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Christian Fuchs: «Cada vez que recreo un retrato conozco una parte más de mí mismo”

El artista peruano presenta su exposición Familia en Espacio Valverde (Madrid) En ella, recopila retratos históricos de sus antepasados, recreándolos con maquillaje, telas y una cámara fotográfica.

«Viví en una casa donde hablaban de los muertos como si fueran vivos» menciona Christian Fuchs (Lima, Perú, 1979) en la presentación de sus obras a los alumnos del Máster en Periodismo Cultural. Sin duda, esta fue una de las razones que motivó al artista a llevar a cabo su exposición Familia. «Cada viñeta tenía una historia que era imposible que no me absorbiera» añade. Y es que, durante más de 10 años, Fuchs se ha dedicado a realizar un minucioso estudio de sus predecesores, así como cartas, documentos y retratos. Fue gracias a estos últimos donde decidió desarrollar su performance. El resultado, toda una obra de arte y fotografía, completada por anécdotas y datos curiosos de su familia, que han podido verse este mes de octubre en la galería de arte madrileña Espacio Valverde.

La exposición comienza con la historia de sus «tataratataratatarabuelos», el mariscal don Juan Bautista y Doña Natividad Martínez. Un matrimonio muy popular, cuyas hijas acudían a las fiestas de la corte de Napoleón III. En 1830, ambos fueron pintados por Gil de Castro, un célebre retratista de Perú, Chile y Argentina en la época de la Independencia. Unos cuadros que el artista peruano decidió recrear en su obra. «Para hacerlo, obviamente tuve que depilarme los brazos y el pecho. Me puse mucho maquillaje encima», cuenta como parte del proceso de recreación. «Todas las joyas que no tengo las he mandado replicar», añade.

Los alumnos del máster en Periodismo Cultural junto al artista durante la visita a la exposición. Foto: NOELIA DÍAZ

La genealogía de la música y literatura

Adentrándose en la sala mayor, nuevas recreaciones se combinan con documentos, cartas e, incluso, pasaportes. Todos ellos con un dato curioso y relevante para la historia. «Mis tatarabuelos fundaron Ginebra, en Buenos Aires, y se dice que no se puede ser más argentino que Ginebra», cuenta. Sin embargo, su abuela fue alemana y su familia es considerada por el propio autor bastante musical. En ese sentido, el tatarabuelo de dicha abuela inventó el terpodium. Con un teclado parecido al del piano, este instrumento producía notas por fricción. Asimismo, su hermano fue el inventor de la armónica.

Y por si esto fuera poco, los antepasados de Fuchs también poseen conexión con la literatura. De hecho, el dramaturgo y novelista Johann Wolfgang von Goethe es pariente suyo gracias a su abuela, quien tenía un antepasado alcalde de una ciudad alemana y tuvo dos hijos. «De la línea de la hija viene Goethe; pero en la línea del hijo venimos nosotros» explica. No obstante, los antepasados del artista peruano también poseen relación con los Hermanos Grimm. Se trataba de una familia alemana perseguida por los religiosos y que se establecieron en Castle. Allí compraron una taberna, donde viajeros llegaban de sus aventuras y se las contaban a la familia. Aventuras que más tarde sirvieron de fuente de inspiración para los hermanos alemanes.

El veneno en los labios

A pesar de la gran importancia de los retratos anteriores, la exposición culmina con la recreación de uno de los parientes más curiosos de toda la obra. Se trata de Doña Catalina de los Ríos, mejor conocida como «la Quintrala». Fue una aristócrata chilena de la época colonial con unos característicos ojos verdes y pelo rojizo. Famosa por su crueldad, belleza y su vinculación a la hechicería, «la Quintrala» fue acusada durante toda su vida por cometer más de cuarenta crímenes, entre los que destaca el asesinato de un caballero de la Orden de Malta, el apuñalamiento de un sacerdote o el asesinato de su padre, a quien le sirvió un pollo envenenado. Ha sido precisamente a través de esta última imagen cómo Fuchs quiso recrearla.

Recreación de «la Quintrala» con el plato de pollo. Foto: NOELIA DÍAZ

A través de toda esta recopilación histórica, Christian Fuchs pretende demostrar que «durante nuestra vida, manifestamos aspectos de nuestros antepasados sin darnos cuenta y no somos conscientes de ello, entonces lo que hago yo es el ejercicio inverso. Es repetir esas cosas que ellos hacían para despertar esas memorias dentro de mi cuerpo y así integrarlas de manera consciente. Cada vez que recreaba un retrato iba conociendo una parte más de mí mismo». Unos retratos de una familia inmensa y de distintas nacionalidades, convierten a Fuchs en todo un artista ciudadano del mundo.

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