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«Upfront, fotorreporteros», la guerra como forma de vida

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©JM López

Una oscura sala del Centro Cultural Conde Duque acoge la exposición Upfront: fotorreporteros, una generación mundial. La única luz que ve el espectador cuando entra en la muestra es la que desprenden las fotografías, colgadas del techo simulando pantallas de televisión. Incomodidad, confusión… Esto es lo que uno siente cuando llega a la exposición, sin saber muy bien cómo abarcarla, invitando a que nos pongamos en la piel de los fotógrafos. El rompedor montaje de la exposición se completa con una particular banda sonora. Sirenas, bombas, helicópteros… Todo esto acompaña al visitante durante el recorrido a través de las 70 instantáneas, que estarán a disposición del público hasta el 31 de enero.

Imágenes fruto del trabajo de 23 fotógrafos hispanos alrededor del mundo, en distintas zonas de conflicto desde Siria a Guatemala, dejando un hueco también para España. Las fotografías, organizadas en pequeños grupos, ilustran el horror de una guerra, la desolación, la muerte y la destrucción.

Pero también la esperanza y la voluntad de seguir adelante en un entorno hostil, como en una fotografía de Diego Ibarra en la que se ve a unas niñas de una escuela de Pakistán que, pese a haber sido atacadas por los talibanes en repetidas ocasiones siguen acudiendo a clase.

Muchos de estos grupos de imágenes no tienen cohesión aparente más que aquella que el espectador imagina en su mente. Otras sitúan varias realidades al mismo tiempo para mostrar que se están viviendo situaciones de conflicto dentro de nuestras fronteras. Buen ejemplo de esto es el grupo de fotografías presentadas bajo en título Tan lejos, tan cerca, que contrapone una imagen del muro que separa Israel de Palestina, con una de la valla de Melilla.

Todas ellas tienen en común la voluntad de estos fotógrafos que, en palabras del comisario Ramiro Villapadierna, practican uno de los oficios más “expuestos” del mundo. Muchos de ellos, como se indica en la exposición, han vivido el horror de la guerra no solo a través del objetivo de sus cámaras, sino en sus propias carnes, a través de por ejemplo, el secuestro.

La muestra también incluye dos vídeos. Uno de ellos un corto que le valió al fotógrafo Pep Bonet el primer premio del World Press Photo en la categoría de corto online multimedia en el año 2013. En él se retrata la cruda realidad de los inmigrantes que viajan a Johannesburgo desde otras partes de África en busca de una vida mejor y que se topan con un ambiente tremendamente hostil. A pesar de esto, Bonet destaca la integridad y dignidad con la que tratan de vivir estas personas.

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“Si no te indigna, no estás prestando atención”, así resume Bonet el contenido del segundo vídeo presentado, compuesto por un tráiler que, según el fotógrafo mallorquín, busca denunciar la injusticia sin caer en el sensacionalismo. Otra parte del video se dedica al reportaje fotográfico Blind Faith, sobre los niños ciegos de Sierra Leona a los que les quitaron los ojos durante la guerra.

Otro elemento destacado de la exposición es un poema de Gracia Morales, situado en ambos laterales de la sala, con la intención de mostrar al espectador la relación que se establece entre el fotógrafo y el entorno. El gesto de capturar un momento efímero que perdurará como testimonio de una situación o un momento concretos.

“Por favor, coja una foto”, nos indican a la salida. En dos pequeñas cajas, a modo de postales, se amontonan las fotografías de la muestra y nos invitan a llevarnos una. Quizás como forma de tener presente lo que sucede día a día en el mundo, sin olvidar que es una realidad que nos afecta mucho más de lo que creemos.

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