La ‘Carmen’ de Calixto Bieito cumple 25 años y vuelve a relucir en el Liceu

Clementine Margaine en el rol de Carmen.
Clementine Margaine en el rol de Carmen en el estreno de la ópera en el Liceu de Barcelona/ David Ruano

El coliseo catalán recupera la ópera de Bizet con el célebre montaje del director burgalés, que ya lleva más de dos décadas en escena. La ópera podrá verse hasta el 17 de enero.

El Liceu vuelve a su Carmen, vista en el teatro de la Rambla por primera vez en el 2010, y empieza el año apostando por algo que sabe que vende. Porque lo lleva haciendo 25 años. Estrenada en el Festival de Perelada en 1999, esta esbelta e intensa producción de la ópera de Bizet subvierte la marca España, reduciendo la heroica figura del matador a un diminuto jinete enjoyado, trazando una serie de plazas de toros imaginarias sobre el polvoriento suelo. Esta producción ya es historia de la ópera pues durante estos años se ha representado en casi todos los importantes teatros operísticos del mundo. Se ha consolidado como una de las producciones referente dentro del panorama escenográfico. Y eso no es nada fácil. Más en un mundo en el cual la inmediatez manda. Si una producción permanece en el tiempo es que algo tiene que enseñar.

La interpretación del director, que a menudo genera controversia, resalta la noción de un entorno dominado por hombres alrededor de la protagonista. A pesar de ser una mujer empoderada, Carmen experimenta maltrato desde su primera aparición en escena mientras lucha por su libertad.

Desde la inicial floritura de la obertura, el deseo masculino se presenta como una especie de enfermedad, al tiempo que se enturbia el tradicional contraste madonna/prostituta entre Carmen y Micaëla. Despojado de clichés turísticos, el drama se hace más vívido, mientras que el director de orquesta, Josep Pons, ofrece una lectura de la partitura en la que la sutileza y audacia de la orquestación de Bizet es tan hipnotizadora como sus melodías. Pons se decanta por el detallismo y deja atrás la dramatización trágica de la partitura del compositor francés.

Clementine Margaine en el rol de Carmen.
Clementine Margaine en el rol de Carmen en el estreno de la ópera en el Liceu de Barcelona/ David Ruano

La puesta en escena de Calixto Bieito sigue siendo impresionante y provocadora. Se burla de todo y de todos. Es una crítica virulenta del autoritarismo y el capitalismo, que muestra cómo los símbolos nacionales se vacían de significado. Contemporánea, ambientada en la España franquista, a finales de los años setenta, las cosas que una vez pudieron tener significado ahora son sólo caricaturas de una nación destinadas a encender el turismo veraniego: forma sin significado.

Los decorados son sobrios: una cabina telefónica y un mástil para el primer acto, un Mercedes destartalado y una tumbona para el segundo acto, otros cuatro Mercedes para el tercero y una cuerda para el cuarto acto, cuando el público, ebrio de sangre, se inclina sobre el foso de la orquesta. Hay detalles ingeniosos, pistas falsas, imágenes de homoerotismo, violencia sexual y una puesta en escena asombrosa. Por encima de todo, hay una sensación de misterios y calor. Y por una vez, el calor español no es un cliché, sino que sentimos ese calor casi sin mediar, su opresión, su sensualidad, su gloria, su desesperación.

La vida es brutal: Carmen parece mucho más un producto de su sociedad, desafiante e incapaz de trascenderla, de lo que tendemos a imaginar. El sórdido mundo del comercio gitano en los aparcamientos no se romantiza. La figura de la niña gitana maltratada es aún más inquietante por la falta de exageración. El realismo despiadado, como en la ópera, está a la orden del día.

Escamillo no es un deus ex machina, sino que está reducido a la medida de los “héroes” del siglo XX. La señalización de la plaza de toros en el cuarto acto circunscribe los límites de la acción de una forma más escalofriante que nunca. El destino, predicho en las cartas, se cumple. La vacilación prolonga la agonía, pero la desolación desértica –social, paisajística, existencial– del drama es, en cierto sentido, la verdadera protagonista.  

La tauromaquia, para Bieito, no es un espectáculo sin sentido, así que la lleva al centro de su Carmen, donde el personaje titular encuentra sentido al enfrentarse a su muerte en forma de corrida de toros. La posibilidad de trascendencia escénica existe porque la plaza de toros es uno de los pocos teatros en los que la muerte real está normalizada. Mezclada con una forma elaborada, la muerte confiere a Carmen un sentido ineludible.

En el segundo entreacto, la dirección de Bieito pide a un hombre que se desnude. No se trata necesariamente de la exhibición del cuerpo masculino esculpido, un espectáculo que Bieito explota en otros lugares. Se trata más bien de un momento tierno en el que un soldado se despoja de sus ropas militares y de la protección simbólica del Estado patriarcal para enfrentarse a la muerte –o al toro– con nada más que la carne vulnerable de su cuerpo desnudo. Es honesto y de algún modo profundo en su belleza. De los pocos desnudos que he visto que tienen un sentido últimamente.

Un torero desnudo durante la ópera 'Carmen' en el Liceu
Un torero desnudo durante la ópera ‘Carmen’ en el Liceu/ David Ruano

En el estreno del 4 de enero fue Clémentine Margaine quien cantó el papel de Carmen, demostrando un timbre potente y una voz muy bella, aunque su actuación podría añadir más matices a la intensidad del personaje. Muestra mejoras en el cuarto acto, pero no logra capturar los momentos destacados del primero, segundo y tercer acto. No llega a otorgar a la cigarrera la caracterización expresiva y precisa que merece. Michel Spyres desempeña muy adecuadamente el papel de Don José. A pesar de la falta de química escénica con Margaine, el cantante estadounidense se entrega por completo y realiza el aria de la flor de manera impecable, respetando todas y cada una de las indicaciones dinámicas de Bizet. Spyres es, sin duda, uno de los grandes aciertos de este primer reparto. Y así lo mostró también el público tras su larga ovación.  

@opera_cafe

Ayer fui al estreno de la ópera “Carmen” de Bizet en el Teatro Liceu de Barcelona. La mítica producción de Calixto Bieito cumple 25 años. Fue mágico. Os lo cuento. #opera #oper #bizet #carmen #calixto #bieito #liceu #barcelona #habanera #estreno

♬ Carmen Habanera, classical opera(1283412) – perfectpanda
TikTok de Preslava Boneva sobre ópera. En este post habla del estreno de Carmen en el Liceu de Barcelona

Personalmente, el gran descubrimiento de la noche fue Adriana González, quien ofreció una interpretación espléndida, detallada y cuidadosa en el papel de Micaëla. Toda una sensibilidad que se vio desde el primer momento de su canto. Mientras que Simón Orfila personificó a un Escamillo no excelente, pero suficiente. Su estado vocal refleja cierto desgaste en los registros agudos. No obstante, mantuvo un registro elegante y atractivo en todos los actos.  

Si tienen la posibilidad no duden de ir a ver esta Carmen. Hay espectáculos que no se pueden perder. Por eso también perduran en la historia.

Preslava Boneva

Periodismo y Literatura. De Bulgaria. Colabora habitualmente en The Objective y Madrid Actual. La luz y los atardeceres; la poesía y los libros; la música y la ópera. Los viajes. Un café. La fotografía.

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