“¿Te apetece probar una cervecita artesanal? ¿Rubia o de trigo?”, dice un vendedor barbudo. “Adelante, pasa, ¿es la primera vez?”, pregunta una señora alegremente. En el centro de Madrid, entre altos edificios, se encuentra escondido el solar de Grilo. Un espacio verde en el que conviven un pequeño huerto y un ambiente de creación con rústico interiorismo.
El Mercado Agroecológico de Malasaña es un pulmón, un edén, un espacio de tregua dentro del caos y frenetismo de la capital. Hay silencio y huele a paz. Verduras, miel, vinos, pan, galletas, legumbres, quesos. Los artesanos venden sus productos ecológicos y de proximidad. Algunos tienen su puesto asignado desde que se abrió este espacio, hace ya dos años.
En la entrada hay una barra con un cartel informativo y dos calabazas gigantes. El vendedor de cervezas es Bruce. La señora alegre que pregunta es Rosi. Él vende cervezas artesanales de su propia marca “Barbuda”. Ella ofrece pinchos de algas con maíz y pimentón dulce sobre tostada de pan de centeno. Ambos expenderán sus productos cada sábado durante este mes de noviembre. Y, así, van ofreciéndolos a los que entran.
Desde la calle llama la atención el inmenso mural en blanco y verde del artista Casassola, Europa raptada, que reinterpreta, desde la perspectiva del siglo XXI, el mito griego del rapto de Europa por parte de Zeus. “Este es el único solar protegido en Malasaña en el que no se puede construir”, dice Domingo, voluntario en el mercado y miembro de la Asamblea Popular de Malasaña. El solar Okupado de Grilo es una iniciativa que surgió en la Asamblea Popular y Grupos 15M del barrio. Los propios vecinos, más allá de cuidar del huerto, pueden reservar el espacio para otras actividades como meditación o yoga. También pueden llevar a cabo actividades culturales en las que dan a conocer algunos artistas del propio barrio de Malasaña: conciertos, proyecciones de films, exposiciones de arte, recitales de poesía. Cualquier manifiesto en forma de reivindicación cultural es válido. Y, los sábados, de 11h a 14.30h, venden los productos.
Sin embargo, el plano de acción de los vecinos de Malasaña no termina aquí. Han impulsado una iniciativa no monetaria gestionada por un Banco de Tiempo: espacio de intercambio en el que no existe el dinero. Por ejemplo, un vecino enseña durante una hora inglés a otro vecino. Ese tiempo invertido va a parar al Banco de Tiempo y el que enseñó inglés puede gastar su tiempo acumulado en otra actividad distinta sin involucrar al mismo vecino.
Otra iniciativa no monetaria es “Malasaña se apaña”, en la que algunos voluntarios ponen en contacto vecinos que tengan una necesidad puntual. Por ejemplo, uno ofrece una mesa para otro que la necesite. Ya sea para préstamo o permanentemente. Asimismo, la Asamblea Popular del Barrio de Malasaña organiza también mercadillos de trueque: cultural y navideño, por ejemplo.
“Me alegro mucho de poder exponer aquí las cervezas que con tanto amor y cariño hacemos”, dice Bruce, creador de la “Barbuda”. Desde hace cinco años, él, junto con dos socios más, empezó en la producción de cerveza como un hobby. Tras el éxito entre amigos y en exposiciones de ferias artesanales, ahora apuestan por “valorarlo como un negocio de verdad”.
Madrid Agroecológico, plataforma que nació en enero de 2015, defiende “una necesaria transición hacia sistemas agroalimentarios social y ambientalmente sustentables”. El objetivo de esta nueva iniciativa, que agrupa activistas de toda la región del centro de la península, es averiguar fórmulas para acercar el pensamiento sostenible a un amplio grueso de la población y espacios para ello.
Todas estas iniciativas toman conciencia con el medioambiente y buscan un compromiso con el ecosistema. Un estilo de vida que cada vez pasa menos desapercibido y con el que cada vez más gente empieza a simpatizar.