Y tú, ¿de quién eres?

paco martinez soria

 

“Pobre de aquel que no tenga pueblo”, sentenciaba un flamante joven profesor titular de literatura contemporánea de la Complutense una tarde de clase. Y anonadada me quedé. Yo pensando que él sería el típico homo urbanitas de los que no saben diferenciar entre un pino y una encina, ¿qué sabría él de pueblos si en Coslada el trigo hace siglos que ya lo venden molido y empaquetado?

Pero mi ignorancia es muy osada. Resultó que no sólo conocía perfectamente la forma de una encina si no que además estaba familiarizado con el paisaje extremeño y se consideraba un orgulloso heredero de sus antepasados belloteros, así como de sus piques con los vecinos mangurrinos/cacereños del norte de su tierra. Él, como otros muchos madrileños de adopción, es hijo de padres emigrantes, aquellos que hace unas cuantas décadas dejaron sus calles empedradas para buscar un futuro mejor en las grandes capitales.tolocirio

Poca gente entendía las gracias sobre los motes de la familia, las preguntas de las abuelas, las verbenas, los atardeceres tomando la fresca y las miradas con una desconfianza poco disimulada a los forasteros, son fáciles de reconocer, suelen ir uniformados con los modelos Quechua. También recordaba con cierta ilusión sus visitas navideñas al pueblo de sus padres. Fueras donde fueras siempre había una palmada en las espalda, de esas que casi te hacen saltar los ojos y te recolocan las costillas, una copita de algún licor casero, un polvorón con el que atragantarse y un “dale recuerdos a tu señá abuela”. Una calidez que no es que no exista en las ciudades pero que, demostrado está, no se vive con la misma intensidad, a no ser que vivas en un barrio con historia arraigada y con una identidad tan fuerte que te lleve a decir que eres de Vallecas, a veces con k, antes que madrileño, por ejemplo.

Movida en parte por la somnolencia de la hora de la siesta en parte por mis orígenes también rurales, mi memoria me llevó al diminuto pueblo de Segovia donde nació mi madre. No es que vaya muy a menudo, pero nada más llegar y coger la bici ya se nota cierto aire distinto, y no sólo por la ausencia absoluta de polución. Los vecinos de mis abuelos me han visto crecer, pero para asegurarse de que no se equivocan (y de que saben exactamente sobre quién van a cotillear después) siempre me caerá un “y tú, ¿de quién eres?”

Deja una respuesta

Your email address will not be published.