Elio Perlman es un joven francés de origen judío de 17 años que pasa el verano de 1983 en la casa de campo de sus padres, en el norte de Italia. Dedica su tiempo libre a transcribir música clásica, a tocar el piano, a leer, a bañarse en el río y a salir con su pandilla de amigos por la noche. Una vida muy tranquila que se revoluciona cuando llega Oliver (Armie Hammer), un atractivo treintañero norteamericano, también de raíces judías, para ayudar a su padre en los trabajos de arqueología durante los meses de la temporada estival.
Oliver pasa a ser uno más de la familia, habita en la casa y forma parte de todos los planes, lo que genera un rechazo inicial en Elio (Timothée Chalamet) que, paulatinamente, se va convirtiendo en atracción. El joven norteamericano desprende una seguridad y una confianza irresistibles para un adolescente que se encuentra en el periodo de encontrarse a sí mismo.
Sobre esta premisa se desarrolla Call me by your name, la última película del director italiano Luca Guadagnino (Yo soy el amor, Cegados por el sol), basada en la novela homónima del egipcio André Aciman, y con guion del propio Guadagnino y James Ivory. A primera vista el filme puede parecer simplemente una historia de amor homosexual de verano, pero es muchísimo más que eso. Call me by your name es pura sensibilidad. Es sentimiento en cada plano. Nada sobra, todo está cuidado al mínimo detalle. Desde la fotografía hasta la banda sonora.
La adolescencia, una montaña rusa
El filme habla de la fragilidad del amor, de la vulnerabilidad de los sentimientos. De aquellas relaciones que desde el principio sabemos que tienen fecha y hora de caducidad y que se intentan exprimir al máximo, aprovechar cada segundo, para tener el mayor número posible de recuerdos en la memoria. También del primer amor, aquel que queda grabado a fuego en nuestra historia y que nos va a acompañar durante el resto de nuestras vidas. Para bien o para mal.
Elio vive todo eso en un verano. Una montaña rusa de sensaciones en un periodo, la adolescencia, muy difícil, de muchos cambios, y de intentar encontrar el camino adecuado para estar bien con uno mismo y con los demás. El filme explora estos cambios de manera magistral, sobre todo en relación con el despertar sexual de un chico ávido por descubrir.
Todo ello narrado en un guion magistral de principio a fin, con un cierre perfecto –el plano final acompañado con los títulos de crédito es para exhibirlo en un museo– y contado en un tono comedido y lleno de ternura y delicadeza, apoyado por una cuidada y muy luminosa fotografía y una excepcional banda sonora, que combina sonatas de piano, música de los 80 y tres canciones de Sufjan Stevens, entre ellas Mystery of love, nominada al Oscar a mejor canción original.
La relación de Elio y Oliver está llena de sensualidad y la química que desprenden cuando aparecen juntos es deslumbrante, gracias a las sensacionales interpretaciones de Timothée Chalamet y Armie Hammer. El norteamericano Chalamet, con solo 22 años, sustenta sobre sus hombros todo el peso del filme y realiza una interpretación repleta de contrastes que le ha valido una nominación al Oscar a mejor actor principal –que seguramente no acabe en premio porque priman los galones de Gary Oldman o Daniel Day-Lewis– y convertirse en el hombre de moda en Hollywood.
Por todo lo dicho Call me by your name es la sorpresa del año. Una película arriesgada, profunda y sensible, que no puedes olvidar en mucho tiempo. Un filme irrepetible.