Músicos, cineastas, políticos, escritores, obispos. Muchos han sido los que han pasado por el objetivo de Alberto Schommer (Vitoria, 1928), por el de ese hombre que a los 85 años aún tiene ganas de innovar y de seguir trabajando.
La suya ha sido una carrera de fondo. Comenzó como pintor, pero el tiempo, el destino o simplemente la revista Afal, le dieron la oportunidad de sentar las bases de un camino nuevo que lo conducirían a lo que es hoy: un hombre con una cámara en la mano, enamorado de su profesión.
Representante más destacado del nuevo retratismo español de los años sesenta, siempre ha buscado mostrar la otra mirada de todo aquel que posaba para él. Así comenzó a diferenciarse, logrando crear unas composiciones barrocas, que poco tenían que ver con las austeras fotografías de Avedon, Penn o Arbus. Una acumulación de objetos que pretendían enseñar una imagen teatralizada a veces, y otras, interpretativa del personaje.
Sus obras han sido publicadas en revistas, en anuarios. Sus fotografías han llenado las paredes como las del Círculo de Bellas Artes de Madrid, Centro George Pompidou de París o Il Diafragma de Milán. Y ahora llenan las páginas de los diarios, de los semanarios culturales. Todos quieren rendir su particular homenaje a Alberto Schommer, un vitoriano que tiene planes de futuro, que quiere volver a hacer retratos de estudio, a utilizar de nuevo el blanco y negro, que dice que ese nuevo camino es como volver al origen, y que concluye: “siempre se vuelve al origen…”