FLIGHT OF THE CONCHORDS: HUMOR DE LAS ANTÍPODAS

Bret McKenzie y Jemaine Clement son Flight of the Conchords

No les gusta la cerveza, se van a la cama temprano y siempre obedecen al idiota de su manager. Flight of the Conchords no son una banda al uso. Son dos ovejitas neozelandesas perdidas en la apabullante Nueva York. O al menos ésa es la imagen que proyectan Bret McKenzie y Jemaine Clement cuando se autoparodian en la magnífica y baratísima serie de la HBO, escrita por ellos mismos.

En la vida real, este dúo cómico-musical ha grabado tres discos (dos de ellos con el sello Sub Pop), un EP y un recopilatorio de la serie radiofónica que grabaron para la BBC en 2005. Pero sus caricaturizadas versiones de la serie americana no se comen un colín, son unos ingenuos buenazos que se desenvuelven con desternillante patetismo en medio de un caos al que nunca terminan de adaptarse.

Su manager, Murray, trabaja en la diminuta sede del consulado de Nueva Zelanda y desde su oficina dirige la carrera de la banda: bolos cutres, videoclips grabados con el móvil y camisetas serigrafiadas que sólo compra Mel, la única fan de la banda, que los atosiga obsesivamente aunque esté casada.

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Diálogos de besugo como éste son el punto fuerte de la serie, además de las ridículas situaciones en las que Bret y Jemaine se ven envueltos y, por supuesto, sus canciones, que son cojonudas. Pero que no cunda el pánico, la música no aparece porque sí de cualquier manera. Es la forma que tiene el dúo de fantasear, de expresar sus pensamientos y sus emociones, siempre con letras irónicas y una producción musical limpia y cautivadora, con percusiones orgánicas, algunos sintetizadores y un especial protagonismo de la guitarra acústica y el bajo.

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Los capítulos son pequeñas dosis de veinte minutos, reconfortantes chutes de humor antes de irse a la cama, que recuerdan a The Office o The IT Crowd. Desde que empieza la intro ya tiene uno la sonrisa en la boca. La tragedia es que la serie, estrenada en 2007, sólo tiene dos temporadas, de doce y diez capítulos respectivamente. Fue lanzada en España por la cadena TNT con más pena que gloria y un doblaje malísimo, tanto en la traducción como en las voces. Un buen ejemplo del flaco favor que le hacen los doblajes a las series extranjeras, con la honrosa excepción de Lost y unas cuantas más. Pero es que la cosa va más allá: hasta las canciones están dobladas (la cadena organizó un concurso para elegir a los profanadores), con la dificultad que entraña traducir chistes, frases hechas y, sobre todo, cambiar la letra para no cargarse la rima. Y por si las citadas razones no fueran suficientes para elegir la versión original, he aquí otra: verla en español supone prescindir del divertido acento neozelandés de los personajes, fuente de constantes burlas por parte de los neoyorquinos, sobre todo en los primeros episodios (y obviamente, eso es intraducible).

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Flight of the Conchords es, con diferencia, la serie de más bajo presupuesto de la HBO. Visualmente es muy sencilla, pero cuando se juntan el humor, la música y un guión disparatado, ¿quién necesita filigranas? Si acaso dejémoslas para cuando protagonicen un largometraje (soñar es gratis). Bueno, ni siquiera para entonces, que les quitaría esa gracia de simpáticos perdedores.

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