LOVE STORY

¿Existe el amor para toda la vida? ¿Realmente el ser humano es capaz de encontrar en algún momento a la tan buscada “media naranja”? ¿Estará en algún lugar “el príncipe azul” que toda mujer anhela gracias a las películas de Walt Disney? Todas estas preguntas pasan en algún momento por nuestras mentes; sobre todo de las mujeres y, a pesar de que hoy en día parece algo difícil, complicado e incluso irreal o imaginario después de ver Love Story, el gran éxito del año 70 dirigido por Arthur Hiller, te das cuenta de que todo ello puede llegar a cumplirse, pero como no se puede tener todo y la vida es dura, caprichosa y nos pone a prueba constantemente las sonrisas, el amor y la dulzura no duran para siempre. Así, el final trágico se avecina desde el principio; ya que la película comienza con una melancólica imagen del final para retroceder en el tiempo a modo de flash back y contarnos como empezó todo.

Una historia sencilla, quizá cargada de clichés: protagonistas guapos, inteligentes, una relación aparentemente imposible entre Oliver (Ryan O´Neal), “un niño bien” y Jennifer Cavilleri (Ali MacGraw), la hija de un humilde pastelero… en fin el drama está servido, pero las románticas no podemos evitar emocionarnos y meternos en la historia como si fuera nuestra, por algo se hizo tan famosa la frase: “Amar significa no tener que decir nunca lo siento”.

Oliver Barret, gran deportista y estudiante universitario, tiene problemas con su padre motivados por los sentimientos de inferioridad que éste le inspira. Su vida cambia y se llena de sentido cuando conoce a Jennifer Cavilleri, una extrovertida e interesante estudiante de música que llega a su vida para llenarla de alegría y felicidad. Una relación que toda mujer querría encontrar y sentir aunque sólo fuera durante una etapa de su vida, una relación que demuestra que la ilusión y el amor pueden con todo: padres que se oponen, falta de trabajo, de dinero, empezar una vida nueva desde cero y sin el apoyo de las respectivas familias… todo, absolutamente todo se supera y, cuando se lucha por algo con todas las fuerzas finalmente se recogen los frutos y tras años de duro trabajo se consigue lo que uno se ha propuesto o, al menos, en parte. Por ello, los protagonistas consiguen hacer frente a las calamidades y terminan siendo profesora y abogado, consiguiendo así una vida mejor, sobre todo a nivel económico.

Así, después de tanto luchar, trabajar y estudiar las desgracias llegan, como siempre, cuando menos se esperan y el trágico final que desde el principio se palpaba, sale a luz y nadie es capaz de pararlo. Ni siquiera el dinero, que dicen que todo lo arregla, puede salvar a nadie de una terrible enfermedad. Con el final de la película llegan las lágrimas y lloros del público que no han cesado desde el principio; ya que era más que esperado que tanta felicidad y amor verdadero no podían durar mucho y se acabarían repentinamente.

En definitiva, otra película más que contribuye a que las románticas sigan disfrutando de las llamadas “pasteladas” y continúen pensando que Disneytenía toda la razón del mundo cuando creó Blancanieves. Lástima que en la vida real no vivamos rodeadas de príncipes y hadas madrinas y sólo nos encontremos con “enanitos” que más que a nuestra querida Cenicienta, se acercan a  Los tres cerditos.

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