Vestidos de negro de los pies a la cabeza aparecían en el escenario dos parejas de hermanos, los Gannon y los Stodart, o lo que es lo mismo, The Magic Numbers. Se mostraba de esta manera la banda inglesa ante una sala Shoko casi repleta para clausurar la gira europea de presentación de su último disco, Alias, en lo que sería una noche donde tuvo cabida desde el pop más intimista hasta el rock más grandilocuente.
Pasadas las 20:30, y mientras un goteo de gente iba llenando el local, se subían al escenario Goldheart Assembly, el dúo londinense que ha acompañado a The Magic Numbers a lo largo de sus últimos conciertos. Guitarras acústicas, música folk y jerséis de cuello alto hacían rememorar en ciertos momentos a unos Simon & Garfunkel con toques de brit-pop, como si el dúo de Queens se hubiera trasladado a Londres en los años 90. La pareja, que durante 30 minutos tocó varios temas de su álbum de 2010, Wolves and Thieves, se mostró muy cómplice con el público en todo momento e incluso se permitió hacer algún chiste en español.
Tras los teloneros, y un intermedio que se alargó más de lo debido para darle los últimos retoques al sonido, hacía su entrada en el escenario la banda de Hanwell. La sala, llena ya casi por completo, disminuía la intensidad de las luces casi al mínimo, iluminación que se mantendría prácticamente intacta durante el resto de la noche, y empezaba a sonar Wake up, primer tema de su último disco. Empezaba así el concierto con tranquilidad, con Romeo Stodart acariciando la guitarra y susurrando mientras su hermana Michele y Angela Gannon le acompañaban con el bajo y el piano, respectivamente. Sean Gannon completaba el conjunto golpeando suavemente la batería con las mazas, como con miedo a romperla. Sin embargo, esta delicadeza se rompería muy pronto.
El pop intimista dio paso a un rock de tintes épicos
You K(no)w era la canción elegida para continuar la actuación, un tema de corte de final épico en el que The Magic Numbers empezaron a enseñar la actitud que les acompañaría el resto de la noche. Percusiones, armonías crecientes y una Michele cargada de actitud conseguían transformar el tema e incluso las partes más lentas sonaban más a rock de estadio que al suave pop-rock del que hace gala el grupo.
En esta tónica continuó el grupo tocando los temas de Alias, como Roy Orbison, Shot in the dark, E.N.D., Black rose o Out in the streets intercalándolos con las canciones más conocidas de sus tres álbumes anteriores, como The pulse o Forever lost. Fue con I see you, you see me, perteneciente a su debut de 2005, cuando el rock dejó paso a un tono más intimista. Lo mismo ocurrió con Will you wait, canción compuesta por Michele y que se descartó de su trabajo en solitario, Wide-eyed crossing.
Las canciones se sucedían con unos The Magic Numbers pletóricos. Sus componentes se movían por el escenario con la seguridad que les proporcionaba el haber dado más de diez conciertos en las últimas semanas. Una seguridad, que sumada a su complicidad habitual, hizo que Romeo bromease constantemente con el público y demandase su colaboración para cantar las partes más conocidas de sus temas. Querían lograr así un fin de gira a la altura del concierto que estaban dando, y los asistentes no defraudaron, acompañando con palmas y cantando todas las letras.
Empezaba la recta final con Take a chance, su canción más conocida de The Runaway, su anterior disco, donde una vez más demostraban su versatilidad al usar durante el mismo tema más de diez instrumentos diferentes. A continuación, tocaba el turno de Love me like you, en versión más acelerada y rockera para finalizar la primera parte del concierto.
Apenas un minuto tras desaparecer por la cortina del fondo, reaparecía la banda para el bis. Bis que comenzaría con una versión de Neil Young, Harvest moon, con la que el grupo quería rendir tributo a Rick Rosas, bajista del músico canadiense, que había fallecido un par de semanas antes a los 65 años. Para esta canción contaron con la ayuda de los miembros de Goldheart Assembly, que se hicieron cargo de las percusiones. Además, un buen trabajo en las luces convirtieron la gran bola de discoteca de la sala en la luna de la que habla Neil en su canción. El público, que cantó el estribillo por completo, y un final con Sean Gannon a la armónica sirvieron para que la canción consiguiera ser un auténtico reconocimiento para Rick Rosas.
Pero aún quedaba tiempo para una canción más, y la elegida fue Mornings eleven, primer tema de su primer álbum y con la cual la sala Shoko se convirtió en una auténtica pista de baile, sirviendo de fin de fiesta perfecto para un concierto redondo de principio a fin.
Tras 17 canciones y casi dos horas de concierto, agradecieron los hermanos al público madrileño el precioso fin de gira que habían conseguido. Ellos, por su parte, demostraron una vez más que son una de las bandas de pop-rock más originales y profesionales del momento y que son capaces de dominar todo el rango de estilos, desde las canciones más intimistas hasta las más épicas. Una lástima que, como suele ser habitual, la calidad no esté en sintonía con la fama y fuésemos pocos afortunados los que pudimos disfrutar de uno de los mejores conciertos de la capital en lo que va de año.