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El arte delicado de programar ciclos de cine

Escena de Cinema Paradiso y los protagonistas como programadores de cine inesperados
Escena de Cinema Paradiso y los protagonistas como programadores de cine inesperados

Los programadores Carlos Reviriego (Cine Doré), Jesús Mateos de la Varga (Cines mk2) y David García (Cines Verdi) revelan los secretos detrás de cada ciclo de cine en sus salas.

Imágenes de salas oscuras, rostros iluminados, ojos llenos de lágrimas o bocas repletas de palomitas. La magia del cine es muy difícil de capturar. Pero si hay una obra que lo logró es Cinema Paradiso, la película de 1988 de Giuseppe Tornatore que pasó a la historia como la carta de amor definitiva al séptimo arte. En un pueblo en el que no había mucho para hacer, dos almas solitarias: Alfredo, el operador del cine y Totó, un niño sin padre, encuentran en las películas la compañía que les hacía falta y, rodeados de pósters de Casablanca, Buster Keaton o Greta Garbo proyectan sus títulos favoritas hasta aprenderse los diálogos enteros de las obras. 

Así es como, además de operar en la cabina, se convierten, sin darse cuenta, en programadores de cine. Un oficio asociado normalmente a los festivales, donde miles de críticos se reúnen anualmente para organizar las grillas de los más importantes de la industria. Pero este trabajo también se lleva a cabo en todas las salas de cine del mundo y hay algunos que, como Alfredo y Totó, desempeñan este trabajo con un amor infinito hacia este arte, buscando transmitir esta pasión en cada elección que hacen. 

Todas las piezas tienen que encajar

Uno de los programadores más importantes de España es Carlos Reviriego, el director adjunto de la Filmoteca Española y de programación del Cine Doré desde 2017. Junto a sus auxiliares, Natalia Marín y Pablo López, todos los meses, publican un programa de mano a color donde se puede consultar toda la programación del mes. También se puede encontrar en la web del Ministerio de Cultura y en las pantallas en la puerta de la sala ubicada en Lavapiés. 

Con una simple visita al programa mensual, se pueden identificar allí numerosos títulos englobados dentro de ciclos de cine: una manera de proyectar que se hizo muy popular a mediados del siglo pasado porque, como explica el director adjunto, “poner una película de Howards Hawks no tiene el mismo valor que si la rodeas del resto de su filmografía: consigue cualidades y se ve desde distintos puntos de vista que la programación de la película en sí misma no arrojaría”.

“Los ciclos nos parecen importantes porque la forma de descubrir la historia del cine pasa por ahí. Pasa por estudiar los períodos, los autores, los distintos movimientos que han sacudido o intervenido en la historia del cine de alguna forma; pasa por verlo en su conjunto. Hay películas de hoy y del pasado que se defienden por sí solas, pero arropadas en un ciclo revelan otra serie de aspectos que no son detectables sin ese contexto”, desarrolló el director de la sección de cine en El Cultural.

A su vez, en un mismo programa del Doré, se pueden identificar varios ciclos dentro de un mes. Por ejemplo, en 2020, el equipo tomó la decisión de realizar uno sobre el cine mudo de “Musidora”, y otro sobre Agnés Varda. “Todo eso lo programamos en el mismo mes porque entendemos que hay ahí un discurso: el de ofrecer una historia paralela del cine que no se ha contado: la historia del cine hecho con mujeres”, explicó Reviriego. 

Programación de ciclos de cine en el Cine Doré.

En este sentido, el deber del programador se convierte en un arte donde todas las piezas tienen que encajar: no sólo debe pensar en ciclos que funcionen por sí solos sino también que dialoguen con aquellos que comparten cierta temporalidad: “se busca eso que los enlaza, que los entronque de alguna forma. De ahí salen conexiones invisibles que nosotros creemos que pueden arrojar ciertas ideas interesantes”, amplió. 

Pero para lograr esto, aunque la cartelera se renueva mensualmente, los ciclos se piensan con mucha antelación: “Tenemos un calendario anual. En octubre ya debemos tener los grandes ciclos de la programación del año diseñada”, comentó el director adjunto.

“Hay que tener en cuenta que son muchos ciclos: entre 50 y 80 títulos al mes, más de 100 mensuales, lo que hace un total de más de 1000 sesiones al año. Generalmente el  programa del mes, lo tenemos cerrado dos o tres meses atrás porque hay que trabajar teniendo en cuenta muchos factores: no siempre se programa lo que uno quiere sino también lo que uno puede”, aclaró. 

Sobre los obstáculos que pueden surgir a la hora de programar una película, el profesor del máster de Crítica Cinematográfica de la ECAM explica que se puede tratar de “problemas de derechos, que las células no se pueden proyectar, que no hay materiales adecuados para la proyección con la calidad suficiente o que son copias especiales de archivo de otros archivos que no las prestan y que no están digitalizadas”. “No trabajamos con una lista de deseos, sino de posibilidades”, declaró. 

