La banda cordobesa actuó el pasado sábado 22 de enero en la Sala Mon Live, dentro del festival ‘Inverfest’.
Una entrada más que notable y un ambiente muy variopinto se vislumbraba el sábado pasado nada más entrar a la antaño conocida como Sala Penélope. Porque, aunque el estilo de Viva Belgrado se encuadra dentro de lo que se podría considerar como post hardcore, con clara influencia de bandas como Fugazi, Berri Txarrak o Toundra (para estas dos últimas han abierto en varias ocasiones), es tan amplio su registro que acaban alcanzando a un público de distintas ramas musicales. En su anterior (y primera post-COVID) visita a la capital, por ejemplo, compartieron cartel de Madrid Brillante con artistas como La Bien Querida, Putochinomaricón o Mala Rodríguez. Pero también han actuado en festivales como el Resurrection Fest, dedicado exclusivamente al metal y a sonidos de altos decibelios.
Aun así, está claro que el suyo no es un estilo accesible para la audiencia del mainstream. Los que se «atreven» con ellos, sin embargo, comprueban al instante la increíble capacidad de Cándido (guitarra y voz) para escribir letras sangrantes y desgarradoras, que llegan a lo más profundo del alma. Letras escritas por alguien que sufre y padece como los demás, y que se desmarca de ser esa figura endiosada que algunos le pudiesen considerar por lo que transmite: “perdí la paciencia, no tengo carisma / no soy tu mesías icono del underground”.
De hecho, al acabar el concierto, fue tal la avalancha de gente que se quería pasar por el puesto de merchan, que Ángel (bajo) y el propio Cándido tuvieron que hacer de dependientes improvisados. Pasar, en pocos minutos, de estar tocando sobre un escenario para un montón de gente que ama tu música y se sabe tus letras de principio a fin, a tener que ponerte a vender tus camisetas y discos para poder dar abasto a toda la demanda; es lo que tiene cuidar tanto las canciones, ya de por sí grandiosas, como todo lo que las envuelve.
Pero oye, a más de uno esto nos vino bien para, además, tener los vinilos recién comprados firmados por los miembros de la banda, ya que Álvaro, batería, también se pasó luego por allí. Lástima la ausencia de Pedro, segundo guitarrista, que lleva unos meses ausente y está siendo sustituido por Jaime, cantante de los sevillanos Catorce.
Sí que es cierto que Viva Belgrado ha ido ganando adeptos con el paso del tiempo, como demostraron con la afluencia a la Mon Live el sábado, y a eso puede haber ayudado la publicación de su último disco, Bellavista (2020), el cual presentaban y tuvo mayoría de canciones en el repertorio (aunque se echaron algunas de menos, como Ikebukuro Sunshine). Un sonido quizá algo más accesible que el de los anteriores, aunque sin dejar de lado esa vena hardcore característica del grupo y que primó durante todo el concierto. Modificaron considerablemente el setlist que estaban mostrando hasta el momento, intercalando temas del propio ‘Bellavista’ con los más representativos de Ulises (2016) y De carne y flor (2014), todavía su buque insignia (delirio general cuando encadenaron varias de sus canciones) y que acaban de reeditar en un precioso vinilo rosa que fue uno de los grandes atractivos de ese puesto de merch.
Otro de los momentos álgidos llegó con el tramo de Una soga («a los que dicen que mis letras les sonrojan, a los que dicen que les he aliviado el corazón / me subo al escenario, saludo a la afición; estoy tirando de la soga, pero no hay tensión»), Bellavista y Cerecita blues. Y es que el directo de Viva Belgrado es precisamente eso, directo, crudo. Ninguna floritura en el escenario, tan solo una pantalla tras la batería con el arcoíris blanco que preside Bellavista; salen todos los miembros a la vez, nada de esperar al cantante en plan estrellita; encadenan las canciones una tras otra, sin decir nada entre ellas más allá de algún que otro breve agradecimiento; y se marchan casi sin avisar ni retirarse al backstage y volver para los bises.
Ángel, como siempre, tocó el bajo mirando a la batería de Álvaro y dando la espalda al público. Estrenaron su último single, Pena sobre pena, y el anterior, Un relato («el único relato es que no hay ningún relato»), fue coreado como uno de los clásicos del grupo. Y en cierto momento, silencio sepulcral del público, Cándido se marcó un screamo a capepella alejado del micrófono. Crudo, directo. Y siguen de gira por salas, con varias fechas ya confirmadas en España y en Europa.
Por un lado, es una pena que las canciones y letras de Viva Belgrado no tengan el reconocimiento que merecen y se queden estancadas en ese círculo que, insisto, ya es bastante más grande (porque se lo han ganado) que el de otras bandas de su estilo; por otro, hace que el sentimiento de comunidad sea más cálido y que podamos hacer nuestras sus canciones con mayor facilidad. Gracias por ayudar a aliviar tantos corazones y a curar tantas almas.