Da igual decir teatro que humano

John Malkovich. Fuente: Web oficial del Día Mundial del Teatro

Conectar con lo humano para conseguir éxito siempre ha sido una técnica de lo más astuta. Políticos y medios de comunicación la utilizan constantemente.  Pero no sólo ellos. John Malkovich también ha apostado por esa herramienta verbal en el mensaje que lanzó la semana pasada para conmemorar el 50 aniversario del Día Mundial del Teatro ¿La diferencia? Que en su caso no tenía otra opción. Porque el teatro es el evento cultural antropológico más antiguo que existe: hombres observados y analizados por hombres.

Malkovich lo sabe. Quizás por eso ha apelado a esa maravillosa obviedad en unos momentos en los que el panorama escénico lo pide a gritos. Y no debería ser el único. Necesitamos teatro ¿Por qué? Porque nos arroja más por qués. Algunos dirán que el resto de ámbitos culturales (música, cine, literatura…) también emiten múltiples interrogantes. Sin embargo, ninguno de ellos tiene esa viveza que caracteriza al todo acto dramático. Vale, están los conciertos en directo. Aún así… ¿no hay algo de teatro en la forma de interpretar una canción? ¿Acaso los cantantes no se sirven de unos gestos cuanto la melodía es triste y de otros cuando es alegre?

Las 14 líneas con las que el artista estadounidense celebra el medio siglo del Día Mundial del Teatro son algo más que un cumpleaños. Son una reflexión sobre el ser social universal. Malkovich se dirige a sus compañeros de gremio para pedirles que su trabajo sea “conmovedor, reflexivo y único” y que les ayude “a reflejar la cuestión de lo que significa ser humano” ¿No deberíamos incluir estas palabras en nuestra existencia?Escena de teatro. Fuente: Web oficial del Día Mundial del Teatro

Es verdad que esta esencial coherencia que une a la obra dramática con la Humanidad ya se ha visto avalada. No hay que olvidar que el Día Mundial del Teatro fue creado en 1961 por el Instituto Internacional del Teatro (ITI), una organización que pertenece a la UNESCO, es decir, a una entidad que promueve el desarrollo personal al que todos tenemos derecho. Y la escena está dentro de ese desarrollo. Por eso es una pena que en algunos países, como el nuestro, sea el eterno ausente de los programas educativos. Basta con comparar las horas que se dedican a esta actividad -¿cuántas veces va un niño al teatro a lo largo de su vida escolar?- y las que se dedican a otras como las artes plásticas. Y no es que unas sean más importantes que otras. Se trata de equilibrar. Los más pequeños tienen que aprender a expresarse escribiendo y pintando, pero también a mover su cuerpo y a hablar, y que todo junto tenga un sentido. No es sólo un modo de que se conozcan mejor, sino de que comprendan a los demás, de que aprendan a sentir lo que sienten  otros, a ponerse en su piel…Escena de teatro. Fuente: Web oficial del Día Mundial del Teatro

Esa es otra de las ausencias nacionales (que probablemente derive de la primera): la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Aunque generalizar es horrible, sí que parece que la individualidad se ha apoderado del espíritu de las sociedades posmodernas y que pasamos las semanas sin pensar en lo imprescindible: el otro. No hace falta destacar las facilidades que ofrece el teatro para indagar en ello, en la subjetividad ajena, esa psicología extraña a la que a veces nos da miedo acercarnos.

Malkovich sabe captar ese carácter trascendental de las tablas. Y lo interpreta –esta vez sobre un papel en blanco- con una sencillez que hace que el mensaje sea más vigoroso, más directo. En una disertación tan pequeña nos habla de cosas tan grandes como la humildad, el candor o la sinceridad. Y termina con una pregunta tan profundamente teatral como antropológica: “¿Cómo vivimos?”

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