Símbolos desde el Infierno

cartel de la pelicula

La mayoría de las mujeres conocerán como yo la sensación de quitarse los tacones después de un largo día (o noche)  subida a las alturas; esa mezcla entre el alivio y el dolor de los pies hinchados. Algo parecido se siente al acabar Tenemos que hablar de Kevin, cuando, aún sobrecogidos, el corazón vuelve poco a poco a su sitio.También a Eva Khatchadourian (Tilda Swinton) le duelen los pies, con callos y juanetes; pero sobre todo le duele el corazón. Su vida real se entrelaza con los recuerdos como quien desde el Infierno recuerda el Paraíso y su Pecado Capital, sin discernir totalmente la verdad.

 

La película, basada en la novela del mismo título escrita por Lionel Shrivel, comienza con la tomatina valenciana, y con una Eva de juventud a la que sacan de la muchedumbre como a una estrella del rock. No es más que un sueño, pero los ríos de jugo de tomate, el rojo que tiñe todos los cuerpos, está ya presente.

El símbolo se repite con la pintura que han lanzado contra la casa y el coche de la protagonista. Y así, símbolo tan símbolo, la directora Lynne Ramsay nos susurra que hay algún secreto horrible; así crea una película preciosista y llena de detalles que pueden pasar desapercibidos, pero que van agarrándose al pecho. A veces parece que la música, (folk americano y hits de los ’50) no concuerda con la historia. Todo lo contrario, es la banda sonora de quien intenta poner al mal tiempo buena cara. imagen del filme

Porque Tenemos que hablar de Kevin es la historia de una mujer que trata de rehacer su vida. Ella no quería ser madre, y no podemos dejar de preguntarnos si no tendrá razón cuando acusa de venganza a Kevin; si no será un niño lleno de odio y  maestro del chantaje emocional.

Como Eva, sólo queremos saber por qué. Al final, a todos alguna vez nos han hecho daño los zapatos.

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