Proust en el Museo Thyssen: una vida a través del arte

Retrato de Marcel Proust de Jacques-Émile Blanche © Museo Thyssen
Retrato de Marcel Proust de Jacques-Émile Blanche © Museo Thyssen

La pinacoteca madrileña acoge hasta el 8 de junio una muestra que supone un recorrido diferente por la biografía del filósofo francés

Algo que caracteriza particularmente al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid es su habilidad para buscar enfoques originales para sus exposiciones. Por ejemplo, a finales de 2022 el museo conjugó la moda con el arte en la muestra Picasso/Chanel. Ahora, la institución pone el foco en la literatura y la filosofía para articular su nueva exposición Proust y las artes, que pone en el centro la figura del reconocido escritor francés para construir un relato pictórico en torno a su vida y sus obras. La muestra propone un repaso alternativo a la tradicional biografía por la trayectoria de Marcel Proust (Auteuil, 1871 – París, 1922).

Comisariada por Fernando Checa, la exposición es una prueba de la importancia que el arte tuvo en la obra de uno de los escritores más influyentes del siglo XX, reconocido tanto en la literatura como en la filosofía y la teoría del arte. Las ideas estéticas que Proust desarrolla en su obra, los ambientes artísticos, monumentales y paisajísticos que le rodearon y que recrea en sus libros, así como los artistas contemporáneos o del pasado que le sirvieron de estímulo son algunos de los aspectos que articulan el recorrido de la muestra. El objetivo es resaltar esa vinculación y la interrelación entre el arte y su figura, su vida y su trabajo. 

Proust y las artes se construye en torno a nueve salas con las que los visitantes pueden adentrarse en el universo del autor y en A la busca del tiempo perdido (1913), su obra más conocida: Los placeres y los días; el París de la época; el personaje de la novela Charles Swann; la familia aristocrática de los Guermantes; la ciudad de Venecia; la influencia del escritor y crítico de arte británico John Ruskin; la llegada de la modernidad y la Primera Guerra Mundial; la población de Balbec y el personaje del pintor Elstir, y el último tomo de la novela, titulado El tiempo recobrado (1927).

Una biografía sensitiva

La visita empieza con una fotografía de un joven Proust, tomada por Paul Nadar en 1887, y con el único retrato pictórico del escritor, pintado por Jacques-Émile Blanche en 1892. En esta sala, el protagonismo recae en Los placeres y los días (1896), su primer libro publicado, que ya muestra sus inquietudes estéticas y literarias.

Entre las obras que marcaron su sensibilidad destacan pinturas del Museo del Louvre, como Retrato de James Stuart, duque de Lennox y primer duque de Richmond con los atributos de Paris (1633-1634), de Anton van Dyck, y Salida para un paseo a caballo (1660-1670) de Aelbert Jacobsz. Cuyp. También se expone un dibujo preparatorio de El indiferente, de Jean-Antoine Watteau, una obra que encarna el gusto de Proust por la pintura francesa del siglo XVIII. Además, se exhibe una ilustración de Madeleine Lemaire para la primera edición del libro y lienzos de Henri Fantin-Latour, Jean-Baptiste-Siméon Chardin, Raimundo de Madrazo y Édouard Manet, artistas admirados por el escritor.

París es el epicentro de En busca del tiempo perdido, escenario de la vida social, artística e intelectual que Proust retrata entre 1890 y 1920. La transformación urbanística de la ciudad queda reflejada en las pinturas Jinetes y coches de caballos, Avenue du Bois (hacia 1900), de Georges Stein, y Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia (1897), de Camille Pissarro. Renoir aporta su visión intimista con Después del almuerzo (1879), mientras que Raoul Dufy captura el bullicio parisino en En el Bois de Boulogne (1920).

El peso del teatro y la música en la vida de Proust se evidencia en los retratos de Sarah Bernhardt (Georges Jules Victor Clairin, 1876), del compositor Reynaldo Hahn (Lucie Lambert, 1907) y de su hermana María Hahn (Raimundo de Madrazo, 1901), figuras clave en el círculo del escritor.

