“El Público” vuelve a enfrentarse al público

Foto: Teatro de la Abadía
Foto: Teatro de la Abadía

Federico García Lorca  la escribió en 1930 y el Teatro de La Abadía la estrena mañana bajo la dirección de Álex Rigola (Barcelona, 1989) y producida en colaboración con el Teatre Nacional de Catalunya. La obra se mantendrá en cartel hasta el próximo 29 de noviembre y promete no dejar indiferente a nadie.

Adecuar un texto que de primeras “no es fácil para el espectador”, como apunta el director barcelonés, no es tarea sencilla. Su máximo reto es renovar la obra para que el público de hoy consiga identificarse con aquel poeta que, en medio de una crisis existencial y amorosa, abandonó España y tomó rumbo a Nueva York y a Cuba. El dramaturgo acababa de terminar su relación con el escultor Emilio Aladrén, que se casó con una mujer, y su vínculo con Dalí se encontraba en uno de esos altibajos que tanto caracterizaron su amistad cuando partió del continente y engendró esta obra que fue rechazada de inmediato a la vuelta a su tierra natal. “Ahora el público quizás no esté preparado, pero dentro de diez o veinte años seguro que esto va a ser un éxito», escribió Lorca por aquel entonces.

Foto: Teatro de la Abadía
Foto: Teatro de la Abadía

El director afirma que el autor “plantea un viaje poético a su cabeza” y que analiza a partir de sus experiencias lo que para él era la muerte en todos los sentidos. “Refleja su miedo a su muerte artística, su muerte amorosa, su muerte personal, su muerte en vida…”, apunta. Precisamente por eso, ha querido que la imagen que reciban los asistentes sea exquisita y ha centrado mucha atención en la estética y el contenido de la producción. El escenario vestirá su suelo de corcho simulando la tierra y sus paredes de tiras de papel plateado porque los asistentes van a entrar en un lugar “especial y espacial».

El Público cuenta con un reparto de catorce actores entre los que se encuentra Irene Escolar (Madrid, 1988) interpretando a Julieta, imagen del amor verdadero que sentía por Romeo y una mujer angustiada y desesperada que necesita volver a salir a la luz y dejar de reprimir su necesidad sexual. La madrileña afirma haber tenido que leer cuatro veces el guión “para llegar a entender y oler por donde iba la historia” y apunta que no se trata solo de una obra surrealista porque “tiene ecos del surrealismo, del dadaísmo, de Cocteau y de todo lo que vivió en Nueva York y en Cuba”, pero asegura que lo primero que sintió al recibir el manuscrito fue “un huracán de emociones”.

La creación busca que el espectador viaje y se deje llevar, que se inunde de la delicadeza y de la lindeza con la que fue escrita y que valore, entre otras cosas,  el irrefrenable deseo amoroso y las pulsaciones sexuales del escritor que se simbolizan a través de caballos. El drama no cuenta con una historia a seguir ni con una línea argumental, pero se defiende con una poesía escrita que, según Escolar, cuenta con “muchísimas ráfagas de belleza y emoción; más incluso que en otra función más sencilla de entender y seguir”.

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