LAS PAYASAS RENUEVAN EL CORRAL DE COMEDIAS

Nola Rae en 'Mirando a Mozart'

De haber vivido en Almagro hacia el siglo XVII, y siendo mujer, tendría que haber entrado en el Corral de Comedias por una puerta especial, no fuera que con un hombre me llegara yo a encontrar. Siempre a la luz del día, después de haber pagado religiosamente mis entradas –una al dueño del local, otra a la compañía y otra para poderme sentar –, el Sr. Apretador me hubiera ayudado a meterme en la cazuela, de donde no podría salir hasta pasadas las cinco o seis horas que duraran las representaciones de capa y espada. Y si mi vejiga sentía en algún momento la necesidad de expulsar el agua con miel, vino y canela que servía el alojero, tendría a mano, por si acaso, un orinal.

 

Ahora ya no venden aloja en el zaguán del corral; pero tiene abanicos, audio-guías y agua mineral; el Sr. Apretador ha sido substituido por una azafata de sonrisa encantadora y minifalda; ya no hay orden púbico ni moral, por lo que a los espectadores se nos permite trasnochar; y puedo ver el espectáculo sentada desde el patio de los mosqueteros –donde antaño se apiñaba, de pie, el pueblo llano –o desde los aposentos –sin tener que ser cura ni ostentar ningún título nobiliario para ello. Y, por si estos avances fueran pocos, este año, la directora del Festival de Almagro, Natalia Menéndez, ha invitado a dos payasas –Pepa Plana y Nola Rae –a compartir escenario con Geoffrey Chaucer, Zorrilla y Lope de Vega.

Sin embargo, al auditorio poco le importa si lo que se representa sobre las tablas es los Cuentos de Canterbury, Entre Bobos anda el juego o El galán de la Membrilla, porque lo que la gente realmente ha venido a ver es el único teatro existente del siglo XVII. “¡Ah, que son ingleses!” –se sorprende un chico cuando, después de haber estado fotografiando el patio desde todos los ángulos, se sienta y ojea la ficha técnica de Mirando a Mozart. Y, algo acongojado, pregunta a su compañero de al lado: “¿Tú crees que será en inglés?”

Por suerte para él, ha ido a dar con un clown que, con la ayuda de un par de marionetas, consigue explicar la vida del célebre niño prodigio sin hablar, sirviéndose únicamente de la música, la danza y las técnicas del mimo, que Nola Rae aprendió con Marcel Marceau. “Es increíble cómo una sola persona, con una mesa y cuatro cortinas, nos ha entretenido durante más de una hora a todos”, comenta maravillada Guadalupe cuando la Lacrimosa cierra la función. Y con la misma frase se podría elogiar a Pepa Plana que, en Giulietta, sólo necesita unos chupa-chups, un spray y algo de complicidad para interpretar, sola, el clásico Romeo y Julieta.

Nola Rae en 'Mirando a Mozart'También los escenarios de las antiguas corralas solían ser sencillos: un telón decorado, balcones y una o varias trampillas por donde aparecían los malos de la película. Si la comedia era mala, los mosqueteros, arremolinados de pie en el patio, silbaban; en cambio, si les gustaba, aplaudían con fervor, sentenciando así el fracaso o el éxito de la representación. Hoy en día, estas cosas continúan funcionando más o menos igual, y el público del Corral de las Comedias de Almagro, ya sin nalgas privilegiadas y con hombres y mujeres todos mezclados, decidió por unanimidad despedir con un estruendoso aplauso a las payasas Pepa Plana y Nola Rae. Y, ya sea para recordar viejos tiempos o por el entusiasmo, cuatro siglos después, el patio de los mosqueteros volvió a ponerse en pie.

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