Barcelona, la casa de todos

Barcelona desde el aire
Barcelona desde el aire. Imagen de istock

Un paseo por la capital catalana que recorre desde los puntos más populares de la ciudad hasta el barrio de Sants

Freddie Mercury y Montserrat Cabellé, Joan Manuel Serrat, Ed Sheeran, Arnau Griso, Woody Allen, Pedro Almodóvar, Eduardo Mendoza o Carlos Ruíz Zafón. Le cantan, la graban o le escriben y describen. Es musa, es protagonista y es razón de inspiración. Sin embargo, a pesar de haber sido relatada desde innumerables puntos de vista a lo largo de los años, parece que siempre le va a quedar algo por mostrar. Después de todo, Barcelona es la segunda ciudad más poblada de España y aquella que, pudiendo parecer capital española, lo es de Cataluña. Es esa ciudad que le sonríe al Mediterráneo y reposa su espalda en la cima del Tibidabo, la que corona la sierra de Collserola.

Barcelona es comenzar el trayecto bajando por la acera derecha del Paseo de Gracia un sábado a las seis de la tarde y a media avenida, en el número 43, ralentizar el paso debido al obstáculo que supone un gran grupo de gente que a través de móviles y cámaras tienen la vista focalizada en uno de los edificios modernistas de Antoni Gaudí. Sábado cualquiera, seis de la tarde, y tras 23 años realizando este mismo paseo, es inevitable levantar la mirada y quedar absorta con la Casa Batlló, como una turista más, como si fuera la primera vez. Y más aún, cuando el 23 de abril sus balcones se visten con rosas para celebrar Sant Jordi.

Esquivar, reducir marcha, frenar en seco, retomar el paso y repetir el proceso incontables veces hasta llegar al final del Paseo de Gracia. Momento de meterse en la boca del lobo en pleno fin de semana, allí donde se encuentra el punto neurálgico de la ciudad, Plaza Cataluña. El espacio más concurrido de la capital catalana y uno de los más temibles y rehuido para quienes viven en ella. El equivalente a la Plaza Mayor para un madrileño. Sin embargo, cruzar la plaza, es hacerlo sin miedo al alboroto de palomas, ya asiduas, que cubren el suelo de un tono gris agitado. ¿Rodeo o atravieso? La eterna cuestión. El objetivo es llegar a Las Ramblas. Ya que estoy dentro, no le temo a nada (tú tampoco lo hagas), y es que además de esquivar el vuelo de aves, también es preciso sortear a aquellos turistas que las intentan captar a través de sus móviles.

Bullicio, gentío y diversidad

De mar a montaña, Barcelona es gentío sea el mes que sea y el murmullo de los paseantes es su banda sonora por excelencia. Más aún en Ciutat Vella, uno de los diez distritos de la ciudad y en el que se encuentra el centro histórico. A paso ligero o con prisa, a bici o a pie, cámara de fotos o bolsas en mano, catalanes o extranjeros, familias o grupos de jóvenes. El corazón de Barcelona es multitud, pero también es variedad. Tiene la fuerza de una urbe, la capacidad de hacerte sentir solo entre tanta muchedumbre y el talento de convertirte en Messi en plenas Ramblas, regateando a personas en lugar de balones. Únicamente hubo silencio, frío silencio, en agosto de 2017, cuando después de que en este mismo paseo se produjera uno de los atentados del 17 de ese mes, el suelo de La Rambla se cubría de flores y velas. Una calle que siempre había sido bullicio sonoro, durante los días posteriores fue desagradable sosiego. Todavía ahora, el barcelonés que la cruza, recuerda. Justo aquí, hay memoria común.

Les Rambles de Barcelona
Les Rambles de Barcelona. Imagen de El Punt Avui

Aroma a jamón recién cortado, ¿o tal vez verduras? Ambos. Olor a pescado fresco y también frito. Infinidad de colores gracias a la variedad de verduras, especias y frutos secos. Un deleite visual. Quien come por la boca, antes come por la vista. Variedad de alimentos, puestos tradicionales, paradas para picar en el momento y tiendas pensadas para el viajero. En una de las fruterías, una señora mayor con el carro casi lleno evalúa qué melón será el elegido. Junto a ella, una pareja con mochila y gorra, aun así con el rostro rosado por el sol, pregunta al vendedor con un castellano macarrónico la dirección de algún lugar cercano. Es La Boqueria, el mercado más popular de Barcelona, inaugurado en 1840 y que con el paso de los años ha ido añadiendo puestos de cocina, pero intentando mantener a los clásicos.

