuestos” para llegar de forma más masiva. Campañas de concienciación lectora que hoy en día, en plena época covid-19, podrían resultar un tanto risibles. ¿Hace falta la vuelta a la normalidad sanitaria para volver a plantearnos problemas de una vida normal?