‘Cerdita’ y la transformación del género ‘slasher’

La cineasta Carlota Pereda reinventa con su ópera prima el género típicamente americano

La siniestra tranquilidad del verano, la cámara como voyeur y la eterna ingenuidad de sus protagonistas. Cerdita (2022), como todo slasher que se precie, también tiene todos estos componentes. La ópera prima de la directora madrileña Carlota Pereda, que ya ha obtenido el Méliès de Oro al mejor largometraje en Sitges y el premio a la mejor película de terror en el Festival de Cine Fantástico de Austin, se traslada a Extremadura para contar la historia de Sara (Laura Galán), una chica que sufre acoso por su peso y que acabará siendo cómplice de unos extraños asesinatos que acontecen en su pueblo.

El primer largometraje de Pereda, continuación del corto que ganó el Goya al mejor cortometraje de ficción en 2019, bebe de todos los clásicos norteamericanos de este género cinematográfico, pero se adueña de su propia idiosincrasia. Filmar en un pueblo de La Vera extremeña, con sus veraneantes de la capital, sus calles desiertas a la hora de la siesta y con Carmen Machi siendo la madre de España hace que Pereda se acerque más al slasher cañí de Chicho Ibáñez Serrador en ¿Quién mata a un niño? (1976) que a la La Matanza de Texas (1974) de Tobe Hopper. Ambas películas muestran que a la luz del día también es buena hora para asesinar, pero mientras que uno solo tiene el propósito de generar angustia en el espectador, la otra pretende mandar un mensaje social respecto al impacto de los crímenes de guerra en los niños. 

Slasher con compromiso social

Porque si bien es cierto que este género cinematográfico siempre ha tenido unas características muy concretas, en los últimos años ha evolucionado y se ha redefinido. La venganza continúa siendo la principal motivación, pero también se han introducido otros factores sociales. En este sentido, destaca el cineasta estadounidense Jordan Peele, caracterizado por filmar “horror social” o “terror reivindicativo”, al usar en sus películas los recursos típicos del género desde una perspectiva de denuncia al racismo sistémico que sufre Estados Unidos, como se puede ver en Us (2019). Pero no es el único. Ti West, director norteamericano, también hace en X (2022) un alegato a la vejez, aportando a su venganza un componente humano. Y el español Alex de la Iglesia trató en Veneciafrenia (2021) los efectos del turismo masivo en una de las ciudades más turísticas del mundo.

Fotograma de X (Ti West). A24

En Cerdita, la cineasta madrileña hace lo propio, y convierte un slasher al uso en una lección moral muy costumbrista sobre el bullying estructural que viven en la sociedad las personas no normativas. Pereda establece en Sara el arquetipo femenino de “última superviviente” o el concepto de final girl que aparece en las películas de este género, acuñado por la escritora Carol J. Clover en su libro Men, Women and Chainsaws: Gender in the Modern Horror Film (1992). Este concepto hace referencia al personaje femenino que se salva, habitualmente por poseer una superioridad moral respecto a los otros jóvenes y que obtiene al final de la película toda la atención, ya que la cámara pasa de grabar desde la perspectiva del asesino a hacerlo desde su punto de vista mientras se defiende de él. Carlota Pereda juega con ese concepto y lo modifica, invirtiendo el papel de víctima de Sara y dándole el poder de decidir sobre su propio destino, algo de lo que carecen normalmente las víctimas clásicas de este tipo de filmes. 

Laura Galán en uno de los fotogramas de la película. Filmax

Por lo tanto, cabe preguntarse si la inmersión de miradas femeninas en los relatos de terror está subvirtiendo las dinámicas habituales también en este género, y si el personaje femenino que es el mero objetivo del asesino consigue salvarse solo porque alguien tendrá que vivir para contarlo o porque así, como ocurre en Cerdita, este será capaz de contar su propia historia. 

María Cantó

Periodista especializada en cultura. Escribo sobre todo lo que me ilusiona.

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