Un drama deportivo correcto, bien interpretado y con una estética deslumbrante, pero su falta de foco narrativo lo mantiene lejos de la excelencia, o al menos de trascender como una de las grandes obras del género.
Las artes marciales mixtas (MMA) se han convertido en uno de los deportes de mayor crecimiento en los últimos años. Su auge es tal que Donald Trump anunció que, durante las celebraciones por el 250.º aniversario de la Declaración de Independencia, se celebrará un combate de esta disciplina. No resulta extraño, entonces, que la prestigiosa productora A24 haya estrenado recientemente The Smashing Machine, dirigida por Ben Safdie —quien ya se había acercado al drama deportivo junto a su hermano en la brillante Diamantes en bruto— y protagonizada por Dwayne ‘The Rock’ Johnson (Fast & Furious, Jumanji) que antes de consagrarse como una de las grandes del cine de acción del siglo XXI, forjó su fama como luchador en la WWE.
La película narra la historia real de Mark Kerr, uno de los grandes referentes de las artes marciales mixtas en sus inicios y una figura clave para que este deporte se convirtiera en el espectáculo de masas que es hoy. Safdie, también autor del guion, adopta la estructura clásica del biopic deportivo: los orígenes, el ascenso, las caídas —cuando, nunca mejor dicho, besa la lona— y la redención. El director imprime su sello característico en los planos cerrados y claustrofóbicos, tanto en las intensas secuencias de combate —las mejores de la película— como en la representación del ambiente asfixiante que rodea al protagonista fuera del cuadrilátero o el octágono. Lo más destacable de la obra es su meticuloso trabajo estético: cada situación adopta un tono visual distinto, con una paleta de colores amplia pero deliberadamente sucia, como el mundo que retrata.
Buenas ideas que no terminan de centrarse
En una de las primeras escenas, el protagonista conversa con una simpática anciana que se sorprende al ver las lesiones que Kerr arrastra por su deporte, al que ella se refiere como “eso que quieren prohibir”. Esa frase resume una de las líneas centrales de la película: la transición de las artes marciales mixtas desde sus orígenes, cuando eran una mezcla de disciplinas, hasta convertirse en el espectáculo violento y brutal que conocemos hoy. La historia muestra cómo se introducen nuevas normas y cómo entrenadores y luchadores buscan los resquicios para aprovecharlas. También adquiere un papel esencial el gran elefante en la habitación del deporte: las drogas. Como en tantas historias de atletas, marcan sus momentos más bajos, aunque su presencia siga estando, de algún modo, normalizada.
Johnson se entrega al papel con conocimiento de causa y ofrece una interpretación sólida, demostrando que posee una faceta dramática todavía por explotar. Su trabajo recuerda —aunque se queda a cierta distancia— al de Mickey Rourke en El luchador, película que el propio “The Rock” ha reconocido como una de sus inspiraciones. Emily Blunt, por su parte, firma también una actuación destacada en un papel profundamente dramático que termina siendo indispensable para el equilibrio emocional del film.
Sin embargo, la película arrastra un defecto considerable que la distancia —y mucho— de las grandes representantes del género. El guion no termina de centrar el tiro ni de dejar clara cuál es su tesis. Plantea numerosas ideas y conceptos que, aunque interesantes, no llegan a estar del todo cohesionados, de modo que la obra se queda a medio camino en lo que pretende contar. Además, como ocurre con frecuencia en los biopics, planea constantemente la sospecha de que se trate, en el fondo, de un ejercicio de blanqueamiento.
The Smashing Machine es un drama deportivo correcto, bien interpretado y con una estética deslumbrante, pero su falta de foco narrativo lo mantiene lejos de la excelencia, o al menos de trascender como una de las grandes obras del género. Solo el tiempo dirá si esa misma indefinición también le pasa factura en la temporada de premios, a la que, desde su paso por los festivales, muchos apuntan como una de las contendientes destacadas. Un golpe certero en lo visual, pero con el guion aún tambaleándose en la lona.
