El disco de La pareja tóxica, que supuso un antes y un después en la carrera de Zahara, volvió a sonar en Barcelona y Madrid. Tras romper su contrato con la discográfica Universal, la cantante lanzó su segundo álbum en el año 2011 con un estilo mucho más personal. Durante esa gira, aparte de cantar cada una de las canciones del disco, acompañó los conciertos con un corto que grabó como protagonista para darle voz y una historia “real” a esas letras. Ahora, en 2021, desempolva ese corto, le añade subtítulos y reedita en vinilo todas las canciones de ese álbum para devolvérselas a sus fans a modo de regalo, como una pieza de coleccionista.
América, América…
Cuidando cada detalle como de costumbre, los asientos ya estaban preparados con un folleto ambientado en el corto que se iba a reproducir antes del concierto. A ritmo de Nino Bravo comenzó la tarde del martes, y antes de que diera tiempo a preparar los clínex, Zahara apareció en el escenario para recordar que en el año 2011 se convirtió en actriz.
Leñador y la Mujer América es un corto que la artista grabó para contar una historia ficticia que, “al principio nadie entendía, y al final tampoco, pero quedó graciosa”, bromeó. Una Zahara con flequillo y pelo rubio platino era, en 2011, la protagonista de una historia de amor de instituto americano. Animadoras, el chico guapo del equipo de fútbol, y un baile de fin de curso con trágico final. Todo eso iba apareciendo en la pantalla mientras sus canciones ponían la banda sonora a una historia que podría haber sido escrita por el mismísimo David Lynch.
Aplausos, aplausos y más aplausos
De esta manera podemos resumir lo que ocurrió en el Teatro EDP Gran Vía de Madrid. Tras reproducir Leñador y la mujer américa, la banda formada por los componentes que la acompañaron hace diez años (Manuel Cabezali, Xavi Mole y Emil Saiz) y un nuevo integrante, Martí Perarnau, salieron al escenario y el público comenzó una ovación que hizo emocionar a la artista incluso antes siquiera de comenzar la noche.
Ninguna canción era desconocida para los asistentes de ese exclusivo concierto. El universo, una canción sobre el desengaño y una soledad absoluta, abrió el camino de una nostalgia que muy rápido inundó las butacas del teatro. Las mismas letras, pero un estilo mucho más maduro, incluso más electrónico gracias a los sintetizadores de Martí Perarnau. Todo ese nuevo sonido hacía entrar en trance a la banda con cada instrumental que alargaba cada canción durante minutos, pero que nadie quería que acabase.
Con un vestido semi transparente en el que Zahara se dejaba ver segura pero vulnerable a partes iguales, cantó temas como Pregúntale al polvo, que no forma parte del disco, pero que recogió de las sombras para traerlo de vuelta. La emoción de recordar a personas que ya no siguen con ella en el Camino, y el abrazo del público, le cortaron la voz en alguna ocasión, teniendo que contener las lágrimas hasta que ya no era capaz. Luego catarsis, venganza… El dolor, la rabia y la fuerza volvían a brotar de su garganta y la energía se disparó con Camino a L.A. Un juego de luces blancas y rojas, apagones y música electrónica convirtieron el teatro en una rave durante 6 minutos.
Adiós fue el único tema del disco que quedó fuera de la reedición, pero confesó que, “por presión social” la tuvo que incluir en esos dos conciertos celebrados en Barcelona y Madrid. Dejando atrás el micrófono, recordando sus famosos acustiquísimos, arrancó a capela los primeros acordes y el público, muy respetuoso, guardó la emoción de cantar con ella para no perder ni una nota ni un solo detalle de la canción.
Y con el frio Del invierno, la canción que habla del verdadero adiós, dejó helados y con el corazón encogido a todos los presentes. Zahara y su banda se despidieron para siempre de La pareja tóxica. Con el que ella considera su disco más pequeño, logró hacerse gigante y logró que ese escenario se quedara muy por debajo de sus pies. “Espero que hayáis disfrutado porque esto ya no se va a repetir”, se atrevió a decir con un nudo en la garganta. La noche acabó en ese instante, pero esas canciones tristes que hace diez años nos rompieron en pedazos, volvieron a sonar para permanecer dentro de todos –mínimo– otros diez años más.