Un Phoenix que renace de sus cenizas.

Hace 75 millones de años un soberano galáctico llamado Xenu confinó en la Tierra a los thétanos, malvados espíritus que hasta nuestros días infectan las psiques de los hombres, causando males que solo pueden curarse con mucho dinero y sesiones de “clarificación». Esto que parece un fragmento extraído de algún cuento de ciencia ficción, no es más que el planteamiento principal de esa corriente llamada cienciología, de la que tanto hemos oído hablar gracias a personajes como Tom Cruise, Nicole Kidman o Dustin Hoffman; pero tan desconocida para la mayoría de las personas que no pertenecen a ella.

The Master, nos sumerge de lleno en la estructura interna de esta iglesia sectaria. Si bien es cierto, que muchos oportunistas hollywoodienses se estaban frotando ya las manos pensando que Anderson caería en el morbo de lo que supone representar esta controvertida corriente de la “religión”, nada más lejos de la realidad. Es evidente que no conocen muy bien al director norteamericano.

Estados Unidos, 1952, las tropas de la Segunda Guerra Mundial regresan a casa no con pocas secuelas. Lancaster Dodd (Seymour Hoffman), caracterizado de manera evidente como Ron Laffayette Hubbard (fundador de la Cienciología) está creando una nueva organización religiosa.

En ella se verá atrapado un personaje atípico dentro de esta engañosa red. Un expresivo y magnífico Joaquin Phoenix, en su papel de Freddie Quell, un exmarín borracho y lleno de traumas sexuales que será el defensor más acérrimo de una corriente que mucho tiene de las pulsiones psicoanalistas de Sigmund Freud. Perfil poco o nada prototípico pero, por otra parte, más que suculento para alguien que intenta sacar partido a una mentira que lleva captando gente casi 70 años.

Una película inquietante, intensa, perturbadora y por qué no, en ocasiones divertida, que no es más que puro cine, difícil de descifrar su parte más esencial. Una película no apta para estos que se tachan de cinéfilos y se tragan las grandes superproducciones norteamericanas una detrás de otra.

 

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