La M.O.D.A.: Maravilloso torbellino

Integrantes de La M.O.D.A.

Faltaban quince minutos para las nueve, momento en el que iba a dar comienzo el concierto de la Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A.), y la fila de personas que esperaban en el exterior de la madrileña sala La Riviera se distribuía en un interminable zigzag hasta llegar al Paseo de la Virgen del Puerto. El clima gélido del invierno de Madrid no era un impedimento para que miles de fans esperasen pacientemente su ingreso en un recinto que, por tercera vez en un plazo de siete días, había colgado el cartel de “no hay billetes”.

Con tan solo seis años de vida, este grupo de folk-rock, formado por siete amigos de Burgos, ha conseguido una legión de seguidores de todas las edades.  Así lo confirman tres llenos en La Riviera, los dos primeros sin haber salido a la venta su último disco, Salvavida (de las Balas Perdidas), que venían a presentar. El de ayer, su despedida de la capital por el momento.

Una vez dentro, el frío dio paso a la calurosa acogida que el público brindó al grupo desde el momento en que sonaron los primeros acordes de Mil demonios, que fue seguida sin descanso por La inmensidad, primer single del nuevo disco, que habla del vértigo al futuro y de la búsqueda de uno mismo, Canción para no decir te quiero y Amoxicilina. Una carta de presentación que combinó tres temas nuevos con uno más clásico y tras la que el cantante David Ruiz sentenció: “Esperamos que salgáis un poco más felices de lo que habéis entrado”.

Y sin más dilación continuaron tocando canción tras canción, en una mezcla perfecta de éxitos de sus dos primeros álbumes en español, ¿Quién nos va a salvar? (2013) y La primavera del invierno (2015), con otros más recientes. Suelo gris, Disolutos, Amanecederos, Los locos son ellos y O naufragar, precedieron a Miles Davis, que reza en su estribillo: “Quiero quedarme a vivir en ese instante en el que la montaña rusa llegue arriba y no antes, ni después…”.

La M.O.D.A en un momento del concierto
La M.O.D.A en un momento del concierto / Foto: Pablo Gugel

Arrastrados por su directo

Ese instante de expectación antes de caer al vacío es lo que siente quien se acerca a una actuación de La M.O.D.A. Sus conciertos son un torbellino que te arrastra progresivamente. El buen rollo que transmite esta pandilla de amigos sobre el escenario, formada por Joselito Maravillas al acordeón, Alvar de Pablo con el saxo y diferentes instrumentos de viento, Jorge Juan al bajo, Caleb Melguizo a la batería y la percusión, y Jacobo Naya al teclado y el banjo, además de la inconfundible voz rasgada de David Ruiz, se traslada al público y es imposible no acabar dando saltos con sus canciones. Su música folk-rock con influencias del country y el punk, sus letras punzantes y críticas, y su directo arrollador les han llevado a pasar de tocar ante veinte personas en sus inicios a congregar a multitudes y ser reclamados por los principales festivales del país, como el Mad Cool que acaba de confirmarles.

Su montaña rusa musical también tuvo espacio para breves momentos de descanso con La cuerda floja, precedido de un solo a la armónica de David Ruiz. Fue un espejismo porque después encadenaron 1932, ¿Quién nos va a salvar?, PRMVR, Catedrales, Flores del mal y Mal de muchos, con el público totalmente entregado cuando todavía quedaba bastante show por delante.

A continuación, miles de gargantas corearon al unísono a petición del propio cantante el estribillo de Océano“Hay algo más fuerte que la muerte”–, que Ruiz definió como “una de las canciones más especiales que han compuesto, que resume perfectamente el espíritu del nuevo disco” y que nos recuerda que la vida no es lo que vemos en las películas.

Vasos vacíos, Los hijos de Johnny Cash y Los lobos, una de las canciones del grupo más críticas con la sociedad actual, fueron la tempestad que precedió a la calma que llegó con La vieja banda, que el septeto dedicó a Adán Ruiz, antiguo componente de La M.O.D.A., y sobre todo con Hay un fuego, tocada con las luces de la sala encendidas y el público abrazado. Con este ambiente, el cantante se quedó solo en el escenario y pidió silencio antes de interpretar Campos amarillos, un homenaje a Castilla, su tierra, y al trabajo de sus padres y sus abuelos. “Estamos aquí porque algo nos une y nuestras canciones significan algo para vosotros. Es difícil describir esto con palabras, pero nos vamos de aquí con el corazón lleno de alegría”, confesó David Ruiz antes de cantarla. Después de este tema se unió la banda de nuevo para tocar Himno nacional.

La traca final llegó con Nómadas y Gasoline, esta última de su álbum en inglés The Shape of Folk to Come (2012) aunque cantada en español, dos hits hechos para bailar, y Héroes del sábado, de su último disco, que va camino de convertirse en un himno de la banda, dedicada al público por ser la razón de su existencia y sus “héroes todos los días”. Dos horas de concierto con las que La M.O.D.A. cumplió el propósito que se había marcado al inicio del mismo: todo el público salió con una sonrisa de felicidad. 

 

 

Pablo Gugel

Periodista y Comunicador Audiovisual. Cinéfilo, melómano y amante del arte y la literatura.

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