El artista australiano sorprende con su nuevo trabajo, cinco años después del éxito de The Slow Rush
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Es el calor de los cuerpos pegados como si fueran uno solo. Es el olor del sudor, salado, embriagante. Es ese movimiento que no se puede ver, pero se percibe, que te posee inconscientemente. Es la oscuridad de la noche, apenas iluminada por las estrellas y la luna, atravesada por cientos de diminutos rayitos de colores. Azul, verde, rojo. Azul, rojo, verde. Rojo, verde, azul. ¿De qué color era este bosque cuando llegaste?
Son las sustancias que han bañado toda percepción como un río. Es una energía que no puedes controlar. Los árboles esbeltos parecen transformarse, cambiando a cada momento, como si hubiese empezado un incendio. Una nube de polvo levantada por miles de pies sobre la tierra dimensiona el lugar como en un sueño. Los asistentes, completos desconocidos, ven, aunque tengan los ojos cerrados, desde un lugar más alto, y al mismo tiempo, como si estuvieran conectados con el mismo núcleo de la Tierra.
Pero, sobre todas las cosas, es la música. Los bajos sustituyen al oxígeno, los beats techno son ahora la materia de las cosas. La atmósfera misma parece estar electrizada por los sonidos que ocupan todo y a todos, como un hechizo que los obligara a mover sus cuerpos, bailar como poseídos. Y, en medio de todos ellos, el alquimista. Tras una mesa de mezclas en lugar de un caldero mágico, los comanda a todos en su propio trance. Se podría pensar que este instigador es el más animado de todos, un desconocido que enciende las fiestas y las exprime, viviendo su vida de rave en rave sin pensar en el mañana ni por un instante.
Pero no. El hombre que domina esta rave en su ciudad natal del suroeste australiano es una superestrella que preferiría estar creando música en su habitación. Su nombre es Kevin Parker.

Un nuevo sonido
5 años después de lanzar The Slow Rush, Tame Impala publica su nuevo trabajo, Deadbeat. La expresión inglesa que da nombre al álbum podría traducirse como una mezcla entre “perdedor”, “perezoso”, o incluso “inútil”. En el cuarto tema del disco, Loser (que también fue el segundo adelanto del proyecto), Parker se confiesa: “Man, it’s a crisis, I’m never like this. That’s how my life is, you couldn’t write this”. Con sus guitarras distorsionadas y arreglos hiperpop marca de la casa, Loser se construye como un tema en ese umbral entre lo melancólico y lo bailable que tan bien maneja el australiano. Pero cuando la voz aguda y filtrada del cantante confiesa sentirse derrotado en el último verso, uno no puede más que preguntarse ¿Cómo se siente fracasado alguien que ha perfeccionado cada género que ha probado?
La gran sorpresa llega con el nuevo sonido que desarrolla Tame Impala. Loser es quizá la canción de todo el disco más similar a lo que fue el sonido de sus últimos proyectos, más ligados al rock psicodélico que lo catapultó a la fama en el inicio de su carrera. Sin embargo, en Deadbeat el sonido predominante es el del EDM, la electrónica y, especialmente, el techno.
Con un bagaje en su carrera que le ha llevado desde el rock independiente pasando por el R&B, el pop más comercial o incluso el hip hop. Realmente si hubiera que caracterizar a la música de Parker habría que usar, precisamente, la palabra “versatilidad”. Hay que tener en cuenta que el australiano lleva cinco años sin sacar un nuevo proyecto, pero eso no significa que no haya estado trabajando. En estos años, además de sacar nuevas versiones de temas de Innerspeaker o Lonerism por sus décimos aniversarios, Parker ha presentado nuevos sencillos y colaborado con artistas de la talla de Dua Lipa o Justice. Han sido tiempos de absorber influencias, y donde acabó surgiendo este interés por la música electrónica. Durante los últimos meses, Parker se ha visto muy atraído por los Bush Doof, fiestas al aire libre muy populares en Australia, en las que los protagonistas son la naturaleza y la música electrónica. Más que una fiesta, estas raves se enfocan en la comunidad, la construcción de una cultura, la conexión y la psicodelia, creando «zonas autónomas temporales» que permiten a los asistentes escapar de las estructuras sociales convencionales.

Un viaje emociona
Todo esto ha modificado el gusto de un Kevin Parker que confiesa no haber buscado este cambio sonoro de forma consciente, sino que al empezar a componer y producir, le ha surgido la necesidad de hacer este tipo de canciones. El músico logra trasladar ese sentimiento al oyente con cada uno de los temas. El disco entero se siente como un viaje transformador en el que el de Perth juega con todas las texturas y ritmos que ofrece la electrónica, desde el casi dembow de Oblivion hasta el drum and bass de Afterthought o el tech house de End of Summer. Al escuchar cada pieza es prácticamente inevitable mover la cabeza o marcar el ritmo de las bases. Pero, sobre todo, Deadbeat es el tipo de disco que te transporta, en este caso a una auténtica rave. El color que toma el LP impregna cada pista de nuevas emociones, sensaciones que traslada a una nueva dimensión. Desde la euforia y el hype de canciones como la citada End of Summer hasta temas mucho más introspectivos como Ethereal Connection. Parte de la diversión del disco radica también en cómo estos estilos fluctúan de un tema a otro o incluso dentro de la misma canción. Entre las mejores secuencias del álbum encontramos cambios radicales en el espíritu de una canción, ocurre en el final de No Reply, donde el insistente bombo que avasalla en cada compás deja paso, de pronto, a un piano melancólico, lento y meditativo. También coge por sorpresa el beat switch de Not my world, en el que un tema minimalista y soñador se transforma en un himno cargado de energía.
Todo este recorrido supone para Parker un viaje de autodescubrimiento. No tan solo por esa aceptación y liberación que supone hablar de su sensación de ser un perdedor, sino por todo lo que ha ocurrido en estos últimos cinco años en su vida. En el año 2021 nació su primera hija, Peach, y este mismo año, su hijo, apodado Rose. Estos cambios en su vida también se han trasladado a su música y al concepto de este disco. La misma portada es el mejor ejemplo de esto. Por primera vez en un disco de Tame Impala, la portada no es una imagen conceptual, sino una fotografía en la que, además, aparece el propio Kevin junto a su primogénita. Sin embargo, él mismo dice que no hubo una decisión tan consciente sobre usar la foto de su hija, que a veces no sabes explicar las decisiones que tomas en el arte, sino que te dejas llevar y dejas que sea el público quien una las piezas.
Es, precisamente, lo que sucede con este disco. De la misma forma que las ganas de crear le mueven de un modo casi inconsciente (dice que para él es como hacer ejercicio, si pasa mucho tiempo sin hacer música se empieza a sentir mal), su espíritu y su sensibilidad musical le llevan hacia nuevas formas de crear. Esta experiencia transformadora, como esa rave en la que arrancamos, eleva, tanto a Parker como a todo el que le escucha, hacia nuevos territorios, más allá de sus sentidos, pero también hacia el interior de sí mismo.
Mejores momentos del disco
- El último minuto de Oblivion
- El piano de My old ways
- El outro de No Reply
- El estribillo de Dracula
- El beatswitch de Not my world
- La intimidad naive de Piece of Heaven
- ETHEREAL CONNECTION!!!!
- La energía de Afterthought
- La producción de End of summer
Deadbeat de Tame Impala ya está disponible para escuchar en todas las plataformas.
