Por Nieves Mateo
La figura de la actriz y empresaria Margarita Xirgu (1888-1969) ha sido clave en la interpretación femenina del teatro español en el siglo XX. A la modernidad en sus planteamientos puramente técnicos, se suma una posición ético-estética, huyendo de “el arte por el arte”. El estudio de su trayectoria y los personajes femeninos que representó, arroja conclusiones estimulantes para la comprensión de su modernidad y compromiso con la vanguardia. En su primera época, recién llegada a Madrid y tras una gira por América, contacta con María Guerrero, Benavente y Galdós. La empresaria del Teatro de la Princesa ofrece a Xirgu su presentación en Madrid, ocasión para la que elige El patio azul, de Rusiñol y Electra, de Hugo von Hofmannsthal. Con Electra se gana al público madrileño y a la crítica, como lo será con Marianela, de Pérez Galdós, adaptada al teatro por los hermanos Álvarez Quintero, a la que seguirá Santa Juana de Castilla, obra expresamente escrita por Galdós para ella, o el éxito con Gente conocida, de Benavente.
Su espíritu curioso y renovador, conectado con la dramaturgia europea contemporánea, introduce a Pirandello, Ibsen, Shaw, Hofmannsthal, Bataille, Lenormand y D´Annunzio; también a dramaturgos españoles como Azorín. De su obra Judith, escrita para Margarita Xirgu y estrenada por la actriz, se dirá que es una cosa muy nueva en cuanto a la manera de hacer y que no sigue la técnica habitual de las comedias de la época. Su condición estética condiciona la elección de su repertorio. Interpreta a Salomé, Marianela, Margarita Gautier, Yerma, Mariana Pineda, Frou-Frou, Zazá, Medea, además de Hamlet. A lo largo de su prolífica carrera con más de 97 obras teatrales como intérprete y 13 como directora en su etapa del exilio uruguayo, el hecho de ser empresaria teatral, le permite tomar decisiones acerca de los autores dramáticos que pondrá en escena: 16 títulos de Benavente, 12 de los hermanos Álvarez Quintero, 8 de García Lorca o 6 de Ángel Guimerá.
La moralidad burguesa española no permitía que ciertos personajes femeninos de moralidad dudosa del repertorio europeo fueran interpretados por actrices españolas. En los estrenos de Margarita Xirgu apreciamos las reacciones airadas de un sector del público femenino, reacio a los nuevos planteamientos temáticos y estéticos del teatro español. Destaca el estreno de Salomé, de Oscar Wilde, en el Teatro Principal de Barcelona, el 5 de febrero de 1910. Margarita Xirgu interpreta un personaje femenino que sale a escena con el vientre desnudo; su imagen bailando sensualmente, provoca el escándalo. La dirección se vio obligada a retirar la obra de la cartelera y rescindir el contrato a la compañía, que ha de dejar el teatro. A la joven actriz le rescinden el contrato por enseñar el ombligo, pero sobre todo, por interpretar el personaje de Salomé, una figura llena de peligros. La censura eclesiástica de la época incluía Salomé en el Índice de libros Prohibidos.
Hay una discordante actitud de la crítica y del público; mientras unos reconocen que el personaje bíblico de la impúdica Salomé tiene gran consistencia humana, otros lo encuentran impúdico e incluso pornográfico. Margarita Xirgu hizo una gira por Canarias en 1913, procedente de Málaga, antes de entrar en Madrid con Salomé. Este título y Zazá provocaron un escándalo de tales dimensiones que la actriz no volvería allí nunca más. La prensa tradicionalista se encargó de preparar un caldo de cultivo oportuno, denunciando el ultraje que la Salomé de Wilde suponía a la cultura canaria con titulares como “Alerta católicos de Las Palmas”. El galán de la compañía y director Emilio Thuiller hizo una defensa pública de la obra en El Tribuno. El asunto era empleado como disputa ideológica y debate moral entre los medios y la opinión pública. Zazá fue silbada por las damas de la burguesía canaria, si bien, ambas representaciones llenaron el patio de butacas del teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria.