Charles Swann, uno de los personajes más relevantes de la novela, encarna la alta burguesía culta y el refinado mundo del coleccionismo de arte. Inspirado en figuras como Charles Haas y Charles Ephrussi, su presencia se materializa en El Círculo de la Rue Royale (1866), de James Tissot y en un retrato de Ephrussi realizado por Léon Bonnat en 1906.

Odette de Crécy, esposa de Swann, encuentra su modelo en Laure Hayman, escultora argentina, cuyo retrato de Raimundo de Madrazo (1880-1885) se exhibe en la sala. Además, se presentan obras mencionadas en la novela, como Diana y sus ninfas (hacia 1653-1654) de Johannes Vermeer, sobre quien Swann escribe una monografía, y una serie de fotografías de las grisallas de Giotto en la Capilla Scrovegni de Padua, fundamentales en su desarrollo intelectual.

Frente a la burguesía ilustrada de Swann, Proust introduce la aristocracia representada por la duquesa Oriane de Guermantes y el barón de Charlus, inspirados en la condesa Élisabeth Greffulhe y el poeta Robert de Montesquiou. En esta sala, se pueden ver dos retratos de Montesquiou, uno de Antonio de La Gandara (hacia 1892) y otro de Lucien Doucet (1879), junto al retrato de la condesa Mathieu de Noailles, amiga de Proust, pintado por Ignacio de Zuloaga en 1913.

Venecia, ciudad que Proust visitó en dos ocasiones, ocupa un lugar fundamental en su imaginario. La exposición incluye La Dogana y San Giorgio Maggiore, Venecia (1834), de Joseph M. W. Turner, aguafuertes de James McNeill Whistler (1880) y de Mariano Fortuny y Madrazo.

Como reflejo del interés de la duquesa por la moda, se exhiben dos abrigos de noche de Vitaldi Babani (hacia 1920) y Mariano Fortuny y Madrazo (hacia 1912), pertenecientes a la condesa Greffulhe, quien dejó una profunda huella en Proust. También se presenta una túnica que perteneció a Proust, un vestido Delphos y un tejido de inspiración renacentista, reflejando su fascinación por la estética veneciana.

Proust fue un apasionado de la arquitectura gótica y tradujo La Biblia de Amiens (1904), de John Ruskin, autor que influyó profundamente en su visión artística. La muestra incluye dibujos de Ruskin sobre Amiens y Abbeville, así como pinturas de Paul-César Helleu o Eugène Boudin que capturan la belleza de catedrales como las de Reims y Notre-Dame de París.

El impacto de la modernidad en la obra de Proust se evidencia en la relación con su chófer y secretario, Alfred Agostinelli, modelo del personaje de Albertine. Fotografías de Agostinelli en su coche (1908) y xilografías de Maurice Busset de la serie París bombardeado (1918) reflejan la transformación del mundo con la aviación y la guerra.

Balbec, el escenario costero de la novela, está inspirado en localidades normandas como Deauville, Trouville y Cabourg. La muestra incluye obras de Monet o Turner, capturando la luz y los paisajes que fascinaron al escritor. Por otra parte, Elstir, pintor ficticio de la novela, está basado en artistas como Whistler, Moreau y Helleu. La exposición presenta varias de sus referencias pictóricas, ilustrando la importancia de la pintura en la construcción del universo proustiano.

El recorrido culmina con El tiempo recobrado, donde Proust asume que su destino es escribir la novela de su vida. Para ilustrar el paso del tiempo, la muestra finaliza con dos autorretratos de Rembrandt (1642-1643 y 1661), dos imágenes del escritor en su lecho de muerte (un dibujo de Helleu y una fotografía de Emmanuel Sougez), y ejemplares de las primeras ediciones de cada tomo de A la busca del tiempo perdido.

Esta exposición es un homenaje a Marcel Proust y su capacidad para transformar el arte, la literatura y la memoria en un universo literario único e inmortal. Estará en la sala de exposiciones temporales del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid hasta el 8 de junio con entradas a partir de los 14 euros que se pueden adquirir online o en taquilla.

Paula Hernández

Periodista gallega en Madrid viviendo por y para la cultura. Siempre me verás enfrascada en un libro, referenciando películas u obsesionada con un musical.

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