EN LA ‘ROOOM’ DE STANDSTILL

El grupo catalán Standstill

No son un grupo corriente. Porque cuando un grupo que puede definirse como pop, instrumental, vocal, experimental, rock y vaya usted a saber cuántas etiquetas más es capaz de cantar sin mirar al público; cuando un grupo toca sin ninguna luz iluminándolos y ante un público que sabe exactamente el orden que va a llevar el concierto, y este público, aún sabiendo que ninguno de estos puntos no es ni lo más mínimamente alterable, acaba aplaudiendo de pie durante varios minutos, entonces es que el grupo es, como poco, “no corriente”. Son Standstill, y presentaron Rooom durante tres días consecutivos en un Círculo de Bellas Artes a rebosar.

Hacía poco más de tres meses que los barceloneses Standstill habían pasado por la capital, con un formato muy distinto, para participar en el Picnic Extraterrestre que montó Iván Ferreiro en La Riviera. Poco antes, en octubre, ya habían traído su Rooom a un Circo Price del que, por cuestiones técnicas que ya es mejor dejar en el olvido, no les quedó muy buen sabor de boca. Por eso, volvían con ganas al Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes, que había colgado el cartel de «no hay billetes» para las tres citas de los días 7, 8 y 9 de marzo.

Rooom no es un espectáculo fácil, como tampoco lo es Adelante Bonaparte, el triple EP con el que los catalanes han sorprendido tras un disco mucho más potente, como fue Vivalaguerra, considerado uno de los mejores de la pasada década. Un montaje técnico tan sencillo como efectivo es lo que hace que Rooom sea complicado, pero que entender la historia de Bonaparte a lo largo de los tres EP que lo componen sea más sencillo.Un momento del montaje

No es más que eso: la interpretación cronológica del disco, en orden y sin pausas, por parte de unos músicos sumidos en la penumbra que queda entre tres paredes en las que imágenes, vídeos y efectos visuales van desgranando la historia de un tal B. (Bonaparte) que empieza con una llamada que le anuncia la muerte de su padre y termina con otra que también le despierta, pero esta vez por el nacimiento de su hijo. Y en todo este proceso, los Standstill nos enseñan Algunos recuerdos significativos de B., que termina con la primera versión de ese himno vitalista que es la primera versión de ‘Adelante Bonaparte’. En este tiempo, B. se ha disfrazado de hombre araña, ha hecho cosquillas a la niña que le gusta, ha visto los fuegos artificiales y ha conocido el mundo desde tierra, mar y aire.

Tras el crecimiento, el despegue, pasamos a una etapa mucho más oscura y lúgubre en la vida de B, que titulan B. pasa de comerse el mundo a esconderse en una pequeña parcela. Y esta pequeña parcela no es más que la habitación, esa Rooom que titula el espectáculo, y que sin lugar a dudas es la parte más espectacular del montaje audiovisual. La habitación blanca con paredes que se caen, llena de gente a veces y vacía en otros momentos en la que B. se esconde del mundo y grita un ‘Sálveme quien pueda’ es su escondite, y también su plataforma de despegue.

Un despegue que llega con el tercer EP, El corazón de B. despierta. Y si despierta es porque con la preciosa ‘Cuando ella toca el piano’ la frialdad de la habitación o de las aguas que hasta ahora habían ambientado el disco pasan a ser llamas, y un plano de Enric Montefusco, el vocalista del grupo (y guitarrista, teclista, “ukelelista”, y más, y más). Esa chica tocando el piano cambia todo. Porque, como nos canta en ‘Ayer soñé contigo’, la muchacha tiene una mirada limpia «que al fijarse en mí, que al mirarme así, al mirarme a mí hace que todo valga la pena”. B. ha vuelto. Y ya nos dice algo como que “esta historia empieza en un final feliz”. B. ahora es optimista, y quiere montarse en ‘El elefante’ para ir “hacia adelante… contigo”.

El concierto empezó con un teléfono anunciando malas noticias, y termina con casi la misma canción y un teléfono que anuncia la llegada de un hijo. Parece que la chica del piano realmente hizo despertar a Bonaparte…Todo este disco magistral, sí, pero incomprensible por momentos, también, se aclara después de ver Rooom en directo (y más si, como la que escribe, se ve dos veces).

Enric Montefusco, cantante de StandstillÚnico “pero” de la velada: el sonido, bastante deficiente, y que, sobre todo al principio del concierto, hizo que la potente voz de Montefusco quedase en un segundo plano que no merece para nada. Por lo demás, se pierde la cuenta del número de instrumentos que cada músico toca. Se podría decir que Ricky Falkner se encarga del bajo y los coros, sí, pero es que también toca el metalófono y los teclados, y una especie de cítara, y lo que se le plante delante. Que Piti Elvira maneja la guitarra eléctrica, pero también la percusión.Y Ricky Lavado, el único que se dedica por entero –y con mucha devoción- a su batería, también hace de cámara para presentar al grupo sin palabra alguna. Y etcétera, etcétera, etcétera.

Brillantes, Standstill. Un grupo que cuenta historias y que ha ido evolucionando desde los sonidos más hard core hasta un pop melancólico experimental que les ha colocado donde se merecen: en una habitación, sí, con un público muy delimitado, también, pero en una habitación en lo más alto de cualquier rascacielos. Pero cualquier rascacielos, eso sí, poco corriente.

(Fotografías: Paula Matellanes – Fernando Díaz de Quijano)

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