El viernes, 14 de junio, tuvo lugar la graduación de los diversos másteres de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo en el Aula Magna del Campus de Montepríncipe. A continuación, reproducimos el discurso íntegro de la alumna del Máster Universitario en Periodismo Cultural, Preslava Milenova Boneva, quien habló en nombre de todos sus compañeros de posgrado de las promociones 2023-2024.
Excelentísimos Vicerrectores, Ilustrísimo Decano, Querida Madrina de las Promociones 2023-24, Autoridades Académicas, estimados compañeros, familiares y amigos:
En este día tan especial, donde la brisa de la esperanza se mezcla con el aroma del éxito, me presento ante ustedes como representante de esta diversa y vibrante generación de graduados. Hoy culminamos un viaje intelectual que nos ha llevado por los senderos del conocimiento, la creatividad y la pasión. Hoy celebramos el fin de una etapa, de una formación más. Para mí, es un honor, una alegría y una gran responsabilidad estar aquí en representación de todos los estudiantes de los másteres que nos graduamos.
Máster Universitario en Comunicación de Moda y Belleza, personas capaces de tejer historias con hilos de elegancia y tendencia.
Máster Universitario en Historia Contemporánea, los exploradores del tiempo que desentierran los secretos del pasado para iluminar el presente.
Máster Universitario en Periodismo Cultural, los guardianes de la memoria y el legado artístico, entre los que me incluyo.
Máster en Formación Permanente en Periodismo El Mundo/CEU, ávidos de perfeccionar su oficio en una de las cabeceras más prestigiosas.
Máster en Formación Permanente en Periodismo Especializado en Deporte (presencial y online), narradores de las hazañas que emocionan y nos unen.
Máster en Formación Permanente en Art Business, gestores del talento y la creatividad que embellecen el mundo.
Máster de Formación Permanente en Economía Circular y Desarrollo Sostenible, comprometidos con un futuro verde y próspero.
A pesar de toda esta diversidad, compartimos un denominador común: la certeza de que la educación no se limita a la adquisición de conocimientos, sino que también implica el desarrollo de valores y la formación del carácter.
Hoy me gustaría contaros una historia sobre un hombre cuya vida y obra encarnan los valores que queremos llevar con nosotros mientras avanzamos hacia el porvenir. Es la historia de un gran compositor –los que me conocéis os reiréis porque sería algo extraño que no hablara de música clásica– que, con su talento y humanidad, dejó una huella imborrable en el mundo. Me refiero a Ludwig van Beethoven.
A principios de 1800, comenzó a perder la audición: un golpe devastador para cualquiera, pero especialmente para un músico. En lugar de rendirse, Beethoven se enfrentó a su sordera con una determinación inquebrantable y continuó componiendo.
Una de las anécdotas más conmovedoras de la vida de Beethoven ocurrió precisamente hace dos siglos, durante el estreno de su Novena Sinfonía, en 1824 en Viena. Ya estaba casi completamente sordo. En el concierto, Beethoven estaba sentado en el escenario, partitura en mano. Pretendía «co-dirigir» el estreno junto al director «oficial», Michael Umlauf. Pero como algunos intentos previos habían terminado de manera catastrófica por la sordera, Umlauf había instruido a los músicos para que hicieran caso omiso a los gestos de Beethoven y le siguieran a él. No pudo escuchar los aplausos ensordecedores que siguieron a la interpretación. Uno de los músicos tuvo que girarlo para que pudiera ver la ovación del público. Beethoven, en ese momento, demostró al mundo que no importa cuán grandes sean los obstáculos, porque con pasión y perseverancia, se pueden lograr cosas extraordinarias.
Con esta anécdota os quiero decir que nuestros mayores desafíos pueden convertirse en nuestras mayores oportunidades. A través de su obra, nos enseñó tres lecciones fundamentales que me gustaría transmitiros hoy aquí.
