El día que Cenicienta se volvió posmoderna

Cartel del espectáculo de danza La Cenicienta que se representa esta navidad en el Teatro Fernán Gómez

Desmontar un clásico y salir ileso en el intento nunca es fácil. El estrecho vínculo que se ha creado entre la historia y el público dará lugar a que cualquier extravagancia más allá de lo idílicamente estimado, pueda despertar las ansias asesinas de varias generaciones que han crecido soñando con príncipes azules y entrañables hadas. Pero este no es el caso de LaMov, que se ha desplazado al Teatro Fernán Gómez para bailarnos La Cenicienta, uno de esos relatos que ha acompañado a muchas infancias felices y que ahora vuelve a Madrid adaptado a las exigencias del posmodernismo actual.

 El artífice de esta nueva versión sobre las tablas es el director y coreógrafo Víctor Jiménez, que ha reinventado el cuento de Perrault para plantear “una reflexión sobre la naturaleza humana y su búsqueda íntima de la felicidad, concluyendo que no siempre se halla donde se la pretende”, tal y como reza en el papel informativo de la obra. El ex bailarín de la compañía de Víctor Ullate juega con esta idea a través de personajes estrambóticos, escenarios minimalistas y una coreografía que combina clasicismo y vanguardia con una naturalidad poco innovadora, pero que funciona.

Imagen de una de las escenas del espectáculo La Cenicienta que se representa esta navidad en el Teatro Fernán Gómez

Y es que el éxito de la danza recae en el potencial de los bailarines, que aprovechan al máximo el espacio, mueven los objetos igual que si fueran meras prolongaciones de su cuerpo y bailan, en definitiva, como si cada movimiento fuera casual y no formará parte de un entramado artístico que busca la perfección técnica. Sólo hay que fijarse en la protagonista (encarnada por Luciana Croatto): en algunos momentos parece más inerte y frágil que una muñeca de trapo, hasta el punto de que el espectador llega a dudar de si sigue con vida.

A esta fragilidad hay que añadir la sensualidad de un hada madrina-azafata, la elegancia de un príncipe con bombín o la energía de un ‘madastro’ que grita como si estuviera en medio de un mercadillo de fruta. Un elenco de lo más ecléctico que, junto con una escenografía minimalista y la cálida música de Prokofiev, dan como resultado una Cenicienta que se postula como un símbolo de cambio en un inesperado final que pone patas arriba los cánones de los relatos infantiles. Y eso nos encanta.

 

La Cenicienta de LaMov se puede ver hasta el 8 de enero en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.

Imágenes cedidas por el propio teatro.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.