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El amor y los celos se cuelan en el Corral Cervantes

La obra de Lope de Vega El perro del Hortelano baja el telón por última vez en Madrid Río en la VII Edición del Festival Fiesta de Corrales. Con influencias británicas, la comedia fue todo un éxito de montaje, con Diana y Teodoro como los verdaderos triunfadores de la noche.

Se trata, probablemente, de una de las comedias más populares de Lope de Vega, y no importan las miles de versiones y adaptaciones que existan, que el erotismo, el amor frenético y la ruptura de los patrones sociales impuestos, propios del ingenio del dramaturgo, siempre van a estar presentes. El Perro del Hortelano volvía de nuevo al teatro del Corral Cervantes de Madrid Río (Legazpi) en una adaptación de Dominic Dromgoole y Rodrigo Arribas. Bajo la dirección se encontraba el propio Dromgoole, un dramaturgo y guionista británico gran conocedor de Shakespeare y quien no dudó en tomar las riendas de esta obra de la Fundación Siglo de Oro.

Una pieza que contó con un marco escenográfico tan característico como el del Corral. «Después de pasar gran parte de mi vida explorando el trabajo de Shakespeare dentro de la arquitectura para la que escribió, en el teatro The Globe, he afrontado el reto de El perro del hortelano de Lope de Vega revisitando desde la mirada actual la arquitectura que él imaginó para su obra: la de los corrales de comedias», cuenta el director a modo de sinopsis.

Teatro Corral Cervantes
Teatro Corral de Cervantes donde se representó «El perro del Hortelano»

«En el teatro The Globe, he afrontado el reto de El perro del hortelano de Lope de Vega revisitando desde la mirada actual la arquitectura que él imaginó para su obra: la de los corrales de comedias»

Dominic Dromgoole

Al entrar, el olor a madera se mezclaba con el murmullo de los espectadores de todas las edades. Con un decorado permanente, el escenario recreaba el hogar de Diana, la condesa de Delflor, bajo la piel de Manuela Morales. Todo ello envuelto en una luz tenue que formaba los candelabros del techo y las canilejas. En ese contexto, cabe recordar que la trama se sitúa en Nápoles, colonia perteneciente antiguamente al reino de España, donde la joven y obstinada condesa es increpada por varios pretendientes aristocráticos cuya intención es contraer matrimonio. Propuestas que Diana se empeña en rechazar. Una noche, tras pillar cortejando en el acto a su secretario Teodoro (Nicolás Illoro) y a su dama de compañía Marcela (Macarena Molina), se enamora y encapricha perdidamente de él y enferma de celos. A partir de este momento la acción se desempeña en un triángulo amoroso con amores prohibidos y traiciones, en una crítica constante al modelo de sociedad impuesto en la época.

La condesa no permite a Teodoro contraer matrimonio con Marcela, pero tampoco se permite a ella misma enamorarse de su secretario. Esto provoca en el propio Teodoro una confusión que se refleja en cada monólogo recitado en verso entre escena y escena. De hecho, decide emigrar a España para, como indicaba el propio sirviente, «no sumirse en una esquizofrenia segura». Aunque decide volver a intentarlo con Marcela, esta le rechaza argumentando que, tras su abandono, se había enamorado de Fabio. No es hasta el final de la obra que Teodoro descubre, aunque más tarde no sea cierto, que es hijo del conde Ludovico, dejándole así vía libre para casarse con Diana.

Elenco de El perro del Hortelano cantando una canción de la época. Noelia Díaz

A estos protagonistas se les unieron el mozo y amigo de Teodoro, Tristán (Rodrigo Arribas), la otra dama de compañía, Anarda, y multipresente en otras escenas recreando a los mozos de los aristócratas (Sheyla Niño), el estrambótico Marqués Ricardo (José Juan Sevilla), el pavoroso conde Federico (Ángel Ramón Jiménez), el otro mozo y futuro pretendiente de Marcela, Fabio, (Martín Puñal), el padre de Teodoro, Conde Ludovico (Mario Vedoya), y la doncella personal de Diana, Dorotea (Cayetana Oteyza). 

El Perro del Hortelano contó con una propuesta cuidadísima en las dos horas y cuarto que duró el espectáculo. Un diálogo en verso que se complementaba con melodías y canciones de la época, en una coreografía perfecta marcada por los volantes de un atrezo sencillo pero lúcido. Todo ello bajo la envolvente iluminación que trasladaba a cualquiera que estuviese ahí sentado a la Nápoles del Siglo de Oro.

El pasado 18 de noviembre, la obra bajó el telón por última vez, pero con un aplauso de más de cinco minutos por parte de un público que ya cuenta los días para que esta obra maestra de Lope de Vega vuelva al Corral Cervantes.


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