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Javier Rubín: «Cuando me expresaba a través del arte, la gente se acordaba de que estaba ahí»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Javier Rubín Grassa
Javier Rubín Grassa

Hay personas que ven el mundo en blanco y negro y hay personas que solo saben verla y vivirla en color. Este es el caso de Javier Rubín Grassa, un ilustrador con un espíritu ansioso por descubrir, reflexionar y comprender al ser humano.

Nació en Madrid en 1986 y siempre tuvo un gran interés por el arte, estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y después de graduarse con el ‘Premio Especial’ en 2011, decidió seguir su carrera en Barcelona, ​​donde completó el Máster PRODART de investigación y creación artística, de la Universidad de Barcelona (UB).

A través de la ilustración, Javier encuentra las herramientas para mostrar su mundo, su realidad tal como la entiende, buscando siempre el lado oculto de los sentimientos y haciéndolos visibles en sus obras. Posee un estilo realista, pero con un objetivo y una mirada particular, su magia es llevarnos de viaje por el subconsciente, sumergiendo la realidad en el mundo de las emociones y los sueños, exponiendo el aspecto auténtico de una generación perdida definida por la inestabilidad y la inmediatez.

¿Cuándo comienza a dibujar?

No sé… ¿Con qué edad comienza uno a andar?

¿En qué momento nació su interés por el dibujo?

Siempre disfruté dibujando, desde pequeño. Nunca le di el valor que realmente tiene esta expresión artística porque continuamente me hacían ver que era algo relacionado con el ocio, como un juego. Tal vez por ello me sentía tan libre y a gusto dibujando para expresar cualquier sentimiento que se me pasase por la cabeza.

¿Ha tenido siempre esta pasión?

Hasta donde yo recuerdo, sí. No recuerdo ratos muertos, ni tardes sin saber qué hacer.Tuve una adolescencia compleja, no disfrutaba con nada de lo que hacía en el colegio o en el instituto. Si había oportunidad, me escapaba en los recreos para no volver a clase, pero los días que tenía plástica, ya podía tener 40 grados de fiebre, que nunca falté ni a una sola clase. La sensación de estar haciendo algo durante una hora que realmente me llenaba era indescriptible, era incapaz de soltar el lápiz.

¿Recuerda el momento en el que decidió dedicarse al mundo del arte?

No recuerdo un hecho puntual, al igual que no recuerdas el día que te enamoraste de alguien. Todo nace de un proceso, un pequeño efecto en cadena que acaba llevándote a donde debes estar.

¿Qué intenta transmitir con su obra? ¿De qué habla?

Pretendo hablar. Nací siendo el último en llegar a la familia, y por suerte (o desgracia) nací mucho más tímido e introvertido que mis dos hermanos. Ellos se caracterizaban por un gran desparpajo, allá donde llegaban eran capaces de captar la atención de cualquier público que se les presentase.

Me di cuenta de que, cuando me expresaba a través del arte, la gente se acordaba que estaba ahí, y al final se convirtió en mi idioma particular.

Hablo de todo lo que me inquieta. De todas las preguntas sin respuesta. De por qué mis padres me enseñaron la receta de una vida prospera y con futuro en un momento en el que la comida precocinada está a la orden del día.

Su obra tiene un estilo muy personal y reconocible, ¿fue fruto de una evolución o lo tuvo siempre claro?

Siempre tuve claro que admiraba la limpieza y definición de los grabados realistas editoriales de antaño, donde definían los rostros a través de un sombreado lineal, por lo general horizontal. Me pareció interesante comenzar a trabajar en un estilo limpio, figurativo y con un sello personal. Aparte de que estoy loco y soy algo obsesivo con la limpieza.

¿Cuál es su relación con las redes sociales?

Comenzó siendo un lugar en el que expresarse libremente, donde podía narrar todas mis vivencias y experiencias, acompañadas de ilustraciones que estas me inspiraban. Pero con el tiempo, fue convirtiéndose en mi oficina de trabajo. Es mi vía principal de comunicación con el público y, en algunos casos, con el cliente.