Casi enfrente del mercado, justo en la acera opuesta de Las Ramblas, la calle de la Portaferrisa conduce a una de las vías más dulces de la ciudad y parada obligatoria para merendar un sábado tarde. Una de las pocas calles que, con tan solo oír su nombre, cuenta con imagen y gusto propio: el chocolate desecho. Es la calle Petrixol, donde en el siglo XVII se empezaron a instalar chocolaterías, que a día de hoy se mantienen.

Un plan que cuando el frío empieza a asomar, es recurrente ya no solo para los visitantes, sino también para los ciudadanos. Una calle, que además de activar los cinco sentidos, también cuenta con memoria literaria en el número 4, lugar que fue la casa del poeta y dramaturgo de la Renaixença, Ángel Guimerà. De letras a dulce en tan solo 129 metros de vía. Así es Barcelona. Peculiaridad entre lo más popular. Multitud, pero también diversidad. Barcelona es ciudad, pero también barrios que se siente pueblos y a tan solo a seis paradas de metro de la línea 1. Siete minutos subterráneos y estoy en el barrio de Sants.

El barrio de Sants, pueblo entre ciudad

Acudir al núcleo neurálgico barcelonés para ir de tiendas y volver a la zona sur de la capital, a uno de los barrios que años atrás fue una villa independiente y en 1897 se anexionó a la ciudad. Sants, que cuenta con la montaña de Montjuic y recibe diariamente a cantidad de viajeros en la principal estación de tren de Barcelona, es aldea entre tanta metrópoli. Es la viva imagen del típico ‘fer gresca i xerinola’ catalán, sobre todo a finales de agosto, cuando para sus fiestas, viste sus calles con decoraciones que sus vecinos han dedicado todo un año en pensar, crear y colgar.

Entre sus avenidas se encuentra la Calle Finlandia, donde viven los Valls desde hace dos generaciones, una familia que, si hace falta, se camufla entre los viandantes de Las Ramblas, el chocolate de la Calle Petrixol y eleva la vista en la Casa Batlló. Pero encuentra su refugio, su casa, el pueblo y su pequeño mundo de confort ajeno a la ajetreada ciudad en Sants. Sentimiento barcelonés y, por encima de todo de barrio, de tradición frente a unas fiestas mayores marcadas por las decoraciones, por celebraciones organizadas por los vecinos de la zona y por el calor de los suyos.

Calle Finlandia de Sants decorada
Vecinos de la calle Finlandia, del barrio de Sants, decorando la calle para las fiestas mayores. Imagen de la comisión de la calle Finlandia

Barcelona es una constante antítesis. Es perderse por las callejuelas del Born, es mantener la calma frente al gentío que hace cola en la Sagrada Familia, es cruzarse con corredores por la Diagonal, es tener paciencia para sortear a turistas de infinitas nacionalidades, evitar los excesivos precios de los bares del centro, es malacostumbrarse a decir ‘merci’ en lugar de ‘moltes gracies’, es estar orgullosa de tener (tal vez) una playa no muy bonita, es sentirse identificada cuando el dúo musical Arnau Griso reconoce que “por mucho que me queje, te añoraré cuando te deje” y finalmente, comprender en su totalidad y con cariño los versos de la canción que le dedica a la ciudad.

Barcelona y su calor, enamora a qualsevol. Esperando siempre alegre, le da igual de dónde vienes. No es el único lugar único, pero es la ‘casa de tothom’.

Arnau Griso
Casa de tothom, de Arnau Griso. Canción sobre Barcelona, del álbum Revolución Bananera

Mariona Tijeras

En proyecto de periodista cultural y graduada en periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Amante del cine, si puede ser en la gran pantalla, y de la música, mucho mejor si es a través de unos cascos.

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