El pasado 19 de noviembre, el guitarrista y el pianista, se congregaron en nombre de uno de los mas grandes músicos de España y el mundo, rememorando los 10 años de su partida.
A las 19:29h suena el anuncio en altavoces, en el que se informa de que “no se pueden tomar fotografías ni grabar videos”. La señora que está sentada en la primera butaca de la segunda fila, frunce el ceño en señal de desacuerdo, mientras aprovecha para hacer fotos, antes de que inicie el concierto. La distribución del escenario es muy sobria, del lado derecho, una silla, en el suelo el reposapiés que suelen usar los guitarristas, un monitor pequeño justo a la altura de los oídos, el micrófono y, del lado izquierdo, numerosos instrumentos entre los que se encontraba el cajón flamenco y algunos instrumentos de percusión menor: Alejandro compartiría escenario con el “pedazo de percusionista” (como él mismo lo llamó), David Domínguez.
A las 19:30 en punto, el joven guitarrista aparece con su instrumento, por el lado izquierdo del escenario. Se detiene al lado de la silla y se dispone a saludar a un público que le aplaude con fervor, mientras él se sienta y comienza a afinar. Arranca enseguida el concierto con Rondeña, del guitarrista y compositor Ramón Montoya, captando la atención absoluta de los presentes, que, sin duda, saben a lo que van. Alejandro finaliza saludando al público, agradeciendo su presencia y afirmando que “una vez más, es un placer rendir homenaje al maestro Paco de Lucía, en especial este año que se conmemora el décimo aniversario de su partida”.
Aplausos van y vienen, y es imposible hacer caso omiso a la expresividad con la que este hombre, oriundo de Alicante, aborda cada interpretación. Alejandro no solo toca con sus manos, todo su cuerpo participa en la ejecución de cada nota. Por ejemplo, la notoria contracción en los acordes tensionantes de la Gitanería Arabesca, sus ojos cerrados la mayoría del tiempo como señal de máxima concentración. El pie izquierdo constantemente marcando el tempo o la ilusión reflejada en su rostro con cada nota de Tamiz, alegría de su autoría, a la que se incorpora David Domínguez en la percusión, agregando un toque de sofisticación.
Ambos músicos comparten durante su actuación las miradas cómplices de quienes están en completa sincronía con la música, con el ensamble y con el momento, un momento en el que, sin duda, la presencia de Paco se siente a través de la comunión entre el talento, la técnica y el amor por el flamenco.
Entre Tangos del Camino y la Gran Jota de Concierto, Alejandro se tomó un par de minutos para asegurar que el maestro Paco de Lucía, además del legado que aportó al desarrollo de la tradición flamenca, hizo que la guitarra clásica y la guitarra flamenca se unieran, dejándolo ver así en la impecable interpretación de la obra de Francisco Tárrega, en la que combina sus habilidades técnicas en pasajes tan rápidos en los que es difícil seguir con los ojos el movimiento de sus dedos, así como en la creación de una atmósfera sonora a través de la ejecución perfecta de armónicos.
El cierre de esta interesante actuación fue Río de la Miel, una bulería de Paco de Lucía en la que una vez más los intérpretes cautivaron la completa atención de un auditorio que, a juzgar por las expresiones faciales, los aplausos y los comentarios posteriores, quedó fascinado con esta dupla.
La segunda parte del concierto estuvo a cargo del pianista sevillano Andrés Barrios, originario de Utrera, quien desde el inicio de su actuación, demostró su propuesta musical en el escenario, haciendo uso de diversos recursos técnicos y creativos que llaman poderosamente la atención de todos los presentes. Andrés incorpora en sus interpretaciones algunos instantes en los que realiza percusión corporal, también hace uso de su voz, para complementar las líneas melódicas de lo que va tocando en el piano y hace ritmos complejos con su pie izquierdo, lo que da como resultado una actuación en la que nunca se sabe cuándo va a haber una agradable sorpresa.
Página oficial de Andrés Barrios
El talento y las habilidades de este joven de 22 años son indiscutibles, además de su pasión por el flamenco, lo que le permite hacer una fusión entre sus conocimientos académicos y el dominio natural de la tradición, viniendo directamente de la región donde ésta nace. Su propuesta se percibe con un un aire de ligereza que el músico le imprime en los momentos en que invita al público a interactuar con él y va cargada de virtuosismo, pues mientras sus dedos se pasean a toda velocidad por las teclas del piano, levanta su cabeza hacia el cielo, como quien recibe directamente de la divinidad, el don de hacer música en tan elevados niveles.
Sin lugar a dudas, la noche del 19 de noviembre en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, fue una muestra de talento, autenticidad y profesionalismo, que sella la promesa de una juventud comprometida con la preservación y difusión de tradiciones y legados muy importantes para la cultura en general, pues generan identidad y pertenencia, dos elementos que cada vez cuesta más mantener en la sociedad.