¿Le han servido?

Me han facilitado las cosas. Ha sido más sencillo llegar a más gente. Pero por desgracia, no paso los filtros del temido algoritmo y por lo tanto, cada día llego a menos gente. Pero esto no me detiene para seguir trabajando.

Con su última serie ‘36 days of type’ (Colección que se caracteriza por realizar una ilustración por cada letra del abecedario) ha tenido mucho éxito ¿volverá a hacerla el año que viene?

Este ha sido el tercer año en el que participo en este proyecto. Mi principal cometido era, aprovechando la coyuntura de tener que generar un abecedario personal, agradecer una por una a las personas que apoyan mi trabajo día a día. Me parecía bonito llegar a sorprender cada día, de los 36 que dura el proyecto, a una persona diferente. Un retrato inesperado, pero que podía intuir que podría hacerle ilusión al modelo.

¿Cuánto trabajo supone elaborar una serie así?

Supone muchísima dedicación y, sobretodo, planificación. Desde hace cosa de 6 años trato de vivir exclusivamente de la ilustración, y por ello, involucrarse en un proyecto así conlleva reservar de 1 a 2 horas de trabajo diario a algo que no repercutirá económicamente, pero que aportará muchas más cosas a la larga.

¿Cuánto tiempo invierte en cada ilustración?

Pues depende… Cada año ha variado el tiempo de trabajo. Con la primera serie, creé una colección simple pero que visualmente funcionaba bien, la cual no me llevaba más de una hora de trabajo.

El segundo año decidí retarme a mí mismo y desarrollé una serie de retratos con letras en pintura dorada, la cual, solo por incluir la parte pictórica, me llevaría a trabajar entre dos-tres horas al día.
Este año, por tener que compaginarlo con otros proyectos (remunerados) realicé una colección mucho más simple y rápida, no empleando más tiempo que una hora de trabajo.

Aunque se define como ilustrador también vemos mucha fotografía en su perfil ¿es otra área que le gusta explorar?

De hecho, la fotografía es la que viene antes que la ilustración en mi trayectoria artística. Comencé especializándome y trabajando como fotógrafo, dado que siempre me habían inculcado que el dibujo no era un trabajo, sino un ocio. Pero con el tiempo pasó a un segundo plano cuando descubrí que disfrutaba más expresándome por esa vía y encontrando espacios expositivos que mostraban interés por mi trabajo.

En su obra vemos muchos rostros y cuerpos parcialmente desnudos, ¿es el cuerpo humano su centro de inspiración?

Es el principal foco de sentimientos por el que reflejar nuestras vivencias generacionales. A través de ellos, y del mundo onírico que trato de impregnarles, se puede expresar cualquier sentimiento vivido.

La obra de Javier Rubín contrasta con su timidez personal, al final, su obra es un grito en el silencio de una hoja en blanco. Un idioma que entendemos con los ojos y que nació en la parte más profunda de un chico que siempre quiso ser visto. Una especie de principito escondido. Aunque en este caso, y en contra de lo que decía Antoine de Saint-Exupéry, lo esencial está justo enfrente de nuestros ojos.

Perfil de Javier Rubín aquí. 

 

Montaje con los retratos realizado por Javier Rubín
Montaje con los retratos realizado por Javier Rubín

Hugo García González

Soy Hugo García González, tengo 24 años y nací por cesárea porque ya sabía que el mundo es un lugar muy feo. Así que, me sacaron, básicamente, a la fuerza. Desde entonces intento buscar motivos para pensar que no todo está perdido. A través de la cultura (arte música, literatura y moda) y con el periodismo como herramienta pretendo mostrar la cara buena de la moneda y demostrar que (aunque no se puede comparar a un útero materno) este mundo tampoco está tan mal. Por cierto, soy bilingüe en ironía y los puntos no me gustan

/ IG: @youartfree /

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