Primero, dejemos una huella en el mundo. Beethoven no se conformó con ser un talentoso compositor; buscó constantemente nuevas formas de innovar y conectar con su audiencia. Su obra ha trascendido generaciones. Hace unos días votábamos en las elecciones europeas y justo esa Novena Sinfonía se ha convertido en himno de la Unión Europea. Como Beethoven, cada uno de nosotros tiene el potencial de dejar una marca significativa. No importa el campo en el que estemos, ni la profesión que ejerzamos: nuestras acciones y contribuciones pueden impactar profundamente la vida de los demás. Hace una semana estuve con mis compañeros en Ronda, como otros másteres han visitado Venecia o Milán, y en clase de crítica taurina–sí, eso también se imparte en Periodismo Cultural–, el profesor nos dijo una frase que se me quedó grabada: “Sed toreros en la vida: afrontadla e id de frente”. Beethoven fue un torero de su vida. Seámoslo nosotros también.
Segundo, el mismo Beethoven dijo que el único símbolo de superioridad que conocía era la bondad. Ante todo, seamos buenas personas, ayudemos a los demás, seamos una mano que sustenta y un hombro en el que llorar. A pesar de sus propias dificultades, Beethoven mostró una profunda sensibilidad hacia los demás y hacia el mundo que lo rodeaba. La bondad y la empatía son esenciales en un mundo a menudo lleno de divisiones y conflictos. No nos encerremos en nuestro propio mundo virtual, no pensemos que somos más importantes que los demás, no pisemos al otro por ascender nosotros. Hagamos lo que hagamos, seamos buenas y honradas personas.
Tercero, cultivemos siempre un espíritu crítico. Aunque Beethoven era un maestro de la composición, nunca se conformó con el éxito. No dejó de cuestionar y explorar nuevas posibilidades en su música. En una era de información instantánea y a veces de desinformación, es crucial que mantengamos una mente inquisitiva y analítica. No aceptemos las cosas al pie de la letra, cuestionemos, investiguemos y busquemos la verdad. Un espíritu crítico nos permite ver más allá de las apariencias y luchar por lo que es correcto, justo y verdadero.
El Premio Cervantes, José Jiménez Lozano escribió en una de sus columnas: “Una educación tiene que ser verdaderamente humana, serena, seria, crítica, nada partidista, nada interesada, no una ‘educación del odio’”. Apliquemos eso en nuestra vida. Seamos críticos con el mundo que nos rodea. No todo es blanco o negro: siempre hay una línea gris que nos ayuda a ver la perspectiva real de las cosas.
El espíritu crítico se crea a través de una cultura de esfuerzo, una cultura de rigor y calidad. Nosotros la tenemos: sigamos cultivándola y transmitiéndola, porque en un mundo como en el que vivimos, faltan mentes pensantes.
Por último, la gratitud es la flor más bella que brota del alma, y por ello quiero expresar agradecimientos:
A nuestros padres: Gracias por ser nuestro pilar fundamental, por creer en nosotros incluso cuando dudábamos de nuestras propias capacidades. Sois el hogar al que volver siempre.
A esta universidad y a los profesores: Gracias por ser nuestros guías, por compartir vuestra sabiduría, espíritu crítico y experiencia con tanta pasión. Sois parte de nuestra escuela de la vida.
A todos ustedes: Gracias por estar aquí, por ser testigos de este momento tan significativo. Su presencia nos llena de orgullo y nos motiva a seguir adelante con nuestros sueños.
Para terminar –ahora sí, lo prometo–, me gustaría leeros unos breves versos de Luis Rosales del final de su poema “Cántico del destino”:
Mira profundamente para que la sonrisa se resuelva en paciencia;
Los colores, las cosas son amores vencidos.
Mira bien.
El destino es llevar la mirada en los ojos.
¡Enhorabuena a todos los graduados! Os deseo un destino, un camino, lleno de miradas variopintas. Prestad atención a lo que os rodea, estad atentos a las oportunidades y desafíos que se presenten en vuestras vidas. En octubre éramos unos desconocidos y ahora hemos construido historias que nos han convertido en amigos.
Los ojos, a menudo considerados como las ventanas del alma, revelan mucho: esperanzas, sueños, miedos y aspiraciones. Así que, “llevemos la mirada en los ojos” y seamos conscientes y receptivos a las fuerzas que guían nuestro destino, ya sea a través de las personas que conozcamos, las decisiones que tomemos o las diversas experiencias que vivamos.
Cada uno lleva en sí mismo una mirada diferente, bella y especial hacia el mundo. Mostrémosla. Iluminemos ese destino con nuestra luz.
Muchas gracias.