Entre finales de 1915 y principios de 1916 en el repertorio de Margarita Xirgu figuran algunas obras en las que detectamos su interés por personajes femeninos de la literatura dramática que toman distancia o rompen con el perfil de mujer tradicional. Se trata del melodrama en seis actos Magdalena, la mujer adúltera de Sandoval, El marino de Emilio Graells y Soler, la comedia La marcha nupcial o el drama La mujer desnuda de Henry Bataille. También, las comedias de Jacinto Benavente, La comida de las fieras, Los búhos y La malquerida, inspirada en Misteri de dolor de Adrià Gual, la comedia La chocolaterita de Paul Gavault, el sainete El sexo débil de Antonio Ramos Martín, el drama en cuatro actos La cortina verde de Julio Dantas, la comedia en cinco actos Zazá de Pierre Berton y Charles Simon, las comedias en dos actos Nena Teruel y El nido de los hermanos Álvarez Quintero, la comedia en dos actos La hermanita de Manel Folch i Torres, la tragedia en verso y en tres actos Nausica de Joan Maragall, el cuadro poemático en un acto La virgen del mar de Santiago Rusiñol, el drama en tres actos María Rosa de Ángel Guimerà y el drama Ícara de Eugenio Sellés.
El 16 de octubre de 1916 Margarita Xirgu estrena la adaptación que los hermanos Álvarez Quintero han realizado de Marianela de Pérez Galdós, en el Teatro Princesa de Madrid. La Xirgu aparecía en escena con pobres ropas y los pies desnudos. El terrible atrevimiento de salir descalza a escena levantó una campaña de comentarios de un público acostumbrado a admirar a los personajes de las aburguesadas comedias de la época. Pies desnudos como los de Isadora Duncan (1878-1927), la gran bailarina norteamericana afincada en Londres y París, pionera de la danza moderna. La actriz representa la centralidad del cuerpo como instrumento de expresión libre, y que con un lenguaje propio, renueva los códigos teatrales de la época.
Asumió con cierta provocación la voluntad del riesgo frente a la dictadura de Primo de Rivera y “esa apuesta por la estética y el compromiso la llevaría en ocasiones por caminos espinosos, pero en torno suyo se aglutinaría una vanguardia de gentes adictas y fervorosas” (Antonina Rodrigo, El País, 18-07-1988). Margarita Xirgu protagoniza la mayor parte de los personajes femeninos del universo dramático-poético de García Lorca: Mariana en Mariana Pineda, la zapatera, en La zapatera prodigiosa, Yerma en Yerma, Rosita en Doña Rosita la soltera, La madre en Bodas de sangre y Bernarda en La casa de Bernarda Alba.
Estrenó Mariana Pineda de García Lorca, en 1927, sin temer represalias políticas por parte de la dictadura. Interpretó a la Virgen con fusil y bayoneta, en el romance de Fermín Galán, protomártir de la República, de Rafael Alberti, en 1931. Su primer personaje lorquiano es la joven heroína granadina, ejecutada por el régimen dictatorial de Fernando VII en 1831 por bordar una bandera liberal, Mariana Pineda. Un drama romántico, que, a punto de estrenarse a los tres años de su creación, Lorca califica como “al margen de su obra” por lo que considera, su inmadurez. El 24 de junio de 1927 se estrena Mariana Pineda protagonizada por Margarita Xirgu con figurines de Dalí en el teatro Goya de Barcelona. Tiene una crítica discreta que se acrecienta en su estreno en Madrid. Protagoniza La zapatera prodigiosa, farsa violenta en dos actos. La historia de una joven muchacha, vestida de verde en el primer acto y de rojo en el segundo, enamora a Margarita que asume el reto de estrenar un segundo título del poeta, el 24 de diciembre de 1930, en el Teatro Español de Madrid. Su estrecha colaboración da vida escénica a Yerma (1934), Doña Rosita la soltera (1935) y Bodas de sangre (1935).
En enero de 1945 llega a manos de Margarita, ya en el exilio, el original de La casa de Bernarda Alba. Nueve años después de escrito especialmente para ella y muerto García Lorca, La Bernarda, como le llamaba Margarita, va a ser estrenada en Buenos Aires; el éxito será clamoroso. La actriz dirá que su personaje simboliza la opresión. Y como todas las opresiones termina en el fracaso de quienes las imponen. Las mujeres escapan, como a veces, escapan los pueblos. El bastón de Bernarda simboliza el poder tiránico que ejerce. Después del último “¡Silencio!” de Bernarda, el público que llena a rebosar el Teatro Avenida de Buenos Aires, estalla en aplausos dedicados al poeta y a la actriz. La Xirgu se acerca al proscenio y, con la voz rota por las lágrimas, exclama: “Él quería que esta obra se estrenará aquí y se ha estrenado, pero él quería estar presente y la fatalidad lo ha impedido. Fatalidad que hace llorar a muchos seres. ¡Maldita sea la guerra!” (Rodrigo, 1988: 365).