Entre esas posibilidades se encuentran los más de 50.000 títulos reservados en los centros de conservación y restauración de la Filmoteca pero cuando se trata de archivos internacionales, se entabla un diálogo con diferentes instituciones de alrededor del mundo o con el International Federation of Film Archives (FIAF). Una vez que estos acceden a enviar los títulos, hay que investigar quiénes son los dueños de los derechos y pagar el derecho de exhibición. 

Crear comunidad a través del cine

Entre todas estas tareas que debe realizar, día a día, el director de programación del Doré, hay un aspecto que no está entre sus principales prioridades: el de hacer que cada sesión sea rentable. Pero esto sí es una preocupación para los programadores de los cines comerciales. Jesús Mateos de la Varga es el director de comunicación y eventos de mk2, y también se ocupa de programar los ciclos de cine en, por ejemplo, la mítica Sala Paz de Chamberí. 

“En España, al año, se quedan vacías más de 900 millones de butacas de cine”, declaró  Mateos. “Los lunes, martes y jueves son días fantasmas en los que las salas están prácticamente vacías, entonces nos dimos cuenta que sería muy interesante poder rellenar esos días y esas butacas con un contenido diferente y aunque es verdad que una película de cine clásico de culto al final no va a tener el potencial que tiene un estreno, -porque es novedosa, porque tiene una campaña de marketing y de publicidad- sí que es verdad que hay gente que le interesa verlas”, explicó el también programador cinematográfico en la Sala Equis en La Latina. 

Así fue como empezaron a realizar el ciclo de cine clásico los martes donde, con la excusa de algún aniversario, efeméride relacionada a una figura destacada o una película que resurja por algún acontecimiento internacional (como puede ser el festival de Cannes), lograron volver a llevar al público en esos días complicados para la industria.  

“Al final es tratar de rejuvenecerlo haciéndolo accesible y en un entorno atractivo: ver esas películas en salas con la calidad de imagen, sonido y butacas excelentes, nos permite crear una comunidad y contagiar esa pasión”, comentó Mateos. Con esta misma idea en mente, crearon el ciclo Cinetronik, que es cine mudo con música electrónica pero también ampliaron el abanico de posibilidades escuchando propuestas de otros apasionados de este arte que les interesaba realizar ciclos colaborativos.

Así se unieron con Sensacine para hacer “tarde de perros” junto a Alejandro G. Calvo o “Malditas bastardas” junto a Mafalda Gonzales. También abrieron sus puertas para acoger festivales, como el CUTRECON, “un festival con películas malas a rabiar donde la gente habla, canta y chilla durante la proyección”, explica riendo.

“Siempre intentamos generar contenidos innovadores y apoyarnos mucho en las comunidades que ya existen: si hay un festival de cine cutre que ya tiene su comunidad creada, pues está genial poder acogerlos y apoyarnos”, siguió.

“La función social y cultural del cine la tenemos súper interiorizada. El hecho de crear una comunidad cinéfila, una comunidad cultural, una comunidad de barrio es lo que termina generando un modelo exitoso”, concluyó. Así es como el programador de la Sala Paz agrega una misión más a la larga lista de los programadores de cine: el de crear una identidad y, en consecuencia, una comunidad a través del cine. 

David García, programador de ciclos de cine en las salas Verdi. Créditos: El Debate.

De la misma manera, David García, director de la programación y marketing de los Cines Verdi, apuesta a una cartelera alternativa buscando este mismo objetivo. Por ejemplo, los lunes, realizan pases matinales, bajo el título “Mañanas de ópera y ballet”, donde muestran proyectos mundiales reconocidos de esas arte escénicas; el “martes cultural”, donde exhiben documentales sobre pintura en colaboración con Exhibition On Screen; y los “jueves de imprescindibles”, donde proyectan títulos como “Toro Salvaje” de Martin Scorsese. 

“Estos ciclos son los que menos nos preocupa la rentabilidad porque son como una marca de identidad de los cines Verdi. Si se rentabiliza, genial pero nos preocupa más rentabilizar las películas de estreno que las clásicas”, explicó el encargado de los Cines Verdi de Madrid y Barcelona.

“Para nosotros un espectador es tan importante como 100 y está claro que cuando haces un ciclo de esas características, habrá títulos que funcionarán más y otros menos pero no le damos mucha importancia, es nuestra manera de crear la comunidad Verdi y decidimos apostar por ello cada semana”, continuó. 

Queda en evidencia que la programación de ciclos de cine es un arte delicado donde se tienen que cumplir varios objetivos, desde conversar con el contexto actual, mostrar la historia del cine, crear un diálogo entre el pasado y el presente, y hasta generar una comunidad cinéfila que llene butacas. Pero sí hay algo que prima por encima de todo esto es transmitir una pasión que, como vemos en Cinema Paradiso con Alfredo y Totó, siempre es mejor si es compartida.

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