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‘Un amor’, el lenguaje enfangado

La última novela de Sara Mesa construye con maestría una historia llena de simbolismo que indaga en la importancia del lenguaje como herramienta para el entendimiento.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define ‘lenguaje’, entre sus múltiples acepciones, como la ‘facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos’. Es por lo tanto una herramienta que nos permite relacionarnos, transmitir nuestros pensamientos y ayudar a que nuestro interlocutor nos entienda. Cabe preguntarse, entonces, de qué sirve un lenguaje que no comunica, que no nos ayuda a comprendernos y que, más que acercarnos, nos separa. Un lenguaje que nos aleja de nuestro interlocutor y que convierte las distancias interpersonales en abismos insondables. Un lenguaje como el que se nos presenta en Un amor.

Sara Mesa (Madrid, 1976) lleva ya varios años dando muestras de un increíble talento para explorar los deseos más profundos de la esencia humana a través de la psicología de los personajes, especialmente femeninos, tanto en sus novelas Cicatriz y Cara de pan, como en su ensayo Silencio Administrativo. Pero es en esta última y breve novela, Un amor, donde demuestra todo su torrente narrativo y lo pone al servicio de la exploración del alma de Nat, una mujer joven que se traslada al núcleo rural de La Escapa por misteriosos motivos. A partir de esa premisa, la escritora afincada en Sevilla desarrollará una historia que explora los límites de la moral, los tabúes, la mujer y, sobre todo, el lenguaje como forma de división.

El escenario escogido para contar las peripecias de Nat es un pueblo inventado de la España vacía, lo que podría hacernos pensar que la novela de Sara Mesa se enlaza con otro de los fenómenos editoriales más recientes, Los Asquerosos. Nada más lejos de la realidad. Mientras en la novela de Santiago Lorenzo el medio rural se presenta como un oasis al que escapar de la injusticia de la urbe, en Un amor ocurre todo lo contrario. La preciosa edición de Anagrama, en cuya portada encontramos una inquietante ilustración de Gertrude Abercrombie que muestra a una mujer paseando por un árido paisaje, ya nos avisa de que no nos encontramos ante una bucólica novela pastoral. Aquí el campo no es un remanso de paz que ayudará a la Nat a sanar sus heridas, sean las que sean. El silencio de La Escapa, la soledad del pueblo y el entorno rústico construyen un ambiente opresivo que juzga, veja y ahoga a la protagonista. Se emparenta por lo tanto con La forastera, de Olga Merino, otra novela en la que una mujer regresa a la ruralidad para encontrarse con lo más hondo de la miseria humana. 

A lo largo de toda la obra, los espacios descritos se llenan de un simbolismo que expone que Nat no pertenece a ese lugar. La casa de los antiguos vecinos, llena de pintadas amenazadoras pidiendo su marcha, se erige como una profecía que parece adivinar el probable futuro de la protagonista. A ello contribuye también el personaje de Roberta, que al principio parece una anciana loca y que posteriormente se revela como un Tiresias que es capaz de vislumbrar aquello que va a acontecer antes que nadie. El monte El Glauco, visible desde todo el pueblo, parece un testigo infernal que permanece impasible ante todo aquel devenir. Hasta la propia casa de Nat, desvencijada, llena de goteras y perpetuamente en obras, parece querer que esa intrusa se marche, contribuyendo a crear una atmósfera de incomodidad claustrofóbica que evidencia lo que es Nat en La Escapa: una extraña.

Porque la profesión de la protagonista, traductora, no es en absoluto casual. A Nat, extranjera en ese pequeño pueblo, cada vez le es más difícil entender a los extraños habitantes de la aldea. Todos hablan el mismo idioma y sin embargo es imposible arrancar de las mismas palabras que usa ella un significante que le resulte válido. Así que el único reducto que encuentra Nat para exponer sus preocupaciones es su cabeza, y por lo tanto el lector. Cada palabra que pronuncia algún miembro del mosaico de personajes de La Escapa es analizado de forma pormenorizada por Nat. El narrador es testigo de las dudas de la protagonista, que inundan cualquier conversación y que hacen que la novela esté poblada de preguntas retóricas. Parece seguir los devenires de Nat, sin emitir juicios, pero también sin conocer aquello que los otros personajes saben. Se trata de agudizar la sensación de suspense y confusión en el lector, que al igual que Nat, nunca llega a conocer realmente los pensamientos, reflexiones e intenciones de todos los demás personajes que forman parte de La Escapa. Se insiste así de forma evidente en la importancia de las palabras elegidas, el verbo y sustantivo preciso, ya que si bien un vocablo perfectamente escogido puede enlazar a dos personas para siempre, uno erróneo puede causar el efecto contrario. El lenguaje, que puede ser un lazo que une, en Un amor se convierte en un látigo que azota y separa a sus personajes de forma irremediable

Decíamos al principio que en la naturaleza del propio lenguaje está llevar al entendimiento. Sara Mesa, al contrario que sus personajes entre ellos, consigue que la entendamos perfectamente. Con Un amor, nos traslada de forma inequívoca hacia ese entorno rural opresivo, llena de reflexiones sobre la soledad, la comunicación, la culpabilidad y la sexualidad. Construye así una novela claustrofóbica y llena de simbolismo, de silencios y de personajes nada reveladores, emparentándose con el mejor realismo mágico. Un amor es una historia que apela al lector y que le obliga a posicionarse en la historia, haciéndonos bailar en el alambre que forma la frontera de nuestra moral. Presionándonos para meter nuestras piernas hasta las rodillas en la historia enfangada de la protagonista, en sus equívocos. Nosotros, al igual que El Glauco, somos testigos de las consecuencias de un lenguaje perdido y de una comunidad que nunca acoge como miembro como Nat, y que tampoco lo haría con nosotros.


Título:Un amor

Autor: Sara Mesa

Edición: Anagrama

Año: 2020

Páginas: 192

ISBN: 978-84-339-9903-0

Álvaro Ibáñez Pérez-Fajardo

Jurista y aprendiz de periodista cultural. Melómano constante y cinéfilo parpadeante.

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