Maria Kochetkova y Joaquín de Luz cautivan al público madrileño

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Federico Bonelli y Laura Morera en ‘El Cascanueces’ – Dave Morgan

El XXX Festival Madrid en Danza se despidió el pasado 5 de diciembre por todo lo alto. Después de años y años en los que la danza clásica ha sido la gran abandonada del Festival, Aída Gómez decidió organizar una gala de clausura en la que el ballet fue el principal protagonista. Además, un ballet en el que brillaron estrellas tan internacionales como la rusa Maria Kochetkova o el madrileño Joaquín de Luz.

Con un patio de butacas a rebosar, y el cartel de ‘No hay entradas’ colgado, la velada comenzó con un irregular paso a dos de Carmen de Roland Petit ejecutado por Daniel Kraus y Begoña Cao, del English National Ballet. A pesar de que Kraus tuvo un buen acercamiento al papel de Don José, se le vio impreciso en giros y saltos, y un tanto nervioso a la hora de los portés, lo que provocó que el paso a dos fuera errático y poco fluido. Aunque sí es cierto que esta pareja mejoró su coordinación y seguridad en su segunda intervención con el segundo paso a dos del segundo acto de El Corsario.

A Carmen le siguió Frank Bridge Variations, ejecutado por Nadia Yanowsky y Josef Varga, del Ballet Nacional de Holanda. Una enigmática y oscura composición neoclásica de Hans Van Manen, que dejó al público con ganas de más. Satanella fue el paso a dos escogido por Olaf Kollmannsperger y Marina Kanno con el que él demostró una gran limpieza técnica y ella tener unas asombrosas extensiones, que probó con unos attitude tan altos, que parecían ser parte de un sueño. Además, sorprendieron al público con Live now, think later, Una pieza contemporánea cómica, que interpretaron durante la segunda parte del programa, y en la que el iluminador tuvo un papel de una importancia capital.

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Maria Kochetkova en Giselle – Erik Tomasson

Pero el plato fuerte de la noche fueron, por supuesto, las actuaciones de los bailarines principales del Royal Ballet, Laura Morera y Federico Bonelli y, sobre todo, la estrella rusa del San Francisco Ballet, Maria Kochetkova y Joaquín de Luz, del New York City Ballet.

Laura Morera y Federico Bonelli en su primera aparición bailaron el paso a dos del segundo acto de El Cascanueces de la versión de Peter Wright del clásico del siglo XIX de Marius Petipa. Un pas de deux muy apropiado para estas fechas y en cuya coreografía se ensalza el estilo puramente británico. Un estilo que se ve claramente reflejado en el uso del torso que hace Laura Morera. Cabe decir que la ejecución fue muy buena, pese a que la grabación de la partitura de Tchaikovsky dejó mucho que desear. Sonaba bastante enlatada, lo que hizo que la música perdiera intensidad, algo muy importante en este paso a dos. Asimismo, Bonelli también demostró ser todo un danseur noble que se siente realmente cómodo en este tipo de papeles tan principescos.

Ya en la segunda parte de la velada, estos bailarines deleitaron al público con el dúo del segundo acto de Manon. Una joya coreográfica de Kenneth MacMillan en la que los bailarines del ‘Royal’ hacen suyos los papeles y explotan esa actitud tan propia de los British. Una pieza dulce, alegre, romántica, con la que el coreógrafo nos hace sentir el júbilo de dos jóvenes que se aman y hace que consigamos creer en el amor.

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Por su parte, Maria Kochetkova y Joaquín de Luz fueron, sin lugar a dudas, los grandes ovacionados de la velada. En su primera actuación bailaron el pas de deux del segundo acto de Giselle, en el que ambos brillaron. Un pas de deux en el que Kochetkova fue una Giselle espléndida, delicada, sutil, con un control y unas extensiones magníficas. Sobre todo hay que destacar que ella fue Giselle, no una bailarina interpretando su papel. Sus brazos parecían no tener fin y sus baterías de saltos hacían que flotase en el escenario.

De Luz, también estuvo sublime como Albrecht. Fue capaz de imprimir carácter a un papel con el que se corre el riesgo de llegar a parecer remilgado, algo que se refleja en su forma de tratar a la bailarina y, sobre todo, en su variación, tras la que acabó exhausto y dejando al público hechizado.

Para cerrar la velada, de Luz y Kochetkova deleitaron al público con el mítico y virtuoso paso a dos del esclavo de El Corsario, donde de Luz sacó todo el temperamento y su antología de saltos para dejar al público prácticamente sin aliento. Por su parte, pudimos ver a la Kochetkova más rusa, más imperial, más diva, jugando con los tiempos para dar pie a los aplausos del público. Una Kochetkova que, pese a su escaso 1’52, llenó el escenario con giros, saltos y, sobre todo, con unos fouettés impecables. Y es que Kochetkova y de Luz demostraron una técnica brutal y una limpieza exquisita, que hicieron que el público se levantase de sus butacas a ovacionarles nada más acabar el último salto.

En resumen, esta gala fue el broche de oro perfecto para la ‘edición del cambio’ en el Festival Madrid en Danza. Donde parece que por una vez, y gracias a Aída Gómez, el mejor baile, sin discriminar ningún estilo, se ha dado cita en la capital.

Helena Núñez Guasch

Ibicenca por tierras madrileñas. Apasionada de la danza y amante de la cultura. Creo en el Periodismo como herramienta imprescindible para la divulgación y como apoyo a la educación.
"El sitio de la danza está en las casas, en las calles, en la vida" M. Béjart.

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